Altares, mujeres y hombres
El puesto de las mujeres en la sociedad vuelve a ser examinado por periodistas y polit¨®logos en el s¨ªnodo de obispos a prop¨®sito del sacerdocio de la mujer. Los periodistas m¨¢s audaces, convertidos en feministas militares, han decidido defender a las mujeres. "Al altar s¨®lo suben los hombres, es una discriminaci¨®n que no comprendo", escribe Biagi en la revista italiana Panorama, como si el ¨²ltimo escal¨®n para la igualdad fuese para nosotras lograr el sacerdocio. "La gracia no hace distinciones de sexo", insiste el periodista. ?Y la sociedad?Quisiera que mir¨¢semos a nuestro alrededor. Nuestra ¨¦poca es la de la mujer chapliniana. Una mujer como Charlot en Tiempos modernos, dentro de las ruedas dentadas de la m¨¢quina del progreso, manteni¨¦ndose en equilibrio milagrosamente para no ser triturada por el futuro. ?O es ¨¦sta la ¨¦poca de la mujer clown de Fellini en la Strada?
Debe saber hacer todo a la desesperada e infatigablemente. M¨¢s que una mujer, es una media-mujer. Asegura un lugar ante el ¨²ltimo ¨¦xito de TV o el espect¨¢culo del momento con un lavaplatos, pero tambi¨¦n es directora de empresa y sabe capitanear su propio yate, si es que es rica. Levanta pesos, hace trabajar sus m¨²sculos como un p¨²gil, corre 10 kil¨®metros al d¨ªa haciendo jogging o hace cambiar y reformar sus pieles seg¨²n la moda del momento, aire¨¢ndolas con heroico orgullo.
Cuando es pobre, reivindica el servicio militar, el poder ser guardia urbana y un puestecito en el amplio ambiente pol¨ªtico y de los medios. Si es est¨¦ril, la manipulan biol¨®gicamente y se decide por la inseminaci¨®n de otra mujer, llamada madre alquilada. Si es fecunda lleva el hijo de otra.
La abuela de Johanesburgo ha dado a luz, bajo los reflectores de la BBC, tres gemelos por cuenta de su propia hija; se ha llegado al top de la magia en biolog¨ªa, o de la raz¨®n que enloquece, con este binomio madre-hija que procrea en casa, en familia, totalmente autosuficiente respecto al hombre; ¨¦l se introduce en la probeta.
En caso de litigio se recurrir¨¢ a nuevos juicios de Salom¨®n para decidir a qui¨¦n pertenece el ni?o: a la verdadera madre o a la falsa, pero es que ya no se sabe cu¨¢l es la verdadera y cu¨¢l es la falsa, la madre legal o la madre biol¨®gica. No s¨®lo en Am¨¦rica, tambi¨¦n en Par¨ªs, la ministra de Sanidad denuncia el tr¨¢fico millonario de ¨®vulos y de esperma congelados. Mujeres-business con las que cuentan los bancos especializados, donde se abren cuentas corrientes destinadas a dep¨®sitos reproductivos, con los que m¨¦dicos y bi¨®logos hacen comercio. La mujer es una mina de oro inagotable.
Silencio respecto al abandono o la renuncia cultural femenina. Virginia Woolf vale lo que Brigitte Nielsen. Mejor dicho, menos. Madonna es mejor que Einstein. Si alguien cita en televisi¨®n, por ejemplo, esa frase de Baltasar Graci¨¢n referida a las mujeres -"un ser humano carente de instrucci¨®n es un mundo en la oscuridad"-, se r¨ªen y nos vemos apuradas, nos volvemos antip¨¢ticas. La cultura en la sociedad del megashow es un lastre. Superflua. Hay que aprender a valorar solamente lo que hay bajo la apariencia. Digo s¨®lo y no tambi¨¦n.
En cuanto a los n¨²cleos clave del poder, la sociedad se desentiende de la inquietante presencia femenina. Siempre aparece un hombre seguro que reemplaza a una mujer controvertida, como creo ser¨¢ el caso de la Mujer y top manager, Marisa Bellisario.
?Quer¨¦is cifras? Mi informe para el Parlamento Europeo sobre Puesto de las mujeres en los centros de poder en Europa, de 1984, sigue siendo actual. Mejor dicho, los datos empeoran. Las mujeres sonr¨ªen, pero cada vez m¨¢s cansinamente.
En medio de este malestar femenino hay quienes buscan otros caminos. No porque el mundo sea m¨¢s moderno y las reivindicaciones suban el list¨®n, sino porque el progreso a ultranza las agota, el business las exprime, porque no saben ya a qu¨¦ carta quedarse o tambi¨¦n porque su tradici¨®n de pioneras las empuja, audazmente, hacia nuevas fronteras.
Sobre todo en Am¨¦rica, las mujeres del hiperrealismo -"la versi¨®n m¨¢s avanzada de la modernidad de la que nosotros somos ¨²nicamente una copia subtitulada", seg¨²n Baudrillard- llegan a la extrema reivindicaci¨®n del sacerdocio. En cambio, otras feministas como Christa Woolf (Berl¨ªn Este), o Betty Friedan (segunda etapa), o Jeanne Cressanges, acaban con los espejismos del viejo feminismo.
Recientemente he visto feministas francesas y alemanas que se preguntan: ?no fue un error, en los a?os setenta, el haber atacado frontalmente a la Iglesia (y no haberse procurado su apoyo y su protecci¨®n), a considerar que ah¨ª estaba el quid de la cuesti¨®n, para acabar con su inferioridad, en vez de en la sociedad?
Wojtyla resulta m¨¢s bien popular entre las mujeres, es algo que asombrar¨¢. Recuerdo un reciente sondeo en Francia, en el que el 75% era favorable: "Es simp¨¢tico", la mitad de los encuestados eran mujeres. Puede que tambi¨¦n llame la atenci¨®n porque a¨²na la ciencia al conocimiento, la ciencia a la ¨¦tica, postulando otros valores para "una verdadera emancipaci¨®n femenina" (discurso de Detroit). Es el aspecto moderno, que se perfila en el horizonte de la otra mitad del cielo hacia el 2000 en un Papa definido como retr¨®grado.
En cuanto al sacerdocio de las mujeres, no creo que sean ignoradas las posturas (aparte de la reivindicaci¨®n del Woc americano, extremadamente argumentadas) de las te¨®logas feministas m¨¢s significativas, como Letty Russel (norteamericana), Georgette Blaqui¨¨re (francesa) y Rosmarie Goldie (australiana), que rechazan el contencioso "sacerdocio s¨ª, sacerdocio no", afirmando que la urgencia est¨¢ en redescubrir la identidad de la mujer en s¨ª misma, desarrollar su especializaci¨®n en la Iglesia, y no convertirse en la guapa o fea pareja del hombre sacerdote.
Piensan que clericalizarlas supone la ¨²ltima forma de expropiarlas de s¨ª mismas, someti¨¦ndolas a una nueva jerarqu¨ªa que "perpet¨²a el abuso machista". Prefieren permanecer laicas y la adopci¨®n de un estatuto jur¨ªdico y lit¨²rgico de la diacon¨ªa verbi et caritatis (el anuncio del Evangelio y la propiedad, la virtus, el amor) de la que se ha tratado en el s¨ªnodo de los obispos.
Pienso en Simone Weil, la gran fil¨®sofa jud¨ªa de inspiraci¨®n cristiana que se obstin¨® hasta su muerte (1943) en vivir con las mismas calor¨ªas que su pueblo, Auschwitz, para asumir la dimensi¨®n humana integral de aquellos que sufr¨ªan y mor¨ªan en tiempos de guerra y dictadura.
Me digo que el ¨²ltimo disfraz de mi mujer chapliniana -la mujer sacerdote que tanto le gusta a Biagi y de quien tanto se han ocupado los periodistas del s¨¦quito de Wojtyla en EE UU- es rechazado por las propias protagonistas, por las te¨®logas. Y esto no me disgusta en absoluto.
Traducci¨®n de Pilar Puente.
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