La batalla por la sucesi¨®n de Reagan
Los aspirantes republicanos se desmarcan de la pol¨ªtica presidencial, y los dem¨®cratas intentan salir del anonimato
Dentro de menos de un a?o, los norteamericanos elegir¨¢n presidente, dando paso a la era pos-Reagan. Si el voto fuera hoy, el vicepresidente republicano, George Bush, se enfrentar¨ªa a un candidato dem¨®crata desconocido a¨²n, y muy posiblemente ganar¨ªa la Casa Blanca. Pero faltan a¨²n 11 meses, la econom¨ªa puede entrar antes en una recesi¨®n y los dem¨®cratas pueden encontrar un candidato de peso. De momento no lo tienen, y si los sondeos no se equivocan, su aspirante m¨¢s s¨®lido no puede ganar en ning¨²n caso. Se trata del reverendo de raza negra Jesse Jackson.
Por encima de su ultraliberalismo, para criterios norteamericanos -propone una patria para los palestinos y abrirse a Cuba-, el color de la piel de Jesse Jackson hace impensable que pueda no ya alcanzar la Casa Blanca, sino ni siquiera ser designado por su partido.Tiene un fondo importante electoral entre las personas de su raza, pero antagoniza a la gran mayor¨ªa blanca. Pero esta vez -ya intent¨® ser presidente en 1984- trata de ampliar su coalici¨®n de desheredados a la clase obrera blanca maltratada por la crisis econ¨®mica y a los granjeros quebrados del Medio Oeste.
Los jerarcas dem¨®cratas, un partido que ha perdido cuatro de las cinco ¨²ltimas elecciones presidenciales, tiemblan solamente con pensarlo. Pero ?qu¨¦ pasar¨ªa si Jackson se convierte en el ¨¢rbitro de la nominaci¨®n dem¨®crata y exige ir en el ticket como vicepresidente? Jackson podr¨ªa llegar a la convenci¨®n dem¨®crata de Atlanta, el pr¨®ximo verano, con un n¨²mero sustancial de delegados, tras su esperado triunfo en las superprimarias del 8 de marzo, en las que votar¨¢n 20 Estados el mismo d¨ªa, casi todos del Sur.
Bajo el prisma electoral
Aunque a¨²n quedan tres meses para que, con los caucuses de Iowa y las primarias de New Hampshire, se abra oficialmente la campa?a, la pol¨ªtica norteamericana est¨¢ ya inmersa en las elecciones. Todos los temas -la negociaci¨®n nuclear con los sovi¨¦ticos, la direcci¨®n de la econom¨ªa, el debate sobre la composici¨®n del Tribunal Supremo- se ven bajo el prisma electoral.
Los republicanos tratan de desmarcarse de Reagan, pero a la vez aspiran, sobre todo si la econom¨ªa aguanta un a?o m¨¢s, a proclamarse sus herederos. Los dem¨®cratas, calificados hasta ahora como los "siete enanitos", intentan hacerse un nombre nacional y salir del anonimato. Un 33%. de los votantes dem¨®cratas no est¨¢ contento con los candidatos de su partido. ?stos tratan tambi¨¦n de limpiar sus biograf¨ªas y no ser sacrificados por una Prensa que, como nunca hab¨ªa ocurrido en la historia de EE UU, est¨¢ concediendo certificados de moralidad y honestidad. Ya ha acabado con dos candidatos, Gary Hart, y Joseph Biden, y amenaza a alg¨²n otro m¨¢s. Otros dos aspirantes, Albert Gore y Bruce Babbitt, han confesado haber consumido marihuana en el pasado y se empieza a hablar de que Jackson es un "mujeriego".
Sin un candidato de talla nacional, -Edward Kennedy ya ha decidido que nunca ser¨¢ presidente, y el gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, no quiere entrar e n la carrera-, los dem¨®cratas aparecen desorientados y sin una visi¨®n que ofrecer a un pa¨ªs que saldr¨¢ cansado de ocho a?os de revoluci¨®n Reagan, y que parece que quiere un presidente competente y una nueva Administraci¨®n menos ideologizada y menos conservadora.
La reciente crisis de la bolsa y la sensaci¨®n de que el crecimiento econ¨®mico est¨¢ sujeto por los pelos -reh¨¦n de dos monstruosos d¨¦ficit, el presupuestario y el comercial, que ha amasado Reagan en sus mandatos- aterroriza a los republicanos. Si la econom¨ªa de EE UU, que est¨¢ a punto de iniciar su quinto a?o de prosperidad ininterrumpida, entra en una recesi¨®n el a?o pr¨®ximo se desvanecen sus posibilidades de mantener la Casa Blanca. "Entonces", ha escrito Nixon, "cualquier asno dem¨®crata puede ganar".
George Bush, el pol¨ªtico que tiene mejor organizaci¨®n, m¨¢s dinero (12 millones de d¨®lares-168 millones de pesetas) y un historial m¨¢s completo para llegar a la presidencia, tiene tambi¨¦n en contra un h¨¢ndicap psicol¨®gico, el llamado wim pfactor (factor debilidad), destacado por las revistas nacionales en sus portadas, que convierte al vicepresidente, ex presidente del Partido Republicano, ex director de la CIA, ex delegado en la ONU y ex embajador en Pek¨ªn, en una personalidad floja de car¨¢cter, sin agallas para la lucha pol¨ªtica y capaz de las mayores pifias en una campa?a electoral. La ¨²ltima fue decir
La batalla por la sucesi¨®n de Reagan
que los obreros sovi¨¦ticos, a la vista de los buenos carros de combate que fabrican, son mejores que los obreros de Detroit.Bush, que si consigue la Casa Blanca ser¨ªa el primer vicepresidente en lograrlo por elecci¨®n desde Martin van Buren, hace m¨¢s de un siglo, ya ha iniciado el contraataque. "Durante siete a?os he sido el copiloto, y creo que ahora s¨¦ c¨®mo realizar un aterrizaje en medio de una tormenta", respondi¨® la pasada semana en el primer debate televisado que congreg¨® en Houston a los seis aspirantes republicanos. En respuesta a las cr¨ªticas de que no difiere en nada de las pol¨ªticas de Reagan, el vicepresidente contest¨® que "en mi familia la fidelidad es un signo de car¨¢cter".
Es el candidato a derrotar, y le Leva m¨¢s de 10 puntos en los ¨ªndices de preferencias a su principal rival republicano, Robert Dole, l¨ªder de su grupo en el Senado. Est¨¢ ya claro que estos dos pol¨ªticos son los ¨²nicos en su partido con posibilidades reales de lograr la designaci¨®n presidencial. Dole, que ya intent¨® ser vicepresidente en 1976 en la candidatura con Gerald Ford, tiene m¨¢3 car¨¢cter que Bush, es m¨¢s agresivo y puede separarse de Reagan con m¨¢s facilidad.
Flanco d¨¦bil
Pero tanto Bush como Dole tienen un flanco d¨¦bil. Ninguno puede presentarse como el hombre de la derecha conservadora republicana. Para este importante sector, ambos son unos traidores a la causa reaganista, a pesar de que Bush asegure -algo que le puede acarrear problemas- que durante su presidencia no aumentar¨¢ los impuestos. Pero tanto Jack Kemp como el predicador electr¨®nico Pat Robertson, los dos aspirantes que agradan a los ultras y que pueden presentarse como sucesores ideol¨®gicos de Reagan, no tienen posibilidades de alcanzar la nominaci¨®n.
A Robertson, otro actor de televisi¨®n que afirma que desv¨ªa huracanes y habla con Dios, la Prensa ya le ha encontrado flancos d¨¦biles. Se escap¨® de la guerra de Corea por la influencia de su padre, senador, y minti¨® sobre su vida privada (su hijo fue concebido antes de que se casara). En la cola de los aspirantes republicanos, el general Alexander Haig, que se est¨¢ dedicando a arrear le?a a cualquier tratado con los sovi¨¦ticos, y el multimillonario Pete du Pont, son puramente anecd¨®ticos.
Los dem¨®cratas, a excepci¨®n de Jackson, parecen intercambiables. Todos suficientemente liberales para intentar distinguirse de los republicanos, pero reprimidos hacia la derecha para no perder la oleada de conservadurismo provocada por la era Reagan.
Destaca, aunque no demasiado para salirse del pelot¨®n de enanitos, Michael Dukakis, el gobernador de Massachusetts, hijo de inmigrantes griegos. La participaci¨®n de su campa?a en la difusi¨®n de un v¨ªdeo que oblig¨® a retirarse a Biden, aireada por la Prensa, estuvo a punto de causarle un da?o irreparable.
Nadie -ni Dukakis, Gephardt, Gore, Simon o Babbit- parece capaz de llegar a la convenci¨®n con un n¨²mero suficiente de delegados para asegurar su nominaci¨®n. Si las primarias confirmaran este punto muerto, algunos creen que aparecer¨¢ en escena un peso fuerte dem¨®crata. Y todos apuntan a Cuomo.
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