A 30 por hora
El jefe de estaci¨®n de Nhamatanda mira el reloj impaciente. Por si faltara algo, el corte de agua en toda la regi¨®n ha dejado fuera de servicio las viejas m¨¢quinas a vapor. "Si hay mala suerte, que sea econ¨®micamente lo menos da?ina posible", explica.
A pesar de estos y otros incidentes, se ha creado una zona de relativa paz en tomo a la franja del corredor, con un ancho de apenas 50 kil¨®metros, que ha atra¨ªdo a la zona a miles de fugitivos de la guerra y la sequ¨ªa que azotan Mozambique. Los reci¨¦n llegados van construyendo sus palhotas (chozas de paja y barro) en las m¨¢rgenes de la carretera, y aprovechan la franja de unos 20 metros que la separan de la l¨ªnea f¨¦rrea para sembrar cultivos de mandioca y montar peque?as plantaciones de pl¨¢tanos.
El tren, que tarda unas 12 horas en cubrir el recorrido sin realizar paradas intermedias, alcanza una velocidad m¨¢xima de 30 kil¨®metros por hora. A la salida de las poblaciones, el ayudante del maquinista toma la delantera con una carrera para arreglar con una llave el curso de las v¨ªas y volver a subi.rse al tren, que no deja de avanzar espantando a su paso gallinas y cabras que pastan por las v¨ªas. Los ni?os acuden en manadas a saludar al tren.
"Hay que tener cuidado, porque a veces algunos ladrones se suben al tren en marcha para robar algunos sacos de az¨²car o harina", explica Pedro, el maquinista, con 17 a?os de profesi¨®n a sus espaldas.
Cuando, al anochecer, faltan pocos kil¨®metros p-ira su destino, el principal temor de Pedro dejan de ser los bandidos. "El peligro ahora son los asaltos de los espont¨¢neos (delincuentes comunes)", explica, mientras pone en funcionamiento el silbato. "Cuando hay un ataque de los guerrilleros y el tren queda partido en dos, nuestra nor.ma es seguir adelante con lo que se pueda hasta la estaci¨®n m¨¢s pr¨®xima y volver atr¨¢s a por lo dem¨¢s cuando el tiroteo ha pasado", afirma al explicar que no suelen ser suficientes los soldados que escoltan el tren para repeler el asalto. "En esos momentos cada uno tiene que pensar en su propio pellejo", a?ade.
Su peor experiencia fue hace dos a?os cuando, desde la espesa vegetaci¨®n del mato le dispararon unos bazukazos. "Afortunadamente, por mala punter¨ªa y mala calidad de las armas no me alcanzaron", cuenta el viejo maquinista. Para salir del apuro, puso la m¨¢quina a todo vapor y, aprovechando de un buen tramo de la v¨ªa, logr¨® alcanzar, por primera y ¨²nica vez, los 50 kil¨®metros por hora.
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