Verde, azul, gris, amarillo, naranja.
El gran escritor italiano Leonardo Sciascia asiste perplejo a la confusi¨®n de la pol¨ªtica de su pa¨ªs, que alcanz¨® un punto culminante con los referendos que se acaban de producir en torno a los m¨¢s variados temas y con preguntas verdaderamente abstrusas. Las papeletas, cuyos colores compon¨ªan una especie de arco iris, son el primer dato de esa confusi¨®n, seg¨²n el autor de Porte aperte.
Las papeletas para la votaci¨®n de los cinco referendos celebrados recientemente en Italia compon¨ªan una especie de arco iris: verde, azul, gris, amarillo, naranja.La calma llega tras la tempestad, es el momento en que el presidente de la mesa entrega las papeletas al ciudadano, quien, finalmente, con serenidad y libertad, marca en cada una ese s¨ª o ese no, por los que periodistas, intelectuales y pol¨ªticos se hab¨ªan afanado tanto en confundirle, sin otro resultado que el de convencer a muchos para la abstenci¨®n. Muchos, pero no tantos como para que los referendos resultasen nulos ni para que impidieran que los s¨ªes, especialmente el de la responsabilidad civil de los jueces, fueran una avalancha, tal y como Craxi hab¨ªa previsto.
Desde el momento en que el ciudadano votante tuvo en su mano las papeletas y el l¨¢piz, hizo tabla rasa de todo lo que hab¨ªa o¨ªdo y le¨ªdo, y marc¨® su s¨ª o su no, de acuerdo a lo que siempre hab¨ªa pensado. Y la gran mayor¨ªa siempre hab¨ªa pensado que ten¨ªa que responder s¨ª a las preguntas que los referendos planteaban, preguntas referentes a los privilegios que hab¨ªa que suprimir y a los peligros que hab¨ªa que alejar.
Las preguntas se formulaban de forma literalmente incomprensible. La papeleta verde para la responsabilidad civil de los jueces: "?Quieres la derogaci¨®n de los art¨ªculos 55, 56 y 74..."; la azul para la junta de investigaci¨®n: "Quieres la derogaci¨®n de los art¨ªculos 1, 2, 3, 4, 5, 6..."; la gris para la situaci¨®n de las centrales nucleares: . ?Quieres la derogaci¨®n del tercer p¨¢rraf¨®..."; la amarilla para las aportaciones a los ayuntamientos en cuyas circunstancias est¨¢n o ser¨¢n construidas las centrales nucleares: %Quieres la derogaci¨®n del art¨ªculo ¨²nico de la ley 10/1 de 1983, n¨²mero 8...", y por fin la naranja para la participaci¨®n de Italia en la realizaci¨®n de centrales nucleares en el extranjero: "?Quieres la derogaci¨®n del art¨ªculo ¨²nico, p¨¢rrafo primero de la ley 18/12 de 1973...". Preguntas que dan v¨¦rtigo incluso a alguien medianamente culto. Pero lo cierto es que, trat¨¢ndose de referendos de derogaciones y no de proposiciones, no pod¨ªan ser menos oscuras. Sobre esta oscuridad, y para hacerlo m¨¢s oscuro, se volcaron quienes en general est¨¢n en contra de los referendos, y estos cinco -puede que por motivos opuestos- contrariaban especialmente.
Seg¨²n ellos, tanta oscuridad no merec¨ªa una respuesta por parte de los ciudadanos o la merec¨ªa negativa, si es que se decid¨ªan a darla. La definici¨®n de democracia de Dewey puede considerarse como la m¨¢s v¨¢lida, la m¨¢s sustancial y exacta -"por muy ignorante que sea un hombre, sabe cu¨¢ndo un zapato le hace da?o en el pie"- y la oscuridad de las preguntas se disolvi¨® ante la evidencia, a causa del dolor que le estaba produciendo el zapato peque?o y especialmente el zapato peque?¨ªsimo de la administraci¨®n de justicia. Pero, extra?amente, los peri¨®dicos no quisieron reparar en este zapato que le estaba peque?o a la mayor parte de los italianos. Se desentendieron del refer¨¦ndum nuclear, sobre el que habr¨ªa mucho que discutir, para ocuparse en cuerpo y alma (m¨¢s cuerpo que alma) del de la responsabilidad civil de los jueces, ilustrando todos los peligros que pod¨ªan llegar si el refer¨¦ndum la hubiese confirmado. Gran profusi¨®n de clericalismo -de clericalismo judicial- cubri¨® el papel impreso. La administraci¨®n de justicia vio defendidas su prerrogativas, sus privilegios como un art¨ªculo de fe, un dogma, como una piedra angular que, si se mov¨ªa, sacud¨ª r¨ªa el templo de la democracia, de la convivencia civil. Una iglesia injustamente perseguida que se encaminaba al martirio del refer¨¦ndum, fundamentalmente por la voluntad de ese Ner¨®n llamado Craxi. Como Quo vadis. Incluso el Corrierre della Sera, cuyo director apoyaba el s¨ª como se vio en la v¨ªspera de la votaci¨®n, daba a sus lectores la impresi¨®n de que defend¨ªa el no. Ped¨ªan el s¨ª a la responsabilidad de los jueces, adem¨¢s de los partidos radical, liberal y socialista, que son los que propusieron el refer¨¦ndum, el partido democristiano y el comunista; se pronunciaban por el no el partido republicano y la democracia proletaria, que juntos no representan m¨¢s que el 5% del electorado.
?Y c¨®mo es que los peri¨®dicos no ten¨ªan en cuenta la opini¨®n de los italianos, evidentemente mayoritaria, de que la administraci¨®n de justicia no continuara contraviniendo los derechos constitucionales del ciudadano (tal y como han revelado escandalosos asuntos), ni tampoco reflexionaban sobre la decisi¨®n del s¨ª de los partidos? Sobre todo de los partidos comunista y democristiano, partidos que por separado -o juntos- no pueden negar el poder que tienen sobre la Prensa.
Clericalisino judicial'
Es una pregunta inquietante. Y ¨¦sta genera otra: ?es posible que lo que hemos visto materializarse en una especie de clericalismo judicial corresponda a la creaci¨®n de un poder interpartidista en marcha en Italia? Y puesto que el refer¨¦ndum sobre la responsabilidad de los jueces ha tomado, considerando el conjunto, el car¨¢cter de un refer¨¦ndum contra Craxi o a favor de Craxi, ?no se acabar¨¢ otorgando a Craxi la obligaci¨®n de acabar con un poder semejante?
De momento ha ganado el s¨ª; dentro de 120 d¨ªas ha de ser publicada una ley que regule la responsabilidad de los jueces. Resulta divertida (aunque tambi¨¦n sintom¨¢tica y preocupante) la idea que ha puesto en marcha alg¨²n partidario del no, de que el resultado del refer¨¦ndum podr¨ªa invalidarse por el hecho de que sumando los noes a las abstenciones y a los votos nulos, el s¨ª se ver¨ªa afectado por una especie de ilegalidad. Con un criterio semejante, Italia seguir¨ªa siendo una monarqu¨ªa y los presidentes de Estados Unidos de Am¨¦rica ser¨ªan algo parecido a unos golpistas.
Traducci¨®n de Pilar Puente.
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