El ocio de los ni?os
SOBRE EL escolar est¨¢ ahora cayendo un agobio de clases fuera del curso, de ap¨¦ndices a su jornada de trabajo: de horas extraordinarias robadas a su propio ocio, que debe ser el que ¨¦l desea inventarse. Son muy valiosas para los centros de ense?anza y para una mentalidad de padres a los que estorba la presencia del ni?o en la casa. Los colegios cobran cantidades desmesuradas por estas clases que antes se llamaron de adorno y ahora pretenden ser unos complementos educativos que no suministran los planes oficiales; tampoco son eficaces. Es un hecho que los ni?os no aprenden ingl¨¦s, ni solfeo, ni yudo, ni ballet en esas horas suplementarias de las que ellos mismos tienen conciencia de que no valen, no cuentan para el pase de curso ni para la furia paternal de la lectura de notas.Los padres no son s¨®lo aquellos que quieren aparcar a sus hijos en un lugar seguro -que ya no es la calle ni el parque, seg¨²n todas las leyendas-, sino los que entran en una paternidad de consumo y corren a comprar -a lugares previamente indicados- tut¨²s y zapatillas, pantalones de yudo, disfracitos para la clase de teatro o violincitos y guitarritas para la m¨²sica -adem¨¢s de la flauta y los trastos de la percusi¨®n-, y otros mil inventos: botas de baloncesto, espadas de esgrima o libros muy especiales. Otros creen honradamente que esas clases van a beneficiar a sus hijos en la lucha de concurrencia: el ingl¨¦s y la inform¨¢tica les quitan el sue?o.
Y es cierto que esas materias y otras son o ser¨¢n necesarias, pero no se concibe que no est¨¦n dentro de los planes de ense?anza. La m¨²sica o la literatura incluidas, y los deportes. A?adidos al horario oficial, a las horas de estudio en el colegio y a los deberes para casa -que varias veces han sido suprimidos oficialmente, sin que nunca se cumpla; se mantiene la carga, que a veces aparece como un castigo- est¨¢n agobiando al ni?o. Ni siquiera se consigue que sea un peque?o sabio en ciernes, sino un agotado personajillo al que faltan horas para el sue?o y tiempo para su propia fantas¨ªa, para elaborar su sentido de la libertad, de la comunicaci¨®n, de la trama social incipiente que vaya a ser un reflejo de lo que debe ser su vida de adulto.
Hay teor¨ªas pedag¨®gicas seg¨²n las cuales al ni?o hay que mantenerle continuamente ocupado para que no caiga en vicios. Son antiguas o son interesadas. El ni?o ajetreado o el nido so?ador deben ser creaciones de ellos mismos y de su voluntad y su vocaci¨®n, y de los est¨ªmulos -no de las cargas- que se les procure. Hay que desconfiar de una sociedad que quiso programar el ocio hasta para los adultos, en el cual tambi¨¦n hab¨ªa indicios de intereses y de consumismo. El ocio de los ni?os debe ser el tiempo libre, en el que ellos, poco a poco, cada uno con su ritmo, vayan conitruyendo su propia personalidad. Conviene liberar a los peque?os esclavos, muchos de los cuales est¨¢n fomentando una rebeld¨ªa negativa y un resentin¨²ento nocivo como respuesta a una vida ahogada por un horario abusivo.
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