Menuhin
Lleva un siglo poni¨¦ndole viol¨ªn a nuestro siglo. Yehudi Menuhin, el violinista maldito de la URSS, ha reaparecido en Mosc¨², se les ha aparecido a los moscovitas, y luego a los mel¨®manos de Leningrado como la verdadera perestroika que llega con 70 a?os de retraso. Setenta a?os sin la m¨²sica de Mentihin (que ahora tiene 71) son 70 a?os perdidos.Sartorius nos dio su concierto de marxismo fino, esta semana, toc¨® el viol¨ªn dial¨¦ct¨ªco en el XXI/Segrelles/Gamir, llegando a la inteligente conclus¨ª¨®n de que los comunismos europeos deben unirse, cosa de la que est¨¢n muy lejos. Uno piensa que si la perestroika rusa la llevase Sartorius, hace mucho que Menuhin llenar¨ªa con su m¨²sica las noches blancas de los dostoiewskis jud¨ªos (el propio Yehudi). Con lo que esperamos que los jud¨ªos rusos puedan abandonar la Uni¨®n Sovi¨¦tica cuando les apetezca, como ha pedido el violinista eligiendo los caminos desvariantes de la libertad: Brahms, Bartok, Beethoven, todo eso. Eso. Lenin lo dijo una vez:
-Comunismo es la electrificaci¨®n de Rusia m¨¢s el poder de los soviets.
Se le olvid¨® a?adir a Yehudi Menuhin y Marc Chagall, tambi¨¦n reencontrado tard¨ªamente. La perestroika tiene nombre de bailarina rusa. Voluble como tal, ya se ha traicionado a s¨ª misma traicionando a Yeltsin. Uno tiene escrito en esta elipse esquinera y kepleriana que las perestroikas, como las guerras santas, se hacen para perderlas. Y miren ustedes qu¨¦ pronto la historia nos ha dado la raz¨®n.
Toda nuestra vida no ha sido sino un ponerle letra torpe a la m¨²sica d¨¦ este violinista, legendario y contempor¨¢neo al mismo tiempo, sobre cuya partitura hemos vivido. ?l era/es la met¨¢fora (uno s¨®lo se entiende por met¨¢foras) de la Rusia/ Europa, de la eurorusia que quer¨ªamos los adolescentes en sombra de los 50. Menuhin, exiliado de la URSS, expulsado por Stalin, o por el estalinismo subsecuente. Aparte haber escuchado a YM en persona, "cuando entonces" (frase m¨ªa y t¨ªtulo del maestro Onetti que yo le ced¨ª gustoso), estos d¨ªas, coincidiendo con la vuelta del violinista y su viol¨ªn a Rusia, nosotros hemos escuchado en Madrid el concierto de Sartorius glosando la perestroika, que se frustraba -Yeltsin- al mismo tiempo que NS la cantaba. El problema no es de derecha/izquierda, sino de Estado/calle. Cada d¨ªa hay m¨¢s Estado en los estados USA/ URSS y sus sat¨¦lites (ahora nos van a investigar la cuenta bancaria por un tris de aparcamiento), mientras los Yehudi Menuhin de mi generaci¨®n y subsiguientes hacen Brahms en el Metro de Nueva York o de Madrid. Mientras uno mismo hace viol¨ªn literario por un duro en los peri¨®dicos de izquierdas. USA/URSS son ya tan id¨¦nticos que los vicios de un Estado son las virtudes del otro, y viceversa. Chagall, otro tapiz imaginativo para fondo de nuestra biograf¨ªa imaginaria, estuvo prohibido en Rusia por jud¨ªo y por pintar vacas verdes. En Occidente pintaba libre, pero el precio de sus cuadros era/es otra forma de prohibici¨®n/discriminaci¨®n. "De la m¨²sica nace toda cosa", dijo el pobre Verlaine, de quien tengo la ¨²ltima foto, dedicada a un poet¨®n viejo y espa?ol, que me la vendi¨® barata. "Europa es un viol¨ªn sonando por calles mojadas", escrib¨ªamos las p¨²beres can¨¦foras de postguerra. El viol¨ªn jud¨ªo -Chaplin- y el Estado polic¨ªa Este/Oeste no se encontrar¨¢n nunca. Nuestra pubertad fue rusa: Maiakowski, Chagall, Menuhin. Nuestro marxismo fue proustiano, como me dijera una vez C¨¢ndido. Aqu¨ª, hoy, tocan el viol¨ªn, sensitivamente, Gull¨®n en la l¨ªteratura y ?lvaro Delgado en la pintura. De la m¨²sica de Menuhin, se?or Gorbachov, nace toda cosa. Hasta la perestroika.
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