Pesquisas
Los militares, los sacerdotes, los gobernadores civiles espa?oles fueron malos receptores de la cr¨ªtica. Disparaban, excomulgaban, desterraban. Al m¨¢s m¨ªnimo embate dispon¨ªan inmediatamente sus peones para tomar represalias. Por otra parte, llegaban a casa y no quer¨ªan cenar.Han pasado los a?os, y una sucesi¨®n de envites les ha hecho el cuerpo m¨¢s cabal y conocedor de que toda funci¨®n p¨²blica est¨¢ cruzada por estas puniciones. Los militares, los sacerdotes y los gobernadores saben ya que son m¨¢s o menos seres humanos, y que, como instituciones, quiz¨¢ no alcancen ni esta calidad. Est¨¢n desacralizados. Algunos han aprendido a re¨ªr, y los mejores, a no creer en nada.
Frente a esta prometedora situaci¨®n existe, sin embargo, el grupo de los creadores culturales, pintores, escritores y oficios por el estilo. Tal grupo es aquel que sigue manteniendo un talante m¨ªtico y autorreverencial por encima de todo. Juzgan como dioses y reciben los juicios negativos con la ira de las estatuas. Se alimentan de amores y verdades como pu?o s. Cualquier cr¨ªtica adversa no s¨®lo desata su disgusto: desencadena una especulaci¨®n sobre los factores que pueden haber dado lugar a aquella insidia. Ya sea la clase de publicaci¨®n donde aparezca la censura, el apellido, el lugar de nacimiento o la fisonom¨ªa que tenga el cr¨ªtico son indicios para descubrirle en una conspiraci¨®n.
El cr¨ªtico no es, con ello, alguien que manifiesta su gusto y, llegado el caso, su mal gusto, sino su vileza. Es decir, podr¨ªa partirse de la idea de que los cr¨ªticos son tontos de nacimiento, pero la hip¨®tesis de trabajo preferida es que son abyectos. As¨ª se convierten en objetos de sospecha continua, se les puede perseguir hasta su cubil y gozar con la denuncia de sus intrigas. El autor vive as¨ª en un sobreempleo de imaginaci¨®n permanente, parte destinada a la creaci¨®n y parte dedicada a la pesquisa. Al cabo, un n¨²mero incontable acaba absorbido por la segunda ocupaci¨®n. Sufren, se paralizan y mueren.
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