SigloXX
El siglo XX se est¨¢ comprando a s¨ª mismo. Hay como una fiebre final del siglo por compravenderse, por recaudarse, por recolectarse. Escritores que han vivido a fondo el siglo, como Francisco Nieva, recapitulan las vanguardias, entre la burla y la nostalgia. La perestroika es, entre otras cosas, la urgencia de Gorbachov porque su pa¨ªs viva de prisa todo lo que no ha vivido de este lado del siglo. En Londres se vende el coche m¨¢s caro de la historia, un Bugatti de 1931 (ah de los bugas del cheli), por el que se han pagado m¨¢s de cien millones de pesetas.Los lirios de Van Gogh y cualquiera de sus floreros se compravenden por miles y miles. Es la oreja que se cort¨® el holand¨¦s errante, el primero que pint¨®, sin saberlo, el cometa Bradfield, ahora descubierto, cometa que ilumina/transparenta ese ramo de lirios como un ramo de orejas ofrendado a una meretriz. Todos los campos que pint¨® Van Gogh parecen campos de marihuana, que es el hach¨ªs de este fin de siglo febril. El precio m¨¢s alto pagado por una obra de arte en Francia, lo ha obtenido un Modigliani, "Mujer romana", de 1917 (m¨¢s de siete millones de d¨®lares). Se ha inaugurado en Madrid la XI edici¨®n de Feriarte, donde pagan 30 millones de pesetas por un Sorolla, pintor que s¨®lo nos serv¨ªa para los billetes. Cualquier dibujo de Picasso vale 15 millones. Fraga presenta una biograf¨ªa de Camb¨®, ese catal¨¢n entre dos siglos. No se vea en todo esto, pues, mero agiotismo est¨¦tico. Espa?a ha recuperado con fervor a sus hombres del ¨¦xodo y el llanto, meti¨¦ndolos por Cartagena si muertos, meti¨¦ndolos en la Academia cuando vivos.
Las mocedades han recuperado a Aza?a, comprando asimismo sus memorias como incunables. As¨ª como, en la mitad del camino de la nostra vita, sentimos que la hemos perdido, as¨ª se est¨¢ sintiendo ahora, colectivamente, planetariamente, que hemos perdido el siglo, con dos guerras mundiales y continuas guerras imperiales y guerrillas locales. El siglo, que ven¨ªa triunfal como un Titanic de m¨²sica y navegaci¨®n (aqu¨ª mismo se ha escrito). Primero fueron los felices 20, con sus tardes del Ritz, luego la grisalla de los 40, po¨¦ticamente recreados por Woody Allen en Radio days. Ahora, ya, cada d¨¦cada del XX es como un siglo completo, con su iconograf¨ªa y su hagiograf¨ªa. Hasta con su geograf¨ªa. Estamos llegando al l¨ªmite: en los 80 vivimos lampasados y temulentos por la nostalgia de los 70. No es s¨®lo que los chamarileros del tiempo nos est¨¦n vendiendo nuestra propia nostalgia. Es que sentimos, s¨ª, que hemos perdido el siglo, ahora en su final, como el que siente que ha perdido la vida, aunque s¨®lo est¨¦ a la mitad. Siglo XX, cambalache. Viv¨ªamos una conciencia heredada de habitar el futuro, los ni?os de las guerras y las postguerras, una profunda conciencia siglo XX que, cre¨ªamos, ven¨ªa de Apollinaire, pero s¨®lo ven¨ªa de nuestras santas madres. El siglo que hemos perdido en Dachau y el Ebro, ahora queremos recuperarlo con dinero. Es nuestra biograf¨ªa/bibliograf¨ªa la que compramos cuando compramos un Modigliani por siete millones USA.
Los millonarios de las subastas quiz¨¢ no lo saben, pero es as¨ª. Est¨¢n recomprando su vida y la nuestra, est¨¢n recuperando a la alza el siglo XX, que entre todos hemos malogrado. El sentimiento de haber perdido la vida es com¨²n a las crisis personales de la edad. El sentimiento de haber perdido el siglo es el mismo, pero colectivizado, propio de los fines de centuria. Al Este se celebra febrilmente la Revoluci¨®n de Octubre. Al Oeste se derrocha el d¨®lar (donde aparece Lincon como el padre de Hamlet), en pintura y bugattis inservibles. No otro es el terror del milenio.
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