Toscanini
?Era posible ser otra cosa que nazi durante el r¨¦gimen hitleriano, o fascista bajo Mussolini, o franquista bajo el general¨ªsimo? La pol¨¦mica vuelve a estar en candelero, especialmente tras las revelaciones sobre el pasado nazi del fil¨®sofo Martin Heidegger. En Italia han preparado una hermosa muestra documental dedicada al gran director de orquesta Arturo Toscanini, muerto hace 30 a?os en Nueva York, y organizada en su ciudad natal, Parma, que demuestra que un gran personaje de la cultura pod¨ªa, cierto que con valor y sacrificio, ser antinazi y antifascista.El maestro Toscanini fue un decidido y apasionado partidario de la intervenci¨®n durante la I Guerra Mundial. Un nacionalista patri¨®tico que durante tres a?os s¨®lo dirigi¨® en galas de beneficencia; no obstante, fue tan poco sectario que no vacil¨® en incluir, en un concierto en Roma en 1916, m¨²sica de Wagner, pese a los gritos y las interrupciones de una parte del p¨²blico que rechazaba la obra del compositor alem¨¢n.
Toscanini fue, desde su primera juventud, republicano y, en consecuencia, antimon¨¢rquico y anticlerical. Tambi¨¦n lo hab¨ªa sido Giuseppe Verdi, y, si cabe, con mayor fervor. Toscanini era hijo de un sastre de Parma que corr¨ªa cada vez que Giuseppe Garibaldi tocaba a rebato a sus camisas rojas. Confesaba el maestro, con sorna, que a ¨¦l lo hab¨ªa engendrado su padre en un momento en que se bajaba del tren que lo llevaba, junto a otros garibaldinos, a aquel V¨¦neto que hab¨ªa que liberar. "Se ape¨® en marcha para engendrarme".
La intervenci¨®n, pues, de Italia, al lado de Francia e Inglaterra, contra Austria y Alemania fue para ¨¦l la l¨®gica consecuencia del incompleto resurgir nacional. Al finalizar la guerra, famoso ya en todo el mundo, se vio atra¨ªdo por el combativo entusiasmo de Benito Mussolini, por su primer programa electoral, que preve¨ªa la rep¨²blica y la abrogaci¨®n de los bancos y la bolsa; es decir, por un programa de izquierdas. Se present¨® incluso a las elecciones, en las que, sin embargo, triunfaron los socialistas y los cat¨®licos populares.
Su fama era ahora enorme Arturo Toscanini hab¨ªa renovado el teatro l¨ªrico y, al mismo tiempo, la imagen del director de orquesta, que quedaba convertido en un riguroso organizador de masas teatrales y musicales Le ofrecieron el cargo de director plenipotenciario de la Scala de Mil¨¢n, y en ello se empe?¨® con su excepcional carga de ilusi¨®n y de profesionalidad. Lo que no quita para que en los ensayos fuera terrible con los profesores de la orquesta y con los cantantes, a los que cubr¨ªa de insultos e improperios, aunque como ense?ante sab¨ªa ser exacto, minucioso e incisivo como lo era su batuta de director.
Rompi¨® con los fascistas apenas se percat¨® del giro que estaban dando hacia la extrema derecha. Ya en 1923, los escuadristas alteraron la representaci¨®n de Falstaff porque el maestro se hab¨ªa negado a dirigir al inicio el himno fascista, Giovinezza. En 1923, el injusto y brusco despido del director del conservatorio de Mil¨¢n, Giuseppe Galligani, por decreto del fascista ministro de la cultura, el fil¨®sofo Giovanni Gentile, llev¨® al anciano m¨²sico al suicidio. Toscanini, irritado, dirigi¨® un telegrama a Mussolini en t¨¦rminos extremadamente duros. Lo mismo volvi¨® a suceder cuando fue destituido el bibliotecario del conservatorio milan¨¦s, reo de antifascismo.
Pero el fascismo viv¨ªa d¨ªas de auge. Trataron de imponerleen el teatro unos consejeros adictos al r¨¦gimen, pero el maestro se neg¨® en nombre de la m¨²sica y sigui¨® neg¨¢ndose a dirigir el himno Giovinezza, pese a que Mussolini lo hab¨ªa impuesto por decreto. En el estreno de Turandot, representado en la Scala con motivo de la muerte de Giacomo Puccini, fue el Duce, furioso, quien se neg¨® a asistir ante las reiteradas negativas toscaninianas. Pero fue en 1931, en Bolonia, mientras se dirig¨ªa al teatro Municipal, cuando Arturo Toscanini, que por entonces ten¨ªa 64 a?os, fue agredido y, abofeteado por unos cuantos fascistas en presencia de la primera autoridad local, el por entonces subsecretario del Ministerio del Interior, Arpinati.
Algunos historiadores han querido hacer coincidir este penoso episodio con el antifascismo de Toscanini. Pero un bi¨®grafo suyo americano, Harvey Sacks, ha documentado con todo detalle que este sentimiento hab¨ªa madurado en ¨¦l mucho antes de esta ofensa. Es cierto que fue determinante para que el maestro tomara la hist¨®rica decisi¨®n de no dirigir m¨¢s en Italia hasta que hubiera ca¨ªdo el fascismo. Y, sin embargo, ¨¦l amaba Italia y la m¨²sica italiana con pasi¨®n. Se conserva una grabaci¨®n de uno de los ensayos, ricos en interrupciones e imprecaciones, en el que, ya viejo y en el exilio, reprochaba a los profesores de la orquesta americana, grit¨¢ndoles: "?Qu¨¦ verg¨¹enza no saber tocar la m¨²sica italiana.'".
Volvi¨® a su pa¨ªs s¨®lo en vacaciones, a. una peque?a isla sobre el lago, Mayor, y este lugar se convirti¨® en punto de encuentro de m¨²sicos de todos los pa¨ªses y de italianos que detestaban al r¨¦gimen. Tom¨® la misma penosa y coherente decisi¨®n de no dirigir m¨¢s en Alemania desde el momento en que Hitler anul¨® la democracia. Y, sin embargo, Toscanini, wagneriano desde la juventud, pese a ser parmesano como Verdi, gran amigo de la familia del insigne compositor alem¨¢n, hab¨ªa sido el primer director extranjero invitado al templo de Wagner, en Bayreuth.
Por el contrario, fue a Palestina para dirigir la orquesta reci¨¦n creada por los israel¨ªes. Ungesto que le vali¨® el conmovedor "gracias" de Albert Einstein y tambi¨¦n la etiqueta de "jud¨ªo honorario", que le colg¨® el m¨¢s racista de los jerarcas fascistas, Farinacci. Hubo otra pol¨¦mica en febrero de 1938 que concluy¨® con un tajante telegrama en el que anunciaba que tampoco volver¨ªa a dirigir m¨¢s en aquella Austria nazi. ??l, que tanto hab¨ªa trabajado con los vieneses en Staatspper, en el festival de Salzburgo! Dirigi¨®, sin embargo, en Lucerna, al frente de una formidable orquesta, y desde Italia se acercaron a escucharle todos cuantos pudieron. Incluso la Ia princesa Mar¨ªa Jos¨¦, esposa de Humberto de Saboya, para gran disgusto de Mussolini.
La tragedia de esta guerra nazi-fascista llev¨® a Toscanini a inscribirse en la Mazzini Society, junto al gran historiador Gaetano Salvemini, exiliado, como ¨¦l, desde hac¨ªa muchos a?os. Ayud¨® con generosidad a los exiliados italianos y no italianos; fue amigo de Armando Borghi, el ¨²ltimo gran l¨ªder anarquista, condenado a una clandestina emigraci¨®n a EE UU y tambi¨¦n al hambre. Acept¨® dirigir para ¨¦l, en 1942, tras haberla orquestado, La Internacional. Fue en Nueva York, ciudad bastante poco amiga de los reds.
Su popularidad era extraordinaria. Salvemini la defin¨ªa como "nuestro m¨¢s contundente argumento en la cr¨ªtica contra el fascismo". Lo cierto es que al d¨ªa siguiente de la ca¨ªda de Mussolini, en julio de 1943, aparecieron unas pintadas en las paredes de la Scala que dec¨ªan: "?Viva Toscanini!", "?Que vuelva Toscanini!". Y volvi¨®, tras tantos a?os como director, para socorrer a las v¨ªctimas de esa guerra feroz desencadenada, entre otros, por su arriado y desventurado pa¨ªs. Dirigi¨® en la Scala, reconstruida a toda prisa de los destrozos producidos por los bombardeos, el 11 de mayo de 1946.
Conmovida la ciudad de Mil¨¢n por el retorno de este octogenario, que hab¨ªa sido su director art¨ªstico a los 30 a?os, le dedic¨® a su concierto 37 inolvidables minutos de aplausos.
fue director del diario Il Messaggero de Roma. Traducci¨®n de Jos¨¦ Manuel Revuelta.
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