Chistus y camellos
En una tertulia pol¨ªtica y literaria que se reun¨ªa ritualmente en un caf¨¦ de Bilbao durante los a?os sesenta y quiz¨¢ alguno de los setenta, una tarde, el poeta Gabriel Aresti se enzarz¨®, como en ¨¦l era habitual, con otro contertulio, tambi¨¦n culto, tambi¨¦n euskeroparlante y tambi¨¦n anguloso y centr¨ªpeto de car¨¢cter, en una interminable y agria pol¨¦mica. Y como los dem¨¢s no ten¨ªamos ocasi¨®n de meter baza en el asunto, otro poeta sentenci¨®: vamos a esperar a que terminen de tirarse los chistus a la cabeza.Los tiempos han cambiado, pero despacio. La costumbre de utilizar como armas arrojadizas las especificidades vascas se ha atemperado, aunque no haya desaparecido. El origen del h¨¢bito puede que obedezca en parte a deformaciones hist¨®ricas, pero tambi¨¦n se debe a que durante muchos a?os los nacionalistas no han tenido otro remedio, para alcanzar la consideraci¨®n ajena, que encerrarse en una posici¨®n de permanente defensa de sus derechos; defensa que en ocasiones tomaba formas, quiz¨¢ tambi¨¦n inevitables, de agresividad. ?sa ha sido la necesidad durante mw,hos a?os de quienes se expresaban en euskera frente a las presunciones pedag¨®gicas de la Guardia Civil, empe?ada en ense?ar el castellano, y de quienes tralaban de recuperar una cultura prohibida. As¨ª era comprensible la magnificaci¨®n de cualquier texto o pretexto. Incluso para denostar ahora el euskera o para abandonarlo como medio de expresi¨®n, era preciso conocerlo; algp que en general no ha sido f¨¢cil. Incluso para creer que la cultura en castellano puede ser tan representativa del pueblo vasco aclual, es justo que el euskera tenga las posibilidades de manifestarse y difundirse que hasta hace pocos a?os s¨®lo ten¨ªa el castellano. Pero los tiempos ya no son los mismos.
En principio, desde la discusi¨®n con que inicio el art¨ªculo hasta hoy, en Euskadi han pasado muchas cosas y existe incluso una universidad p¨²blica que entonces nac¨ªa. Una universidad p¨²blica m¨¢s o menos dise?ada en funci¨®n de la privada de los jesuitas de Deusto, seg¨²n sus cr¨ªticos pero que existe y ha alcanzado un importante volumen, al menos f¨ªsico. Una universidad que est¨¢ iniciando su madurez, aunque tambi¨¦n ha cojeado del mismo pie que el resto de la cultura en Euskadi: la politizaci¨®n. Pero no la politizaci¨®n de los universitarios, que ha sido norma general en el Estado, sino una politizaci¨®n del hecho mismo de la existencia de la universidad vasca; por ejemplo, la distribuci¨®n de facultades para equilibrar las tendencias del voto nacionalista y atraer hacia la idea nacional a una de las provincias, ?lava, menos proclive a ello.
Por otra parte, es ahora cuando empieza a verse en los creadores, de literatura, cine, teatro, artes pl¨¢sticas y m¨²sica incluidos, aunque aqu¨ª la politizaci¨®n sea m¨¢s dif¨ªcil -en m¨²sica, el abertzalismo radical ha creado el rock radical vasco, que ha nacionalizado el rock duro, aunque su dureza tiene m¨¢s que ver con los textos que con la m¨²sica-; en la utilizaci¨®n y selecci¨®n de la lengua, y todo el entramado de c¨®digos que permiten analizar nuestra realidad, una dedicaci¨®n expresa a la cultura, al margen de su utilizaci¨®n para crear fronteras entre lo vasco y lo no vasco.
Bajo la dictadura, la politizaci¨®n cultural iba por los derroteros de la liberaci¨®n, la democracia, t¨ªmidamente, sin gran proyecci¨®n p¨²blica, salvo la poes¨ªa de Blas de Otero, que se escapaba de Euskadi y aun se internacionalizaba, o la pintura de Ibarrola, que se contemplaba como un acto lit¨²rgico mientras el autor entraba y sal¨ªa de la c¨¢rcel; y la poes¨ªa de Aresti era, aun sin serlo administrativamente, un material clandestino, tanto en su versi¨®n original, en euskera, que serv¨ªa de material fundamental a quienes se preocupaban por defender la lengua y darla una proyecci¨®n social y cultural antes de que sirviera para ganar unas oposiciones a guarda jurado, que es para lo que ahora lo estudia tanta gente, como en su traducci¨®n al castellano.
A partir de la posibilidad de ejercer las libertades, la politizaci¨®n, sobre todo en la cultura espec¨ªficamente euskald¨²n, empieza a caminar tambi¨¦n por el sendero de hacerse notar, de buena fe o por arribismo, entre los que est¨¢n haciendo cultura oficialmente vasca. Y entonces cultura vasca es lo que ellos definen y practican al mismo tiempo. Porque una y otra vez hay que regresar al punto de partida. A qu¨¦ es cultura vasca, si esta definici¨®n existe. Cu¨¢l es la cultura escrita vasca en una sociedad con dos lenguas; y me ahorro aqu¨ª si una es leg¨ªtima, el euskera, y otra ?leg¨ªtirna e impuesta, el castellano, porque trato de los hechos. Hay autores que jam¨¢s saldr¨¢n del euskera haciendo uso de su leg¨ªtimo derecho, como Bernardo Atxaga o el popular novelista y divulgador del euskera Xabier Gere?o. Los hay que comparten ambas lenguas, como Jon Juaristi. Los hay que escriben en castellano, y durante un tiempo, nuestra peculiar transici¨®n, no han sabido qu¨¦ lugar ocupaban en el planetario vasco, si es que ocupaban alguno.
Durante unos a?os, hasta muy recientemente, y siempre con excepciones, cine vasco es el que exige sujetos pr¨®ximos. No se puede hacer cine vasco si no trata de prototipos. Un realizador que se puede ocupar de temas que suceden en Euskadi anecd¨®ticamente, pero que tienen cabida en otras geograf¨ªas, es Montxo Armend¨¢riz, capaz de hacer universales a los personajes donostiarras de 27 horas. Otros tienen que hablar de fugas de presos vascos, de procesos a presos vascos, de vidas de poetas vascos, por supuesto fusilados, con una serie de gui?os establecidos para conseguir pertenecer a la comunidad creadora aut¨®ctona. Y Eloy de la Iglesia trata en El pico, Lo que no cont¨¦ en el pico y El hijo del pico, porque creo que hay varias, de situarse en el ¨¢mbito espec¨ªfico de los problemas vascos; y est¨¢ en su derecho, pero la intenci¨®n se nota. Porque es mucho m¨¢s vasco el problema de la droga si los padres de dos amigos heroin¨®manos son a su vez enemigos pol¨ªticos -guardia civil y diputado abertzale, nada menos- que dos labradores de la comunidad manchega.
Los tiempos cambian
Pero la situaci¨®n ha cambiado, o est¨¢ empezando a cambiar. Se ha iniciado la transgresi¨®n de la norma no escrita de que el cine vasco tiene que ser, en primer lugar, vasco (o parecerlo), y luego, cine (o parecerlo). Pasa la ¨¦poca de que quienes no aprenden euskera, porque hacerlo cuesta un esfuerzo, entremezclan las pocas palabras que saben en un castellano que aunque dominan les queda as¨ª tambaleante, como inseguro, a modo de advertencia p¨²blica de que no se mueven a gusto en ese idioma: que el castellano les es ancho y ajeno. Ahora se matricula m¨¢s gente en los estudios de euskera, se concibe un cine que puede llegar incluso a la comedia sorteando la identificaci¨®n ¨²ltima de lo vasco con la trascendencia y afirmando que es vasco el cine que se hace en Euskadi. Aunque todav¨ªa no haya una propuesta de desmitificaci¨®n por el humor de algunos de nuestros t¨®picos m¨¢s caricaturizables.
Y como todo lo vasco se identifica con la trascendencia, en teatro se han podido ver en una sola temporada dos y a¨²n no s¨¦ si tres obras relativas al tenebroso Lope de Aguirre y alguna otra de refugiados, y a¨²n quedar¨¢n en mi olvido algunas m¨¢s de las que nos angustian desde la planta de los pies a las ra¨ªces de los cabellos. No estoy hablando de calidad, sino de la inclinaci¨®n en este caso hacia, una exposici¨®n determinada de lo vasco en la cultura que surge tambi¨¦n en la expresi¨®n teatral. L¨®gica en quienes han vivido directamente esos problemas que son parte importante de su biograf¨ªa, estoy pensando en la obra teatral de Mario Onaind¨ªa, que trabaja sobre expenencias, propias; menos l¨®gica en quienes s¨®lo tienen una relaci¨®n lejana con los dramas y buscan graduarse de vascos con su aportaci¨®n teatral. Sin embargo, el teatro ha reaccionado ya y parece terminarse el tiempo en que los creadores pretend¨ªan sacar antes el carn¨¦ de vascos que el de realizadores cinematogr¨¢ficos, autores teatrales, novelistas, ensayistas o simplemente profesores de universidad. Si bien aqu¨ª se encuentra la importante excepci¨®n de los novelistas que han escrito siempre en castellano, cuyas dificultades para obtener ese carn¨¦, al menos por la v¨ªa literaria, les ven¨ªan impuestas por la lengua utilizada, por lo que algunos ni se lo propusieron.
Los cambios permiten que el pintor Agiist¨ªn Ibarrola sea reccnocido como vasco, cuando harsta hace poco s¨®lo era comunista. Y es sabido que en Euskadi durante muchos a?os ha sido imposible ser ambas cosas al mismo tiempo, porque el comunismo -dec¨ªan algunos profetas locales- es precisamente lo contrario de lo vasco. Al dejar de ser comunista se ha facilitado su camino para ser un importante artista vasco, aunque su obra, al margen de sus investigaciones sobre vol¨²menes y formas, sea sustancialmente la misma; pues el creador es al mismo tiempo el autor y el heredero de su obra. Ahora algunos sectores de la sociedad vasca y de la mayor¨ªa nacionalista, que a veces ha definido lo vasco a su imagen y semejanza, ya no tienen tanto empacho en reconocer que es necesaria la incorporaci¨®n de todos los artistas del pa¨ªs.
Pol¨¦mica
Todo parece indicar que, aunque de forma lenta, el cambio es posible. Una pol¨¦mica reciente entre el eseritor y profesor Jon Juaristi -aun reconociendo su capacidad provocadora, a veces felizmente provocadora, en una sociedad culturalmente tan aguada- y el consejero de Cultura del Gobierno vasco en torno al euskera era impensable hace unos a?os sin que alguien, Juaristi por supuesto, hubiera terminado en todas las hogueras pol¨ªtico-culturales. Lo que todav¨ªa falta es tejido cultural en la sociedad vasca para que ¨¦sta sea capaz de asumir tanto las identificaciones como las disonancias. Falta que los nacionalistas consideren realmente a Euskadi como unanaci¨®n, que nunca es uniforme, aunque se la pretenda uniformar, ni un¨ªvoca, y en donde todo sea realizable a partir de la sola exigencia de la inteligencia y la capacidad creadora, sin directrices previas,sin supuestos intocables, sin hacer m¨¦ritos con coplas patrioteras o afirmaciones de lealtad inquebrantable. Pero en la medida en qu¨¦ la sociedad vasca, que es plural, se manifiesta pol¨ªticamente de forma plural, y el euskerea accede a cotas de norilializaci¨®n en los estudios priniarios y medios, la cultura vasca empieza a tratar de temas universales mediante est¨¦ticas universales. O, por lo menos, quienes lo intenten no ser¨¢n ya considerados extra?os a la famosa "casa del padre" y arrojados a las tinieblas exteriores.
Los chistus que se lanzaban a la cabeza Gabriel Aresti y su interlocutor han sido sustituidos por discusiones que mantienen, o tratan de hacerlo, argumentaciones pretendida o logradamente culturales. A pesar de todo, lo que el consejero de Cultura opon¨ªa a Juaristi ya no eran chistus, sino argumentos, quiz¨¢ no muy afortunados pero ya de distinta intenci¨®n. Lentamente nos acercamos a un desarrollo m¨¢s racional de la cultura vasca.
Llegar¨¢ el momento en que de los t¨®picos vascos, de la inacabable utilizaci¨®n de los estereotipos, se pueda decir lo que dec¨ªa Jorge Luis Borges del Cor¨¢n, que es un libro ¨¢rabe porque en ¨¦l jam¨¢s se menciona un camello.
Babelia
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