El alumno aplicado
Despu¨¦s del enorme ¨¦xito obtenido por Passage to India, de la mano de David Lean, y que el fen¨®meno se repitiera con A room with a view, del propio Ivory, E. M. Forster parece haberse convertido en suministrador de ficciones que el cine puede digerir un problemas. Maurice, en la medida en que se trata de una novela escrita entre 1913 y 1914, pero no publicada hasta 1971 -pues el autor quiso mantener en secreto hasta su muerte sus preferencias sexuales, es decir, en la medida en que es un texto que tiene tras s¨ª un misterio y un tab¨²-, se dir¨ªa adecuado para repetir el ¨¦xito de p¨²blico y cr¨ªtica. Sin embargo, en Maurice no queda rastro de la ligereza de A room with a view, ni del riesgo de Heat and dust, ni de la precisi¨®n de miniaturista de The Europeans, tres espl¨¦ndidas pel¨ªculas anteriores de Ivory que ten¨ªan en com¨²n, como toda su filmograf¨ªa desde 1961, la colaboraci¨®n en el gui¨®n de Ruth Prawer Jahbvala.Yvory es un cineasta norteamericano que nunca rueda en Estados Unidos, una especie de Henry James de la cinematograf¨ªa mundial. Su relaci¨®n con Ruth Prawer y el productor Ismail Merchant es largu¨ªsima, y se dir¨ªa que muy sensata. El productor aporta su gran conocimiento del mundo colonial brit¨¢nico; la guionista, una indiscutible capacidad para adaptar bien textos ajenos, sin apartarse nunca de lo que es importante; Ivory domina el detalle y el oficio, aunque carece de especial talento narrativo. En Maurice falta ella, y el resultado es que la trivialidad, hermosa y cuidada, eso s¨ª, reina.
Maurice
Director: James Ivory. Int¨¦rpretes: Jame Wilby, Hugh Grant, Rupert Graves, Denholm Elliott, Simon Callow, Billie Whitelaw y Ben Kingsley. Gui¨®n: Kit Hesketh-Harvey y J. Ivory, basado en la novela hom¨®nima de E. M. Forster. Productor: Ismail Merchant. Fotograf¨ªa: Pierre Lhomme. Director art¨ªstico: Peter James. M¨²sica: Richard Robbins. Brit¨¢nica, 1987. 130 minutos. Estreno en cines Pompeya, Gayarre e Infantas (versi¨®n subtitulada).
Rebelde
Confesaba E. M. Forster haber escrito Maurice a ra¨ªz de una visita a Edward Carpenter, un personaje "que gozaba de un prestigio que hoy no podemos comprender. Era un rebelde adecuado a su ¨¦poca. Era sentimental y un poco dado a sacralizarlo todo, quiz¨¢ porque hab¨ªa estudiado para sacerdote.Era un socialista que ignoraba la industrializaci¨®n, un glosador de la vida sencilla que viv¨ªa de las rentas, un poeta en el estilo de Walt Withman y un defensor del amor de los compa?eros. Fue eso ¨²ltimo lo que, dada mi soledad, me atrajo". De ah¨ª, de las visitas a Carpenter, surge un libro que narra las vicisitudes de un amor homosexual.
La novela de Forster no es, un panfleto militante ni una cr¨®nica estricta de los usos y costumbres de la Inglaterra victoriana. Es, o pretende ser, algo m¨¢s rico. Clive, uno de sus protagonistas -el amor de Maurice-, abandona las pr¨¢cticas homosexuales por razones m¨¢s complejas que el pavor a ser v¨ªctima de un proceso semejante al de Oscar Wilde. Eso a la pel¨ªcula no le interesa, que convierte el viaje a Grecia en una carta postal y la reflexi¨®n personal en la interiorizaci¨®n de un reglamento policiaco.
Forster dec¨ªa en 1960 que la consideraci¨®n que merec¨ªa la homosexualid¨¢d ante la opini¨®n p¨²blica hab¨ªa ido "de la ignorancia y terror a la familiaridad y desprecio". ?se era el resultado de 50 a?os de historia. "La posibilidad de reincorporar algo de primitivo al mundo civilizado", que era el sue?o de Forster, tampoco interesa a Ivory, que en 1987 se limita a repetirnos, una y otra vez, que las preferencias sexuales de Maurice no son nefandas y que la Inglaterra de los colleges es y era represora.
Tanto tiempo, tanto dinero, tan buenos actores y tan espl¨¦ndidos t¨¦cnicos aplicados a repetir machaconamente algo que otras pel¨ªculas ya hab¨ªan contado mucho mejor y antes -baste recordar la reciente Another country, de Marek Kanievska-, hacen de Maurice un filme repetitivo y lento, sin querer instalado en la caricatura, fruto de la labor aplicada pero sin inspiraci¨®n de un cineasta convertido en ilustrador. Ivory no hace borrones, tiene una estupenda caligraf¨ªa, pero nada que contar.
Claro, que explicas que la serenidad no se logra queriendo ser como los dem¨¢s, sino siendo uno mismo, es un prop¨®sito digno de elogio, pero las intenciones morales y los resultados art¨ªsticos mantienen entre s¨ª una relaci¨®n bastante m¨¢s agitada que la de los personajes de este Maurice de Ivory.
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