Enemigos del teatro
En todos los oficios relacionados con la creaci¨®n art¨ªstica se considera de mal gusto que el artista responda a las cr¨ªticas adversas que desde los papeles p¨²blicos se le hacen. El artista siente una especie de pudor ante el hecho de coger el bol¨ªgrafo y defender su trabajo y se encierra en un mutismo elegante que, por lo general, es la salida m¨¢s airosa ante los rigores de la opini¨®n del cr¨ªtico. Y eso es bueno. Pero el problema se presenta cuando, amparado por la falta de respuesta, el cr¨ªtico empieza a transgredir las leyes ¨¦ticas de su oficio y, saltando de la iron¨ªa al sarcasmo, de la dureza a la injusticia, de la brillantez a la trivialidad, entra en un terreno en el que parece que todo, est¨¦ permitido, puesto que nadie dice lo contrario.Es obvio que la opini¨®n del cr¨ªtico es una opini¨®n subjetiva, pero tambi¨¦n debiera ser obvio que el af¨¢n del cr¨ªtico fuese la b¨²squeda de la m¨¢xima objetividad posible.
Sin rigor
No creemos que los artistas y creadores debamos soportar por m¨¢s tiempo las contradicciones, ambig¨¹edades, deformaciones y errores que se publican a menudo a costa de nuestro trabajo, para mayor relumbre de quien las escribe. Algunos cr¨ªticos han pasado con mucho esta frontera y su labor dista a?os luz de la modesta y rigurosa labor de explicaci¨®n de un fen¨®meno art¨ªstico y social y de valoraci¨®n y ubicaci¨®n de un artista en su contexto, facilit¨¢ndole al futuro espectador unos datos y unas claves tan claros y precisos como sea posible, para una mejor comprensi¨®n del espect¨¢culo. No. La mal llamada cr¨ªtica se reduce en muchos casos a unas cr¨®nicas fr¨ªvolas -a veces mal intencionadas- cuyo ¨²nico horizonte es el propio cr¨ªtico, el cual, sin ning¨²n recato, se convierte en el protagonista de su escrito y su gusto m¨¢s superficial se deriva en ley contra la que nadie puede protestar, so pena de ser considerado petulante. Creemos que eso no puede seguir as¨ª. Una cr¨ªtica mal hecha, gratuita, desinformada, tendenciosa, personalista, revanchista, desde el momento en que ve la luz p¨²blica en las p¨¢ginas de cualquier publicaci¨®n constituye un elemento gravemente perturbador de la comunicaci¨®n del artista con el p¨²blico, genera un estado de opini¨®n desfavorable hacia un espect¨¢culo, desmoraliza a sus creadores, retrae a las instituciones ante las ayudas que se hayan solicitado, ahuyenta a un p¨²blico ya de por s¨ª asustadizo y cansado; en definitiva, puede hacer abortar proyectos de futuro, y esto ha pasado ya demasiadas veces.
Un buen cr¨ªtico -un buen maestro- no debe vender opiniones caprichosas; su dif¨ªcil labor consiste en dar elementos suficientes para que cada espectador pueda formar su propia opini¨®n de un espect¨¢culo. Es responsabilidad suya informarse de los puntos de partida del artista y aclarar los horizontes a los que el creador se propon¨ªa llegar. Debe saber valorar las dificultades con las que un proyecto se tropieza en el momento hist¨®rico en que se plantea y debe se?alar los errores en que se haya incurrido.
Montar un espect¨¢culo es una labor dur¨ªsima, requiere mucho tiempo y mucha energ¨ªa... y mucho dinero; carg¨¢rselo es sumamente f¨¢cil: en 20 minutos de redacci¨®n se pueden echar por los suelos los proyectos m¨¢s costosos, centenares de horas de ensayo..,
El cr¨ªtico debe ser consciente de este tremendo desequilibrio entre su labor y la del artista; debe acercar el hecho teatral al espectador desde su privilegiada butaca. Y debe hacerlo con el m¨¢ximo respeto si no quiere convertirse en enemigo del teatro a base de abusar de una situaci¨®n demasiado c¨®moda. ?Acaso hay que volver a recordar que el teatro sin los profesionales de la cr¨ªtica seguir¨ªa siendo el mismo, mientras que la cr¨ªtica sin actores, ni directores, ni trabajadores del teatro se queda suspendida en la pura nada?
Para ejercer de cr¨ªtico hay que saber medir muy bien; hay que comprender muy bien lo que el artista se propone. Un artista debe ser medido seg¨²n su propio lenguaje. No es l¨ªcito enjuiciar a alguien partiendo de otras claves que no son suyas. Es claro que no puede hablarse de un espect¨¢culo de music hall aplic¨¢ndole medidas oper¨ªsticas, ni viceversa. El resultado ser¨¢ una cr¨ªtica mala, no para el sujeto criticado, sino para el cr¨ªtico, que incurre en la tremenda responsabilidad de cortar la comunicaci¨®n de un artista con el p¨²blico, y todo por su torpeza.
Nadie se encarga de criticar al cr¨ªtico, y demasiadas veces la direcci¨®n de un peri¨®dico se limita a buscar la firma de un apellido sonoro sin preocuparse m¨¢s por la calidad de sus contribuciones. As¨ª es como en peri¨®dicos serios en casi todas sus secciones el apartado de la cr¨ªtica teatral se ejerce a un nivel muy bajo.
Como modestos empujadores del carro del teatro en estos ¨²ltimos a?os, nos vemos en la obligaci¨®n de denunciar la trayectoria de unos cr¨ªticos que, a nuestro entender, no han sabido convertirse en rueda de transmisi¨®n entre el escenario y la platea, sino todo lo contrario. Han sido y son impunemente elementos que muchas veces han alejado -mediante cr¨ªticas mal planteadas- al p¨²blico de la escena; han hundido proyectos interesant¨ªsimos a base de enfatizar ¨²nicamente los aspectos m¨¢s d¨¦biles de un espect¨¢culo, silenciando los aspectos positivos, a veces con una mezquindad incomprensible. Han ensalzado con aires ditir¨¢mbicos espect¨¢culos puntuales (la mayor¨ªa de ellos extranjeros) para derrumar, mediante otras, creaciones de igual calidad.
Falta de solidaridad
En los a?os que llevamos en la profesi¨®n hemos visto c¨®mo el teatro catal¨¢n renac¨ªa a base de esfuerzos tremendos por parte de actores, directores, compa?¨ªas y profesionales del espect¨¢culo. Y es triste comprobar que toda esta labor se ha desarrollado, salvo algunas excepciones, pese a la cr¨ªtica, contra una cr¨ªtica m¨¢s dispuesta al derribo -incluso a veces al insulto- que a la construcci¨®n. No vamos a caer en la tentaci¨®n de los ejemplos; hay tantos que podr¨ªamos rellenar un libro entero, pero s¨ª vamos a reclamar de las direcciones de los peri¨®dicos y publicaciones en general una mayor seriedad en el tratamiento del hecho teatral; de los organismos p¨²blicos, un debate serio sobre el tema de la cr¨ªtica; de los compa?eros de oficio, una p¨¦rdida de pudor ante la trivialidad con la que en muchos casos se escribe acerca de los espect¨¢culos; y del p¨²blico en general nos atrevemos a reclamar mas confianza en la labor del artista y en su propia opini¨®n acerca de ello, que no en la cada vez m¨¢s personalizada e insustancial cr¨ªtica.
No queremos olvidar tampoco el hecho triste pero cierto de la falta de solidaridad del artista para con sus compa?eros de profesi¨®n. Esta falta de solidaridad que se puede observar en el hecho de que en nuestra profesi¨®n teatral el fracaso de cr¨ªtica de un espect¨¢culo es recibido muchas veces con alivio por parte de profesionales que ven en su compa?ero a su competidor. Este lamentable punto de vista es una de las razones m¨¢s profundas que deber¨ªan solventarse si se desea llega a disponer de una cr¨ªtica justa y solvente, fiable; en una palabra: profesional.
Son todav¨ªa pocos los actores, directores, escenograf¨ªas, etc¨¦tera que se indignan a la vista de una rese?a mal planteada de un espect¨¢culo ajeno; abunda la creencia de que "si a los dem¨¢s les va mal, mejor. M¨¢s posibilidades tengo yo de destacar". Una visi¨®n m¨¢s solidaria de la gente del teatro acerca de los ¨¦xitos y fracasos de su propia profesi¨®n constituir¨ªa una de las defensas m¨¢s elocuentes ante las desautorizaciones y arbitrariedades de los cr¨ªticos. Es evidente que el ¨¦xito de un espect¨¢culo redunda en beneficio de todo el mundo teatral -p¨²blico y cr¨ªtica incluidos-, y no deja de ser sorprendente la satisfacci¨®n de muchos actores ante la crueldad con la que se zahiere a un colega.
El mal cr¨ªtico y el mal actor tienen una cosa en com¨²n: el resentimiento. Ambos han olvidado, o no han sabido jam¨¢s, que su arte trasciende con mucho las peque?as camarillas y cen¨¢culos.
Mientras el oficio de actor se mueva en las resbaladizas pendientes de la competencia personal m¨¢s miope, los horizontes se mantendr¨¢n cerrados y cualquier persona que le venga en gana autotitularse cr¨ªtico de teatro podr¨¢ seguir dando sus palos de ciego con el regocijo de unos cuantos y la impotencia de los afectados. En definitiva, un triste panorama.
Los grupos Els Joglars Comediants y Dagoll Dagom, Tricicle, el actor Pepe Rubianes y los teatros Condal (Mario Gas) Villaroel y Victoria firman este art¨ªculo colectivamente.
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