Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, el espa?ol civilizado
El ex ministro de Exteriores ingresa el jueves en la Academia
Cuando Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, vasco, de 78 a?os, entre, el pr¨®ximo jueves, en la Academia Espa?ola, contemplado por los Reyes, que han querido escuchar el discurso de ingreso del que fue secretario del consejo del conde de Barcelona, probablemente lo haga como habitualmente llega a los sitios: oteando el horizonte, como el viajero que es, caminando con una lentitud de alfombra, como un hombre que se impone el paseo como una manera de amansar las ideas, y sonriendo hasta donde le permite la solemnidad que venga al caso.
Areilza, escritor de viajes, comentarista pol¨ªtico y narrador de historias -acaba de publicar su libro de ficci¨®n Siete relatos-, tiene el privilegio de haber dado a la luz una de las frases de fortuna de la transici¨®n espa?ola. A ¨¦l se debe, seg¨²n recuerda, el t¨¦rmino derecha civilizada, y ¨¦l mismo es un exponente de ese car¨¢cter civilizado que ¨¦l otorga a cierta derecha espa?ola. Tolerante y levemente altivo, su porte intelectual es el del europeo moderno que est¨¢ m¨¢s cerca de Heath que de Thatcher, mucho m¨¢s pr¨®ximo -incluso- a Mitterrand que a Le Pen.A la Academia de la Lengua llega con una dilatada vida profesional en el ¨¢mbito de la diplomacia y de la pol¨ªtica. Fue alcalde de Bilbao en la posguerra, y esa adscripci¨®n al franquismo le ha valido varapalos biogr¨¢ficos a los que ¨¦l responde con la frase que C¨¢novas us¨® en las Cortes para replicar a quien le reprochaba su pasado. "Cada vez que hablo ante esta C¨¢mara", vino a decir C¨¢novas, "tengo en cuenta mi pasado, y nadie lo conoce mejor que yo". Areilza a?ade hoy: "Un hombre que no asume p¨²blicamente los rumbos que ha tenido que rectificar est¨¢ abocado al fracaso o a la inepcia".
Con esa biograf¨ªa fue el primer ministro de Asuntos Exteriores de la restauraci¨®n mon¨¢rquica -y como tal fue el rostro de la primera foto de portada de este mismo peri¨®dico, en el que ¨¦l ahora colabora asiduamente- y luego fue presidente de la Asamblea del Consejo de Europa. Antes -despu¨¦s de su aventura municipal en Bilbao- - fue director general de Industria y, sucesivamente, embajador en Washington, Buenos Aires y Par¨ªs. La transici¨®n espa?ola le situ¨® cerca de la jefatura del Gobierno, a la que aspir¨®, pero fue Adolfo Su¨¢rez el elegido. ?l no niega que ¨¦sa fue su apetencia, pero considera que quienes hicieron el trabajo que a ¨¦l se le hubiera encomendado "realizaron una gran labor. El proceso de transici¨®n democr¨¢tica fue un gran acierto por la forma en que se llev¨® a cabo y por las consecuencias que ese esfuerzo ha tenido en los ¨²ltimos 10 a?os". ?Hubiera legalizado Areilza el PCE con tanta celeridad como Su¨¢rez? "Por supuesto. Cuando era ministro de Exteriores me preguntaron en Par¨ªs si yo le facilitar¨ªa un pasaporte a Santiago Carrillo. Claro que s¨ª, dije, y eso desat¨® las iras de la derecha ultramontana. Pero era mi opini¨®n. Y la sostuve'.
Habitualmente viste de oscuro, con chaleco, y en los buenos restaurantes de Madrid le dispensan el tratamiento de conde de Motrico que le corresponde con la familiaridad de quien reitera la visita como un habitual del sitio.. Cuando le entrevistamos, en los salones del hotel Ritz, de Madrid, se le acerc¨® una joven, que le salud¨® y le pirope¨® largamente. "Eres", le dijo, "el m¨¢s europeo de los espa?oles importantes". Areilza le bes¨® la mano y musit¨®: "Exagera usted". La joven concluy¨® su conversaci¨®n laudatoria con una pregunta que Areilza respondi¨® como un diplom¨¢tico de carrera que hubiera le¨ªdo a S¨®ren Kierkegaard. "?Crees en el destino?", le pregunt¨® la chica. "S¨ª, despu¨¦s de que ha ocurrido", le respondi¨®.
Car¨¢cter cercano
Quienes le han visto sin o¨ªrle en tertulia entender¨ªan que su perfil adusto y como altivo esconde un cierto desprecio por lo que dicen los dem¨¢s. Los que le han o¨ªdo saben que ¨¦sa es una impresi¨®n falsa. Puede iniciar una conversaci¨®n as¨ª: "?Trabajas mucho?". Tras la respuesta, Areilza dir¨ªa: "Y est¨¢s bien organizado?". Luego seguir¨ªa interes¨¢ndose por el mundo del que proviene su interlocutor, y alguna que otra vez hablar¨¢ de s¨ª mismo y de algunos fantasmas que pueblan Motrico, el refugio que ¨¦l tiene en la costa vasca. Ese car¨¢cter cercano a lo que el interlocutor diga signa la vida cotidiana de este hombre met¨®dico que hoy seguir¨¢, casi con toda seguridad, la misma agenda de siempre, combinando el paseo con los amigos con la tertulia "en la que se habla de todo y por su orden".
Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza tiene 78 a?os, pero conserva un entusiasmo juvenil que le hace re¨ªr ante la an¨¦cdota habitual de la grandeza y la miseria de los humanos. Muy proustiano en sus aficiones literarias, ¨¦l mismo es un pozo de memoria que le acompa?a con la edad. ?Y qu¨¦ es la edad? "La edad es el tiempo que se ha vivido, convertido en estructura de recuerdos, que es lo que finalmente es el hombre: una pir¨¢mide de memoria".
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