?Ya es hora!
Hemos recorrido un largo camino, lleno de obst¨¢culos y dificultades, arrancando experiencias representativas y participativas concretas -cual es el caso de los ayuntamientos, la sanidad, la Seguridad Social y Correos-, pero hasta ahora no hab¨ªamos conseguido ni generalizar las elecciones ni dotarnos de un m¨ªnimo marco normativo que estableciera las reglas del juego de las relaciones laborales y sindicales en las administraciones p¨²blicas.Al cabo de casi nueve a?os de que nuestra Constituci¨®n reconociera el sindicalismo libre, tambi¨¦n en la Administraci¨®n, despu¨¦s de que el resto de los trabajadores han realizado ya cuatro procesos electorales, incluyendo en dichos procesos a m¨¢s de 200.000 contratados de las administraciones, transcurridos ya cuatro gobiernos constitucionales, por fin los funcionarios vamos a elegir a nuestros representantes. Para los que llevamos tanto tiempo al pie del ca?¨®n sindical, quienes venimos a?o tras a?o demandando esa ya vieja reivindicaci¨®n, es una gran satisfacci¨®n haberla alcanzado, aunque a¨²n quede tanto camino y tantas reivindicaciones por conseguir. Porque, al margen de los resultados, estas elecciones significan la superaci¨®n de una inadmisible injusticia hist¨®rica que hemos sufrido los funcionarios. Enhorabuena, pues, a todos.
Pero, sin empa?ar esa satisfacci¨®n, somos perfectamente conscientes de que estas elecciones, al tiempo que son el final de una injusta etapa, tienen que ser una palanca para el desarrollo y profundizaci¨®n de los derechos econ¨®micos, profesionales, sociales y sindicales de los funcionarios.
A partir de este momento, si los sindicatos que vamos a resultar m¨¢s representativos asumimos responsablemente nuestro papel y somos sensibles a las demandas de los funcionarios, tendremos que trabajar firme y unitariamente para desterrar y superar, tambi¨¦n, otras injusticias hist¨®ricas sustantivas que venimos padeciendo.
Porque hay que ser fuertes y decididos para quebrar esa constante p¨¦rdida de poder adquisitivo que globalmente se nos impone en cada ley de Presupuestos. Los funcionarios saben, adem¨¢s, que en los ¨²ltimos a?os se ha producido el m¨¢s injusto de los repartos salariales en la funci¨®n p¨²blica espa?ola. Mientras una gran mayor¨ªa ha visto mermado seriamente su poder adquisitivo, otros, no pocos, curiosamente los situados en los escalones profesionales m¨¢s elevados, han disfrutado un suculento aumento en sus retribuciones. Y todo ello merced a un sistema retributivo abierto a la discrecionalidad que, combinado con un sistema de promoci¨®n profesional injusto en teor¨ªa y a¨²n m¨¢s injustificable en su aplicaci¨®n pr¨¢ctica, est¨¢ generando las m¨¢s altas dosis de irracionalidad, arbitrariedad y clientelismo, palabras que son el p¨®rtico de la desprofesionalidad y la desincentivaci¨®n de la funci¨®n p¨²blica y cuya consecuencia no puede ser otra que destrozar ese extraordinario y apasionante objetivo que deb¨ªa haber sido la reforma de las administraciones p¨²blicas.
Porque hoy, a estas alturas, nadie se cree, ni los m¨¢s ilusos ni los m¨¢s descarados, que esta Administraci¨®n est¨¢ llevando a cabo un proceso de reforma en positivo. Ni los que trabajamos en la Administraci¨®n ni los propios ciudadanos, que, al fin y al cabo, son los que democr¨¢ticamente vienen dando su apoyo al partido del Gobierno, para, entre otras cosas, construir una Administraci¨®n p¨²blica moderna, eficaz, con un rostro humano cercano al ciudadano y a su servicio, motor del desarrollo econ¨®mico y social, redistribuidora de la riqueza nacional.
Ya es hora, tambi¨¦n, de que de una vez por todas esa gastada palabra que es la reforma de la Administraci¨®n se acometa con rigor y profundidad. De que se abra en este pa¨ªs un amplio debate sobre su contenido y requisitos reales. De que este Gobierno destierre el orgullo malsano y la frivolidad y que, al igual que ha ocurrido en otros pa¨ªses con mucha mejor posici¨®n que el nuestro, se acometa como una cuesti¨®n de Estado, abriendo la participaci¨®n en ese debate a las fuerzas pol¨ªticas, sindicales y ciudadanas. Desde 1982 hasta hoy se ha desaprovechado una ocasi¨®n hist¨®rica. No podemos tolerar un nuevo fracaso y decepci¨®n.
El hecho sindical
Por ello, nuestro sindicato plante¨®, desde el principio, la necesidad l¨®gica y el derecho sindical de que las elecciones se hubieran realizado antes de iniciar el proceso de reforma legal en la funci¨®n p¨²blica. Parece de sentido com¨²n, creo yo, que, reconocido el hecho sindical en nuestro pa¨ªs como un instrumento constitucional b¨¢sico para la defensa y promoci¨®n de los intereses econ¨®micos y sociales de los trabajadores, dicho proceso se hubiera llevado a cabo con la participaci¨®n de los sindicatos m¨¢s representativos electos. No fue as¨ª, como bien se sabe, pero tiene que ser as¨ª. Por eso nuestro sindicato sigue manteniendo como uno de sus ejes reivindicativos la negociaci¨®n del Estatuto de la Funci¨®n P¨²blica, cuyo mal remedo es hoy esa fracasada ley de Medidas para la Reforma que al cabo de tan s¨®lo tres a?os de vigencia ha demostrado su m¨¢s rotundo fracaso.
Y hay que ser fuertes, decididos y unitarios para conquistar el derecho a la negociaci¨®n colectiva, otra de las asignaturas pendientes de nuestra democracia que, a pesar de los compromisos y promesas en 1982, tambi¨¦n ha suspendido este Gobierno. Porque, como bien se sabe, la nueva legislaci¨®n limita gravemente este derecho, y mantiene con las m¨¢s torpes argumentaciones robadas a la derecha de toda la vida esa negativa que supone situar a los funcionarios como servidores y ciudadanos de segunda.
Por eso este a?o, de nuevo, nuestro sindicato ha vuelto a convocar a los funcionarios a expresar su protesta y su disconformidad con el actual estado de cosas. Hasta este a?o lo hemos hecho en solitario. Otros sindicatos, o bien han mantenido escandalosos silencios c¨®mplices, o bien se han alineado sin rubor con las iniciativas o decisiones del Gobierno.
Nuestras reivindicaciones son las de ayer y ser¨¢n las de ma?ana hasta conseguirlo. Nuestro sindicalismo se entronca con las se?as de identidad del movimiento sindical, con el resto de los trabajadores, porque nosotros tambi¨¦n lo somos, y queremos reconciliar al ciudadano con el trabajador de la Administraci¨®n, que analice con nosotros y entienda que esta desastrosa Administraci¨®n no es la que queremos los funcionarios, que queremos una Administraci¨®n eficaz y profesionalizada en la que nos encontremos retribuidos de acuerdo con el trabajo realmente desarrollado y ocupemos los puestos sin otra consideraci¨®n que nuestra capacidad para desarrollarlo.
Y vamos a trabajar decididamente comprometidos, para evitar que se desarrolle en la Administraci¨®n un sindicalismo amarillo, seudoindependiente, entreguista y burocratizado, cual dise?a la ley de Representaci¨®n. Porque no entendemos sino el sindicalismo de la participaci¨®n de todos, del compromiso democr¨¢tico, de las decisiones colectivas, el sindicalismo que combina la propuesta, la alternativa y la negociaci¨®n leal con la presi¨®n asumida y defendida por todos. Para nosotros, estas elecciones son un aut¨¦ntico reto; vamos a contrastar varias versiones de hacer sindicalismo y los funcionarios tienen la palabra. No se trata tanto de una confrontaci¨®n de sindicatos, sino, fundamentalmente, de contrastar pr¨¢cticas y modelo sindicales. De que decidan o no mantenerse al margen del resto de los trabajadores y sus organizaciones sindicales, de que apuesten o no por ser protagonistas activos y organizados de la conquista, defensa y desarrollo de sus intereses.
Como dice nuestro actual presidente, Marcelino Camacho, y hemos aprobado en nuestro reciente IV Congreso Confederal, tambi¨¦n para los funcionarios comienza a ser la era del optimismo, la hora del dinamismo, de darle cuerda, entre todos, a ese reloj parado que hoy son nuestros derechos. ?Ya es hora!
es secretario general de la Federaci¨®n de la Administraci¨®n P¨²blica de CC OO en nombre de las Federaciones de Sanidad, Ense?anza y Correos y Telecomunicaciones de CC OO.
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