Los nuevos austroh¨²ngaros
Proliferan de un tiempo a esta parte las muestras de un nacionalismo espa?ol que responde, en lucha bastante desigual, a quienes han hecho de aquello del "Estado espa?ol" su jaculatoria predilecta y pasan los d¨ªas asegurando las "se?as de identidad" m¨¢s rec¨®nditas. Unos se identifican con lo mejor de la tradici¨®n liberal espa?ola, que es nacionalista y unitaria, para jurar por la memoria de Manuel Aza?a y citar oportunamente a don Am¨¦rico Castro. Otros, no menos vinculados a ese esp¨ªritu, prefieren el sarcasmo mordaz y procuran evitar las grandes palabras. Y aqu¨¦llos se encuentran mejor en la estirpe de la apelaci¨®n irracional (y dicen que "m¨¢gica") de las esencias colectivas. Que hay, en fin, para todos los gustos... Pero conviene advertir que el libro del ling¨¹ista Gregorio Salvador Lengua espa?ola y lenguas de Espa?a, aunque use con largueza de la zumba y aunque su autor crea en la grandeza de la lengua espa?ola, no pertenece a ninguno de esos modos -tan leg¨ªtimos, por lo dem¨¢s- de tratar lo que se relaciona con el tema de Espa?a y sus "naciones", sea para proclamar su relaci¨®n dial¨¦ctica, su enfrentamiento excluyente o su naturaleza complementaria.Es precisamente muy de agradecer que los temas que aborda Lengua espa?ola y lenguas de Espa?a est¨¦n tratados sub specie de objetos cient¨ªficos y que se proponga resolverlos como tales, aunque sea con la vehemencia que es consustancial al ensayo y m¨¢s todav¨ªa al ensayo le¨ªdo, o conferencia. Pero nadie se enga?e tampoco con respecto a la imparcialidad cient¨ªfica en materia de humanidades: los problemas ling¨¹¨ªsticos que all¨ª se tratan -y cualesquiera otros de ese jaez- implican opciones pol¨ªticas, concepciones de la convivencia, im¨¢genes de uno mismo en su relaci¨®n con los dem¨¢s, ejercicios de voluntad o invitaciones a la coerci¨®n. Por muy materna que la lengua sea, el hecho de ejercerla -de hablarla- impone y supone el ejercicio de un derecho, y, es sabido que tal cosa no siempre es f¨¢cil, porque implica los derechos de los dem¨¢s. La lengua es un sistema que nos socializa por mucho que tendamos a verla como un hecho natural, que nace con nosotros: no la sustenta la ecologia, sino la pol¨ªtica y la sociolog¨ªa. Y, en su terreno, nada -ni aquello que los positivistas bautizaron como "leyes fon¨¦ticas"- es de obligado cumplimiento o se zafa a los rumbos de la historia que edifica la voluntad hurriana. (Si no fuera as¨ª, los actuales franceses, en virtud de una ley fon¨¦tica, dir¨ªan "e" en lugar de "abeille", con notoria mengua de su capacidad de entenderse. Si las coerciones que impone la historia no tuvieran ning¨²n sentido y no sirvieran de nada, esos mismos franceses hablar¨ªan lo que hablaba Ast¨¦rix y no una lengua romance. Si ciertos rasgos de la vida argentina no hubieran impuesto al verbo "coger" una enojosa bisemia o doble significado, los porte?os no "tomar¨ªan el subte" ni se escandalizar¨ªan cuando lo coge un peninsular.) Nada de cuanto implica la lengua deja de ser pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica y, por ende, todo es posible si se quiere: extirpar -o pretender hacerlo- el idioma de un pueblo o modificar un tratamiento de respeto (como hizo infructuosamente el fascismo italiano), reformar una ortografia o imponer una lengua a los hablantes de otra; erradicar ciertas expresiones o imponer otras o nuevos sentidos a las existentes. Las lenguas se defienden muy mal de sus enemigos. Lo hace un poco niqJor la escrita, m¨¢s conservadora de suyo o garantizada por el prestigio literario, pero la lengua hablada es pusil¨¢nime y pacta o abdica y se esconde debajo de quien la ha vencid.o (y forma un sustrato que modificar¨¢ la lengua nueva). Los ¨²nicos l¨ªmites de la actuaci¨®n sobre una lengua son el tiempo (pues cuesta asentar las modificaciones) y la legitimidad moral de la acci¨®n que se pretenda. Y aqu¨ª Gregorio Salvador habla simplemente de otra barrera m¨¢s f¨¢cil de traspasar: la legitimidad cient¨ªfica de lo que se diga de la lengua, la raz¨®n hist¨®rica que asiste a quienes barbarizan a su prop¨®sito con rri¨¢s impunidad y suficiencia de la que debieran.
Es Espa?a hay, y esto es innegable, un "problerna ling¨¹¨ªstico". Ficticio o no, existe, aunque no sea el mismo que en B¨¦lgica o en Canad¨¢, donde Estados modernos debieron reconocer una dualidad idiom¨¢tica que preexist¨ªa en mucho y que adem¨¢s se presentaba en condiciones de sensible igualdad. Ni nuestro caso es el mismo de Irlanda, donde el idioma propio es minoritario frente al extranjero adoptado y vive de la protecci¨®n oficial. O de los pa¨ªses de Centroeuropa y los Balcanes, donde lo idiom¨¢tico es una pieza m¨¢s de un rompecabezas ¨¦tnico, pol¨ªtico y religioso, ahondado por migraciones recientes y unidades artificiales. Pero Espa?a no es B¨¦lgica ni Irlanda (ni lo es siquiera el caso peculiar del Pa¨ªs Vasco, por cierto), ni mucho menos -aunque algunos lo dan por establecido- es el imperio austroh¨²ngaro en la hora de su disoluci¨®n. Aventurar¨¦ una hip¨®tesis explicativa del "problema ling¨¹¨ªstico" espa?ol, aunque sea para desmentirla y rebajarla a rengl¨®n seguido: nuestro "problema" es una consecuencia m¨¢s de la insuficiencia institucional
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Los nuevos austroh¨²ngaros
Viene de la p¨¢gina anteriorde nuestro siglo XIX, de: nuestra revoluci¨®n liberal burguesa, que fue incapaz de imponer el yugo de lo unitario con la rotundidad, el ¨¦xito y la aceptaci¨®n con que lo hicieron otros vecinos pluriling¨¹es (Francia desde Napole¨®n, e Italia, m¨¢s pr¨®xima, desde el cercano Risorgimento). All¨ª actu¨® el prestigio de una imagen nacional que se asent¨® en una poderosa seducaci¨®n p¨²blica y en un oportuno manojo de medidas secularizadoras de la sociedad: aqu¨ª, sin embargo, la educaci¨®n nacional fue la cenicienta de la Administraci¨®n decimon¨®nica, y la injerencia de la Iglesia cat¨®lica ceg¨® muchos de sus caminos. No es casual, ni punto menos, que las lenguas vern¨¢culas que sobrevivieron a tantos maestros mal pagados por los municipios e incultos de solemnidad encontraran su refugio bajo las faldas del p¨¢rroco en sociedades muy rurales como las nuestras.
Claro que conviene establecermatices de peso. Quiz¨¢ el paradigma no se ajuste del todo sino a Galicia. En el Pa¨ªs Vasco alent¨® los inicios del vasquismo, pero lo que hoy se vive es m¨¢s complejo: una esquizofrenia entre un proyecto pol¨ªtico arcaico y las exigencias de una sociedad industrial misteriosa mente tentada por la simplicidad de aqu¨¦l, entre una tendencia al profetismo y otra al pacto inteligente, y todo ello sobre una base antropol¨®gica marca da por el etnocentrismo, el matriarcado y el culto de la fuerza viril. M¨¢s complejo es todav¨ªa el caso de Catalu?a, que ha sido -y en parte ha de seguir siendo- a la vez motor de modernizaci¨®n espa?ola y cabeza del proteccionismo econ¨®mico, centro editorial de la lengua espa?ola y protagonista de un proceso de definici¨®n nacional patol¨®gicamente identificado con la lengua propia... El problema ling¨¹¨ªstico no es aqu¨ª la subsistencia del gallego, del euskera y del catal¨¢n, sino la pelea de sus hablantes contra el espa?ol y la obsesi¨®n de culpabilizarlo de sus males, cuando tienen tan a mano los nombres de los responsables pol¨ªticos de humillaciones y miserias. Elproblema es haber trasladado a la cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica no los aspectos m¨¢s constructivos de la nacionalidad, sino un oscuro problema de autoafirmaci¨®n personal, por intercesi¨®n de la colectividad: el problema que llevaba a una ling¨¹ista avezada y con cargo pol¨ªtico de responsabilidad a exigir de un camarero andaluz en el aeropuerto de Palma que entendiera su catal¨¢n. ?Siniestra parodia de cuando alg¨²n miserable chupatintas exig¨ªa "hablar en cristiano" a quienes lo hac¨ªan en catal¨¢n en su sacrosanta presencial Vengan en buena hora la cooficialidad de las lenguas en los ¨¢mbitos correspondientes, la exigencia -y no corrijo una tilde- de conocerlas a quienes ejerzan la funci¨®n p¨²blica en las comunidades biling¨¹es o a quienes en estos a?os reciben educaci¨®n en ellas, amp¨¢rese -sin cicater¨ªas, pero tambi¨¦n sin cursiler¨ªas ni excesos- su uso p¨²blico y el reconocimiento de sus obras literarias fuera de las fronteras..., pero mucho me temo que, aun despu¨¦s de logrado ese desider¨¢tum, persista el "problema ling¨¹¨ªstico".
Y es que muchas de las tergiversaciones escandalosas que denuncia el libro de Gregorio Salvador se refugian en resentimientos y agresividades m¨¢s profundas, a las que la -ciencia no convence. Me limitar¨¦ a censar algunas al hilo del volumen de referencia para que se vea d¨®nde se agazapa de verdad el c¨¢ncer ling¨¹¨ªstico de nuestra convivencia. ?Se consentir¨¢ en la Constituci¨®n vigente que la lengua com¨²n, ese "rumor de los desarraigados", se llame "lengua espa?ola", si su origen fue servir -lo apuntaba muy inteligente y algo sofista, Angel L¨®pez Garc¨ªa- precisamente como lengua com¨²n entre pueblos de hablas muy distintas? ?Podr¨¢ convencerse a los valencianistas m¨¢s tenaces de que su lengua propia es el catal¨¢n, en su modalidad occidental-valenciana, y no esa pretendida "lengua valenciana" que alg¨²n orate dice ser heredera de las hablas moz¨¢rabes levantinas? ?Dejar¨¢n algunos aragoneses y asturianos de agitar las venerables ruinas de las hablas rom¨¢nicas aut¨®ctonas en el vano esfuerzo de que anden solas y como las lenguas unitarias que nunca llegaron a ser? ?Leeremos alg¨²n d¨ªa un tratado cient¨ªfico -se burlaba hace a?os Gustavo Bueno- sobre el "paisanu madaleniense" editado por la Universid¨¢ d'Uvieu, o alg¨²n cura celebrar¨¢ esa afrenta que alguien conoce como "misa baturra" ameniz¨¢ndola con una homil¨ªa en fabla, como parece que ya se ha hecho? ?Se seguir¨¢ aceptando -como si de un derecho inalienable se tratar¨¢- la tendencia de ciertos locutores de audiencia nacional a usar de una pronunciaci¨®n marcadamente regional, en voluntaria ignorancia de una norma culta que autoriza ciertos rasgos, pero que no es franquicia para la ininteligibilidad ni debe confundir el dialectalismo con el vulgarismo?
Mientras los nuevos austroh¨²ngaros nos sigamos peleando con nuestra propia sombra com¨²n (eso viene a ser el espa?ol: la sombra que entre todos hemos dejado en la historia y, m¨¢s todav¨ªa, en la geograf¨ªa), y mientras transfiramos con tanto denuedo nuestros problemas al pr¨®jimo que mejor los encaja, habr¨¢ "problema ling¨¹¨ªstico".
es catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola de la universidad de Zaragoza.
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