Aniversario
El poeta se ha levantado pronto para cortar la cinta de sus 85 a?os. La casa se balancea todav¨ªa sobre el perfil abultado de las sombras y el oto?o pone en los cristales un temblor confuso de ¨²ltimas luces artificiales y primera claridad. Tejado a tejado, bajo la soledad mon¨®tona de la radio, Madrid acaba por aparecer muy limpio, elegante, repeinado, feliz como el ni?o que asiste a un cumplea?os. El poeta lo mira densamente, recordando todo lo compartido y todas las distancias, y hace suya la melancol¨ªa de aquellas frases de Larra: "?Qu¨¦ es un aniversario? Acaso un error de fecha. Si no se hubiera compartido el a?o en 365 d¨ªas, ?qu¨¦ ser¨ªa de nuestro aniversario?". El a?o en 365 d¨ªas y la vida, lejos o cerca, en 85 a?os con voluntad de compartir.Siempre el pasado, siempre, por encima de todo, la tenaz compa?¨ªa acaparadora del presente. Es dif¨ªcil ser fiel, mucho m¨¢s diricil ser coherente, porque exige otro esfuerzo mayor y penetrante. Los dos adjetivos enredan su sem¨¢ntica en el laborioso esfuerzo por el respeto propio y la dignidad colectiva; sin embargo, la fidelidad ata sus s¨ªlabas en el pasado, y la coherencia desata, empuja hacia una pregunta que est¨¢ situada en el futuro. La fidelidad puede Regar a ser agua estancada, espejo de sombras; la coherencia no, porque engloba al hombre fiel y lo sostiene m¨¢s all¨¢ de las repeticiones lit¨²rgicas de la edad.
No est¨¢ cansado. El poeta piensa que su vida y sus versos han caminado sobre la misma ruta de arena subterr¨¢nea surgida desde abajo. Los libros se desordenan en las estanter¨ªas, inclinados como experiencias a¨²n vivas, desencuadernados como el oto?o abierto de esta ma?ana de aniversario, sucedi¨¦ndose de fecha en fecha, multiformes en su diversidad. Cada palabra se convierte en una frontera cuando escribir es un ejercicio necesario, una ruleta de apuestas ¨²nicas con la consigna de estar siempre en primera l¨ªnea, frente a frente con los ojos del riesgo. De ah¨ª que lo regocijante de su caso no est¨¦ s¨®lo en la calidad independiente de unas obras, sino en el itinerario global, en el laberinto recorrido, emblema de todo un momento que salt¨® de roca en roca para buscar la palabra real y juvenil, el verso capaz de expresar la verdad humana a trav¨¦s de los s¨®rdidos inconvenientes de una civilizaci¨®n fracasada. Tiempo pleno, partido por la profec¨ªa y el mito, tiempo sin jubilaci¨®n, que no envejece, que acaso simplemente se convierta en memoria.
Su ejemplo quiz¨¢s es el m¨¢s claro de aquella intensidad. Primero, la canci¨®n tradicional y cortesana, los tonos populares de Andaluc¨ªa; luego, la palabra perfecta, la exactitud pulida de las formas gongorinas; m¨¢s tarde, el surrealismo controlado, los versos de intenci¨®n civil y combativa, la lucidez del conocimiento que abandona los para¨ªsos perdidos para volverse sobre la m¨¢s humilde y misteriosa historia personal. Parece como si de un golpe, en un momento de tensi¨®n diab¨®lica, se repitiese todo el curso de la poes¨ªa europea contempor¨¢nea y el autor rom¨¢ntico caminase junto al modernista, y el modernista junto al exaltado muchacho de la vanguardia o con el reflexivo poeta de la experiencia cotidiana. S¨ª, el poeta sabe que su vida y su poes¨ªa han caminado la misma ruta y que los t¨ªtulos de los libros se mezclan, en las memorias reci¨¦n escritas.Tambi¨¦n ¨¦l, igual que su poes¨ªa, parece haber cruzado una historia colectiva, la historia hecha ya palabra, su palabra.
Porque al fin de todo el amor por el ir y venir del hombre es el amor a la palabra; a la palabra puesta encima de la l¨¢mina del mar o socavada como los muros de la ciudad; palabra de baja voz al o¨ªdo de alguien o de plaza p¨²blica junto a la muchedumbre. ?D¨®nde acaban los aniversarios? Yo tengo, decide el poeta, la edad de mi lengua; no me quito edad, sino que me la pongo, porque con mi lengua he cumplido m¨¢s de mil a?os y sigo creyendo en su juventud milenaria, all¨ª donde se dicen las verdades del carbonero o los trucos del prestidigitador.
Despu¨¦s de tanta vida imprevisible, el poeta sabe que hay una parte importante de la memoria, o de la cultura, que no est¨¢ formada por los recuerdos, un territorio de formas desechas parecido al sedimento silencioso que nutre lentamente la tierra f¨¦rtil. Sucesos que forman parte de la persona que los vive y los olvida. All¨ª residen todos los versos que nadie recuerda en alta voz; de all¨ª surge todav¨ªa, con el mismo inicial escalofr¨ªo, la canci¨®n medieval, casi una queja repetida sin due?o, y el soneto renacentista y la met¨¢fora de vanguardia que el poeta recita y se recita a lo largo del d¨ªa, utilizando una deliciosa irresponsabilidad fon¨¦tica de andaluz con muchas conversaciones de destierro en Buenos Aires y en Roma. M¨¢s que nunca, ahora, a sus 85 a?os, este hombre es el sedimento de la poes¨ªa, la honradez de la lengua, el gusto y el respeto por la palabra. Una forma de ser en el idioma, una manera de andar entre la gente.
El poeta tiene ganas de escribir esta ma?ana. De pronto se incomoda con las obligaciones del d¨ªa, descuelga el tel¨¦fono y se adentra en su soledad. Se arriesga, se apasiona, descubre el mundo como si fuese el primer d¨ªa que intenta unos versos. Escribe arrebatadamente, olvidado de que hoy, 16 de diciembre de 1987, era la fecha prevista para que cumpliese 85 a?os.
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