El lastre del corporativismo judicial
Analizando diversos ejemplos de problemas muy delicados relacionados con la justicia, el autor sostiene que, con todo, es posible enderezar la situaci¨®n actual. Pero hace hincapi¨¦ en la necesidad de superar previamente las actitudes corporativistas que, en ocasiones, sostienen incluso los sectores progresistas.
Es raro el d¨ªa en que no aparecemos en la Prensa. Me refiero, naturalmente, a los jueces. Cada ma?ana, con el primer caf¨¦, puede leerse alguna noticia que hace referencia a este o aquel juez, al tribunal de aqu¨ª o de all¨¢... Y si es raro que alg¨²n d¨ªa no sean noticia los jueces, m¨¢s raro es a¨²n que esas noticias sean halag¨¹e?as para el ciudadano, favorables para el aludido.Lo corriente es lo contrario: jueces que no han evolucionado con la sociedad de que forman parte y se escandalizan ante hechos que hoy todo el mundo acepta, indemnizaciones absurdas para supuestas ofensas a un honor que retrotrae a los tiempos de Calder¨®n, tribunales que dictan sentencias distintas para casos iguales... Y adem¨¢s, atrasos, atascos, lentitudes... Si algunos miembros de la propia judicatura han llegado a afirmar, en un rapto de sinceridad, que la justicia es un "cachondeo", nada tiene de extra?o que el sentimiento difuso entre los ciudadanos sea que la justicia no funciona.
Se ha celebrado en Madrid un congreso de miembros de las distintas profesiones jur¨ªdicas, sin otro lazo que una com¨²n postura progresista, y han llegado a la conclusi¨®n de que la justicia tiene arreglo. Es posible que, adem¨¢s de progresistas, fueran tambi¨¦n un poco ingenuos. O algo optimistas. Pero han elaborado unas ponencias, que m¨¢s adelante se proponen convertir en una proposici¨®n de ley, en las que arbitran una serie de remedios que, a su juicio, pueden acabar con los males que hoy afligen a la justicia.
Desde ahora ofrezco mi firma como una de las 5,00.000 que har¨¢n falta para que pueda llegar a articularse la proposici¨®n de ley. Pero, acaso no tan ingenuo u optimista como ellos, no estoy seguro de que las soluciones que brindan resuelvan los grav¨ªsimos problemas planteados mientras no se ponga remedio al que yo estimo el peor de los males que aquejan a la justicia: el tantas veces denunciado corporativismo de los jueces.
Si en este momento vengo a echar un jarro de agua fr¨ªa es porque acaba de producirse otro hecho que a mi juicio demuestra lo arraigado de ese sentimiento corporativista. Y no s¨®lo entre los jueces m¨¢s conservadores, que en ¨¦stos no puede ser motivo de asombro, sino tambi¨¦n entre aquellos otros que por su trayectoria merecen sin lugar a dudas el calificativo de progresistas.
Me refiero al conflicto surgido entre los jueces de Madrid y el Consejo General del Poder Judicial por la sanci¨®n impuesta por la comisi¨®n disciplinaria de ¨¦ste al juez de vigilancia. penitenciaria de Valladolid. Este juez concedi¨® un permiso de salida al recluso ultraderechista Emilio Hell¨ªn, condenado por el asesinato de la joven Yolanda Gonz¨¢lez. El permiso, absurdo a todas luces dadas las circunstancias, se concedi¨® contra la opini¨®n de cuantos tuvieron ocasi¨®n de informar sobre el mismo: el fiscal, los servicios del propio centro penitenciario, la direcci¨®n general... El recluso, naturalmente, no se reincorpor¨®, y el Consejo General del Poder Judicial sancion¨® al juez.
Pues bien: los jueces de Madrid, en junta especial dedicada al caso, criticaron el uso hecho por el consejo de la funci¨®n disciplinaria. Estimaron que era atentatorio a la independencia judicial. Pero lo sorprendente es que ese acuerdo de la Junta de Jueces parece que fue adoptado por unanimidad, y que la celebraci¨®n de la reuni¨®n fue solicitada por magistrados pertenecientes a las asociaciones Francisco de Vitoria e incluso Jueces para la Democracia.
Se ha dicho por los jueces de Madrid que aunque eso pueda parecer una postura corporativista, por cuanto entra?a, de uno u otro modo, la defensa de otro juez, en realidad no lo es, pues se trata de defender la independencia de los jueces en el ejercicio de su cargo. Pero la independencia no puede consistir en la arbitrariedad. Por ello, no hay ni puede haber ataque a esa independencia cuando se sanciona a un juez que merece ser sancionado.
Me interesa la postura mantenida en la junta. ?Acaso ese juez no merec¨ªa ser sancionado? S¨¦ que se ha dicho que su conducta -la concesi¨®n del permiso- o era prevaricaci¨®n o no era nada. Es una opini¨®n. Y acaso el consejo pens¨® que la posible prevaricaci¨®n acabar¨ªa por quedar impune, como tantas veces ha ocurrido, y que una conducta as¨ª no pod¨ªa quedar sin alguna sanci¨®n.
La deteriorada situaci¨®n de la justicia exige un aprovechamiento al m¨¢ximo de los ¨®rganos judiciales de gobierno, en beneficio al fin del ciudadano. ?Se reprochar¨¢ acaso la intervenci¨®n del consejo en el caso del juez de Valencia? ?O en los del llamado caso Bardellino, que hubiesen quedado impunes si el consejo no act¨²a? Esa intervenci¨®n no puede verse sino como un intento de corregir el divorcio entre la postura de algunos jueces y las realidades sociales. Sorprende que ello pueda merecer la cr¨ªtica de jueces que se estiman progresistas. Yo no puedo entenderlo sino como un resabio corporativista.
Otro caso. Con motivo del auto de procesamiento dictado por un juez de Pamplona en un caso de aborto, la abogada Cristina Almeida, al mostrar su extra?eza por la decisi¨®n judicial, aludi¨® a un expediente de incapacidad seguido en otro tiempo a ese juez por unos supuestos problemas ps¨ªquicos.
Pues bien, la Junta de Jueces de Pamplona estim¨® que eso era tambi¨¦n atentatorio a la independencia judicial o al honor de ese juez. Y lleg¨® a dictarse orden de prisi¨®n contra esa abogada, que, aparte de haberse limitado a emitir una opini¨®n, no parece probable que fuera a tratar de sustraerse a la acci¨®n de la justicia. ?Parecer¨ªa tambi¨¦n abusiva una intervenci¨®n del consejo? No lo s¨¦. Al consejo corresponde asumir la garant¨ªa de la independencia judicial, pero es tambi¨¦n el ¨²nico ¨®rgano que puede poner l¨ªmites al nefasto corporativismo.
El corporativismo judicial es el peor de todos, con ser todos malos. Porque si un m¨¦dico, por poner un ejemplo, se siente ofendido, no le queda sino enfadarse o acudir a los tribunales. Pero cuando el ofendido es un juez, son sus propios compa?eros los que se convierten en ¨¢rbitros de la cuesti¨®n. Y el arbitraje corporativista puede resultar muy peligroso.
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