Prisioneros de la deuda y de las palabras
Acapulco ha pasado ya. Los ocho presidentes han regresado a su prisi¨®n dial¨¦ctica. Alfons¨ªn sabe, bien, que no gobierna su casa y que el ascenso del peronismo no es su derrota: es el regreso al comienzo. Nada se perpet¨²a tanto como el anacronismo, nada tiene tanta fuerza. Todo autoritarismo es siempre pasado.Alan Garc¨ªa no ha podido evitar reproducir un fantasma: Ra¨²l Haya de la Torre. Recuerdo a ¨¦ste, impaciente, en su casa de Lima. Acababa, yo mismo, de ver unas horas antes al general Alvarado en la casa presidencial. Vinculaba los dos intensos desacuerdos. La imagen, finalmente, era la misma: el Tercer Mando no es la prueba de la crisis: es la crisis haci¨¦ndose y rehaci¨¦ndose con palabras inexactas. Haya de la Torre: "No cambiar¨¢n nada". Alan Garc¨ªa ha elegido la huida hacia adelante desde el principio. Opt¨® por enfrentarse, al tiempo, con todos los adversarios. Desconoci¨® la revoluci¨®n de la praxis: "Siempre uno despu¨¦s de otro". Alan Garc¨ªa, como L¨®pez Portillo (en l¨¢grimas, nacionalizando la banca, en M¨¦xico, para hacer, al final, m¨¢s poderosos a los banqueros), no ha sabido que la mutaci¨®n social es un hecho y un arte. La historia del cambio es, sin duda, algo m¨¢s que gestos. Alan Garc¨ªa, un inmenso anacronismo, ha querido ser el Fidel Castro joven sin comprender el inmenso paso del tiempo sobre el Castro viejo. No ha podido adivinar que Castro no tendr¨¢ otra salida que la de Burguiba. Es el ¨²ltimo caudillo espa?ol de Am¨¦rica. Lo esencial, democr¨¢ticamente, subsiste: de los liberadores petrificados en el poder, lib¨¦ranos.
El presidente colombiano -Virgilio Barco- tiene que asumir, a su vez, que la etiolog¨ªa de la violencia es una historia interior del caos dejado tras s¨ª por una oligarqu¨ªa democr¨¢tica que jam¨¢s ha descendido a la democracia. Colombia es un reparto de hombres sublevados en sus regiones monop¨®licas: contrabando, drogas; caf¨¦ que hierve, tinto, en las calles inm¨®viles de Bogot¨¢. Colombia duele. ?A qui¨¦n representa Barco?
La violencia es una huida
Por m¨ª casa han pasado los l¨ªderes del M-19. Los he visto regresar despu¨¦s mutilados. Me he despedido de los muertos. He dicho a los vivos, una y otra vez, que la violencia es una huida. No la fuga hacia adelante: es una inmensa fuga hacia atr¨¢s. De la Madrid, d¨ªas antes del encuentro de Acapulco, hab¨ªa vivido la m¨¢s brutal de las devaluaciones mexicanas en la ¨®rbita, sistem¨¢tica, imp¨¢vida, de las devaluaciones. Otra m¨¢s ahora., Todav¨ªa estaban firmes, serenas, sus palabras pronunciadas de buena fe: "No habr¨¢ sorpresas'". Pero el problema es otro: que la historia sigue la direcci¨®n contraria a las palabras elegidas para hablar de la historia.
Sarney, hijo de un accidente, fruto inusitado de la muerte -no anunciada- de un presidente anterior, Neves, no ha podido vivir su ¨¦xito. Creci¨® como Sao Paulo y se desintegr¨® en las catacumbas del inmenso mundo marginal. ?Por qu¨¦? Porque el problema del Tercer Mundo consiste en creer que las palabras, transitadas por la incredibilidad, reemplazar¨¢n a los actos. M¨¢s a¨²n: que la acci¨®n es irrelevante y que la reflexi¨®n que debe precederla -Marx frente a Hegel- es un ejercicio fatigoso que puede ser reemplazado por la ret¨®rica. As¨ª, por tanto, los planes Austral y Crucero han muerto como si hubieran nacido para morir. S¨®lo los especuladores ganan. Se atesora en d¨®lares -la ¨²nica moneda dura que es blanda- y se acumula en d¨®lares que, cada d¨ªa, valen m¨¢s divisas latinoamericanas y menos divisas eurojaponesas. Es siempre atr¨¢s. No el realismo m¨¢gico, sino la evasi¨®n al irrealismo. El 49% de los latinoamericanos que viven en las ciudades -dice la CEPAL- sufren el estado de pobreza. Ser¨¢ el 60% en el a?o 2000.
La deuda refleja y expresa, por tanto, dos hipotesis: la optimizaci¨®n de la ganancia brutal por parte del primer mundo y la optimizaci¨®n de la miseria para el Tercer Mundo. Aquel que obten¨ªa el 15,7% -como pago de los intereses- de las exportaciones totales de bienes y servicios de Am¨¦rica Latina en 1978 exigi¨®, a los pueblos desabastecidos y desempleados, el 35,1% de las exportaciones de bienes y servicios en 1986.
M¨¢s a¨²n: la inflaci¨®n, que gobierna la desigualdad -porque concentrar la renta en el doble estrato sociopol¨ªtico que es due?o de los precios y de los presupuestos p¨²blicos- va acompa?ada, permanentemente, de la devaluaci¨®n que gobierna el subdesarrollo.
Medida saludable
Se deval¨²a -medida t¨¦cnica irreprochable- para situar los precios internos, cada vez m¨¢s elevados, al nivel de los precios internacionales. Esa medida, saludable, no altera las reglas; no cambia las normas de la escasa competitividad y m¨ªnima innovaci¨®n. El excedente nacional latinoamericano, acumulado por v¨ªa inflacionaria y por v¨ªa de la rapi?a, se expresa en divisas duras. ?stas amenazan el orden financiero interno y finalmente las monedas nacionales ceden; tambi¨¦n los Estados. ?Por qu¨¦? Porque los Estados, que reemplazaron a las sociedades en nombre de las necesidades del desarrollo, han descubierto in¨²tilmente, al final, que el desarrollo es imposible sin las sociedades.
La deuda es la m¨¢s alta explicaci¨®n, no te¨®rica, pero s¨ª casi teol¨®gica, de la complicidad. Los Estados sin sociedades (lo cual quiere decir sin vida democr¨¢tica) ceden ante la irresponsabilidad violenta del primer mundo. Si tuvieran a las sociedades detr¨¢s de s¨ª, es decir, si hubieran elegido el conflicto social (no la reestructuraci¨®n), la democracia, la negociaci¨®n bancaria ser¨ªa otra. No lo es. En Acapulco no pas¨® nada, salvo fantasmas.
La izquierda -sin salida continental, esa es la verdad- se limita a pedir la moratoria. Olvida que no hay que pedir la moratoria, sino el ascenso de la sociedad civil al poder y la responsabilidad. Quienes contrajeron la deuda, y la gastaron, no tuvieron en cuenta los parlamentos ni la opini¨®n libre de la libertad.
Los due?os de los presupuestos y de los precios -el poder real en la inflaci¨®n y la devaluaci¨®n- no tienen, como los due?os de las urnas, alternativas. Por eso usan un doble discurso. Radical, duro, para el consumo de la izquierda, instalada en las n¨®minas de la inteligencia, y blando, contemporizador, con los poderes f¨¢cticos del mundo. Un mundo que, en un solo d¨ªa, exactamente, se permiti¨® el lujo de perder, en la Bolsa, la misma cifra que conforma el fardo inescrutable de la deuda del Tercer Mundo. Su tercera parte (382.000 millones de d¨®lares en 1986) es latinoamericana.
En ese a?o, los latinoamericanos dedicaron al pago de una deuda ya pagada el 35,1 % de sus exportaciones de bienes y servicios.
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