Nadine Gordimer: "El arte no tiene nada que ver con la religi¨®n o la moral"
La escritora surafricana participa en el movimiento contra el 'apartheid'
"Hace algunos a?os pens¨¦ en marcharme a Francia. Quer¨ªa vivir en una sociedad sin racismo, pero me di cuenta de que all¨ª no se me consideraba africana. Y yo soy una mujer blanca nacida en ese continente". Nadine Gordimer, escritora surafricana, no fuerza el gesto cuando pronuncia esta frase. Est¨¢ segura de que nadie puede negarle sus or¨ªgenes ni la causa por la que viaja y escribe: la lucha contra el apartheid. Su ¨²ltimo desplazamiento la trajo a Alinsterdam, donde ha tenido lugar una conferencia-festival dedicada al futuro de la cultura en Sur¨¢frica. Su compromiso con esa causa, sin embargo, no le impide tener claro que "el arte no tiene nada que ver con la religi¨®n o la moral".
Tiene un aspecto quebradizo: es peque?a, p¨¢lida y su cabello se est¨¢ volviendo gris. Pero la fragilidad es s¨®lo aparente. Cuando habla de literatura, de arte o de su tierra, no necesita impostar la voz. Sabe lo que quiere decir y, sobre todo, conoce el alcance de sus palabras. "El arte no tiene nada que ver con la religi¨®n o la moral". Tras esta declaraci¨®n de principios parece que no dir¨¢ nada m¨¢s. Sin embargo, cierra la pausa declarando contundente: "El hombre que trat¨® de conquistar el mundo era importante. Ahora la pol¨ªtica lo es m¨¢s. Por eso creo que el arte es la ¨²nica fuerza capaz de reconquistar al ser humano sometido al poder pol¨ªtico o a la tecnolog¨ªa".La escritora ha viajado desde Johanesburgo invitada por la fundaci¨®n holandesa Culture in Another South Africa, CASA, y el movimiento antiapartheid de los Pa¨ªses Bajos. Nadine Gordimer ha venido a demostrar que la cultura surafricana est¨¢ viva, a pesar de un r¨¦gimen bajo el que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, 21 millones de negros, no puede votar o adquirir tierras en la zona de los blancos, el 71% del territorio. Con la autora llegaron tambi¨¦n 300 artistas que cantan, bailan, escriben o pintan dentro y fuera del pa¨ªs. "Nuestra cultura es activa porque hay que darle un sentido a la vida, incluso si ¨¦sta es tan dolorosa como all¨ª". Vuelve a callarse. Sabe que la imagen de Sur¨¢frica es poco tranquilizadora. "En Amsterdam s¨®lo han visto una parte de lo que ocurre all¨ª. El teatro negro, por ejemplo, atrae multitudes porque el p¨²blico siempre puede participar en las obras".
Le apasiona Sur¨¢frica pese a la situaci¨®n que all¨ª se vive. "Estamos en guerra civil, ?sabe?, y la ¨²nica oportunidad para los blancos radica en los movimientos de masas no racistas". Tres de sus novelas han tenido problemas con la censura. Una de ellas, La hija de Burger, fue rechazada por blasfema. "?Sabe por qu¨¦? La protagonista, ante la mirada at¨®nita de un ni?o que contempla un icono, dice que la piel de Cristo no era probablemente blanca. El censor dijo que yo demol¨ªa la imagen de un Jes¨²s rubio y de ojos claros, mucho m¨¢s aceptable. Qu¨¦ tonter¨ªa, ?no?".
Sociedad blanca
A pesar de sus viajes por Europa y Estados Unidos, ella siempre vuelve a Johanesburgo, donde vive con su marido y sus dos hijos. Cree que la sociedad blanca llegar¨¢ a rechazar el apartheid y trata de transmitir esa fe. En otra de sus novelas, La gente de July, el personaje de Maureen es capaz de comprender el absurdo de su vida, en una especie de viaje hacia s¨ª misma. "Es cierto. Ella abandona su casa sin preguntar nada Est¨¢ amenazada y sigue a su familia. Las discusiones con su criado July tendr¨¢ que hacerlas de igual a igual, y su evoluci¨®n ser¨¢ como un bautismo". Por encima de la narraci¨®n, como ya sucediera en El conservador, aparece tambi¨¦n aqu¨ª la naturaleza y la noche surafricana que nadie quiere abandonar.La escritora habla de los personajes de sus libros como si fueran amigos de siempre, con calor pero sin agitarse. Cuando critica el apartheid, sin embargo, se remueve en el borde de su asiento y nada parece poder interrumpirla. "Yo escribo porque creo que es una forma de explicar el mundo. Detesto las falsas im¨¢genes. Este a?o Sur¨¢frica hab¨ªa desaparecido de los medios de comunicaci¨®n europeos. En Holanda he visto que la solidaridad no estaba callada. ?Sab¨ªa que nos han instalado gratis, a todos, en familias de Amsterdam?".
Babelia
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