Bel¨¦n, a?o 1987
Notable presencia espa?ola en las celebraciones de la localidad natal de Jesucristo
ENVIADO ESPECIAL Cat¨®licos, greco-ortodoxos y armenios comparten, no sin problemas, la bas¨ªlica dela Natividad de Bel¨¦n, que guarda la gruta y el pesebre donde la tradici¨®n sit¨²a el nacimiento de Jes¨²s. De puertas para afuera, los amos son los soldados israel¨ªes que ocupan esta localidad ¨¢rabe desde 1967. "Mis feligreses llaman a la Navidad el d¨ªa del Ej¨¦rcito", dice el gallego Francisco Lado, superior del convento franciscano de Bel¨¦n.
Asistir a la misa del gallo en Bel¨¦n es un privilegio casi exclusivamente reservado a obispos, priores, embajadores y c¨®nsules. La ceremonia se celebra en la iglesia franciscana. de la bas¨ªlica de la Natividad, la llamada capilla de Santa Catalina. Es un austero y peque?o recinto de claras y fr¨ªas l¨ªneas rom¨¢nicas que contrasta con la contigua iglesia greco-ortodoxa, oscura, grasienta, repleta de l¨¢mparas de aceite, velas ofrendas votivas e iconos. La gruta donde se cree que naci¨® Jesucristo est¨¢ en el lado greco-ortodoxo.En la medianoche del 24 de diciembre, unas 1.000 personas participan en la misa del gallo de la iglesia. Los vecinos greco-ortodoxos prestan la gruta con el pesebre a sus hermanos cat¨®licos para que al t¨¦rmino de la misa acudan a orar, pero ellos no hacen celebraciones particulares esa noche porque su Navidad es el 6 de enero.
Conseguir una entrada para la misa del gallo de Bel¨¦n es un privilegio. Un viento fr¨ªo y lluvioso y la tensi¨®n en los territorios ¨¢rabes ocupados por Israel dan esperanzas a los candidatos.
El padre Lado explica que "la gente est¨¢ de pie como sardinas en lata, y muchos se desmayan, sobre todo por el calor de focos y c¨¢maras de televisi¨®n". La televisi¨®n israel¨ª retransmite el evento a todo el mundo, pero por un problema de diferencia horaria -la medianoche en Tierra Santa son las once de la noche en Europa-, en pa¨ªses como Espa?a, Francia o Italia la misa que se ve es la de la bas¨ªlica del Vaticano.
Un circuito cerrado permite tambi¨¦n que varios miles de personas m¨¢s puedan contemplar la misa de Bel¨¦n en la enorme pantalla instalada en las afueras de la bas¨ªlica, sobre uno de los muros de la comisar¨ªa de polic¨ªa israel¨ª. Para seguir esa retransmisi¨®n a la vera del portal de Bel¨¦n, unos 10.000 peregrinos sufren anualmente las inclemencias del tiempo y los tremendos controles militares israel¨ªes. Este a?o, no obstante, esa cifra se ha reducido dos o tres veces.
Francisco Lado lleg¨® a Tierra Santa hace una treintena de a?os. "Cuando la guerra de Suez", explica en buen vecino de Oriente Pr¨®ximo, acostumbrado a fechar a partir de hitos b¨¦licos. El franciscano, gafas y bigotito, recibe en un refectorio inundado por un estimulante olor a guisos y adelanta en¨¦rgicamente que no quiere "hablar de pol¨ªtica".
En cambio, se muestra m¨¢s entusiasta al explicar el complejo mundo de custodios, patriarcas, obras p¨ªas y querellas entre las numerosas confesiones cristianas por la guarda del santo sepulcro de Jerusal¨¦n y la bas¨ªlica de la Natividad de Bel¨¦n. Es un complejo universo cristiano que desde hace siglos se agita en Tierra Santa, en paralelo con el dominio otomano, con el mandato brit¨¢nico y la actual guerra entre ¨¢rabes y jud¨ªos.
Un rito inmutable
El rito de la misa del gallo es inmutable. El alcalde de Bel¨¦n, El¨ªas Fre?j, desde hace una quincena de a?os, recibe a las puertas de la ciudad al patriarca latino de Jerusal¨¦n que oficiar¨¢ la ceremonia, este a?o Giacomo Betriti. La procesi¨®n se traslada a la iglesia de Santa Catalina, en cuya misa se mezclan cantos y oraciones en lat¨ªn, griego y ¨¢rabe. Una vez terminada, la asistencia se desplaza al lado greco-ortodoxo, a visitar la gruta. El Ni?o Jes¨²s instalado all¨ª esta temporada es obra de un artesano catal¨¢n.
La presencia hispana en las festividades navide?as de Bel¨¦n es importante. El padre Lado tiene a su cargo a dos franciscanos compatriotas y varios m¨¢s latinoamericanos, y un suspiro se le escapa al recordar que antes eran m¨¢s. En la gruta subterr¨¢nea del pesebre, la burgalesa Mar¨ªa Dolores Riu canta villancicos en castellano, mirada con asombro por unos cuantos peregrinos de piel y ojos claros.
Bel¨¦n, una ciudad destartalada donde ya hay m¨¢s feas, y modernas construcciones que viejas casas de piedra natural, est¨¢ de luto por la sangre derramada de una veintena larga de manifestantes palestinos. La mayor¨ªa de sus comercios est¨¢ cerrada. Los ritos religiosos cristianos son entrecortados por las llamadas a la oraci¨®n del almu¨¦dano de la cercana mezquita y el estruendoso sonido de los helic¨®pteros militares israel¨ªes.
Unos barbudos novicios greco-ortodoxos que abrillantan la plata de su iglesia se dirigen al civil israel¨ª que, kipa sobre el occipucio y metralleta en bandolera, acaba de entrar en la bas¨ªlica de la Natividad. Los cl¨¦rigos tienen que explicarle dos veces al intruso, sin duda un colono -de los asentamientos jud¨ªos de Cisjordania, que no deben llevarse armas en -esa casa. El de la metralleta la abandona con una sonrisa divertida.
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