El 'caso Margaret Randall'
Para quienes ingenuamente piensen que el macartismo es lacra del pasado, la absurda, casi incre¨ªble situaci¨®n que hoy vive la escritora norteamericana Margaret Randall (a quien se pretende expulsar de su pa¨ªs de origen) puede traernos a la penosa realidad. Nacida en Nueva York en 1936, Margaret Randall estudi¨® en Albuquerque (Nuevo M¨¦xico), volvi¨® por algunos a?os a Nueva York y m¨¢s tarde viaj¨® a Espa?a. En 1961 se instal¨® en M¨¦xico con su hijo y se cas¨® con el poeta mexicano Sergio Mondrag¨®n, con quien edit¨® durante ocho a?os la hoy casi legendaria revista biling¨¹e de poes¨ªa El Corno Emplumado / The Plumed Horn, en la que difundi¨® la obra de importantes escritores norteamericanos y tradujo al ingl¨¦s a (veteranos y j¨®venes) poetas de Am¨¦rica Latina. El hecho de ser extranjera le imped¨ªa aspirar a los trabajos que m¨¢s le interesaban, y as¨ª fue que, por estrictas razones laborales, adopt¨® la ciudadan¨ªa mexicana, renunciando (debido a que se le inform¨® que no ten¨ªa otra alternativa) a la norteamericana. Desde 1961 hasta 1984 (a?o en que regres¨® a Estados Unidos), MR residi¨® sucesivamente en M¨¦xico, Cuba y Nicaragua, adem¨¢s de visitar Vietnam, Per¨², Chile, Venezuela y Canad¨¢; public¨® 40 obras (poes¨ªa, narrativa. investigaciones y testimonios sociol¨®gicos, etc¨¦tera). Si como poeta MR es una de las voces m¨¢s originales del ¨¢mbito norteamericano (October, 25 stages of my spine, Water I slip into at night, So many rooms has a house but one roof, Part of the soluti¨®n, The coming home poems, etc¨¦tera), como ensayista adquiri¨® justo renombre con sus estudios sobre Los hippies: expresi¨®n de una cr¨ªsis (M¨¦xico, 1958) y La mujeres (M¨¦xico, 1970), as¨ª como con su reportaje La mujer cubana ahora (La Habana, 1972). De su estad¨ªa en Nicaragua surgen Los hijos de Sandino y Cnstianos en la revoluci¨®n nicarag¨¹ense.Margaret Randall, como tantos intelectuales norteamericanos, siempre mantuvo una actitud cr¨ªtica ante la pol¨ªtica de Estados Unidos en Am¨¦rica Latina y en Vietnam (public¨® un libro de entrevistas a mujeres vietnamitas, The spirit of the people). No obstante, quiz¨¢ conservaba una buena dosis de confianza en los principios democr¨¢ticos de su pa¨ªs de origen, ya que en 1984 decidi¨® regresar a Estados Unidos para radicarse en Nuevo M¨¦xico, la regi¨®n de su adolescencia. All¨ª residen actualmente sus padres, su hermano, su actual esposo y uno de sus hijos. Dicta clases en la universidad de Albuquerque (Nuevo M¨¦xico) y acaba de ganar por concurso una plaza de profesor en el Trinity College, de Hanford (Connecticut). El Gobierno amenaz¨® p¨²blicamente al Trinity College con una severa multa si aceptaba a MR como profesora, pero los responsables decidieron correr el, riesgo y la aceptaron.
El caso Margaret Randall comienza cuando ella solicita la green card (tarjeta verde) de residencia como paso previo a la recuperaci¨®n de su calidad de ciudadana norteamericana. Por indicaci¨®n expresa del INS (Servicio de Inmigraci¨®n y Naturalizaciones de Estados Unidos), se le conmin¨® a abandonar Estados Unidos antes del 30 de octubre de 1985. MR se niega a obedecer la orden, apela la sentencia y, junto con otros querellantes (entre los cuales figuran nada menos que Norman Mailer, Arthur Miller, Toni Morrison, William Styron, Anne Noggle, Kurt Vonnegut y el Pen American Center en pleno), inicia juicio al procurador general de la naci¨®n, como as¨ª tambi¨¦n a altos funcionarios del INS. A MR se le aplica la ley MaCarran Walter (secuela de los tristes a?os del macartismo), destinada a la proscripci¨®n de extranjeros comunistas o reputados de tales. El caso MR resulta particularmente aberrante como acto de un Gobierno que hace constante reclamos de derechos humanos en pa¨ªses que no le dicen am¨¦n y, en consecuencia, ha generado un significativo movimiento de apoyo a Margaret y derepudio a la INS. En el Center for Constitutional Rights, de Nueva York, se ha creado el Margaret Randali Legal Defense Committee, en el que, adem¨¢s de los arriba nombrados, est¨¢n Edward Albee, Dore Ashton, E. L. Doctorow, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, Denisa Levertov, el premio Nobel George Wald y varias decenas de conocidas figuras del mundo intelectual y cient¨ªfico. Dos alegatos fundamentales en favor de MR han sido, indudablemente, la carta p¨²blica que Norman Mailer, ex presidente del PEN norteamericano, dirigi¨® al juez Martin Spiegel y el testimonio del novelista Kurt Vonnegut ante el Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano. All¨ª dijo Vonnegut: "La decisi¨®n es esperada en cualquier momento, y el amplio apoyo que MR ha recibido de norteamericanos respetados y responsables nos hace al¨ªmentar alguna esperanza sobre el resultado final. Sin embargo, el caso Randall es precisamente eso: un caso individual. Si las disposiciones en materia ideol¨®gica siguen en pie, nuestra b¨¢sica herencia norteamericana (libertad de opini¨®n y de expresarse abiertamente acerca de ella) ha sido violada, a pesar de que en cada escuela de Estados Unidos se le ense?a a los ni?os que deben sentirse orgullosos de ese legado".
Tres motivos
Ante el Juzgado de Inmigraci¨®n de El Paso (Tejas), y bas¨¢ndose en el pretexto inicial de que MR renunci¨® en 1967 a su ciudadan¨ªa norteamericana, la acusaci¨®n intent¨® probar que era excluible de entrar en Estados Unidos por tres motivos:
1. Formar parte, o haber formado parte, del Partido Comunista Mexicano, el Partido Comunista Cubano y el FSLN nicarag¨¹ense. (Margaret ha declarado que no pertenece ni perteneci¨® a esos partidos ni tampoco a ning¨²n otro en ning¨²n pa¨ªs, y que s¨®lo ha estado afiliada a organizaciones profesionales y uniones de escritores.)
2. No querer el buen orden y la felicidad de Estados Unidos.
3. Propagar las ideas del comunismo.
La maniobra era tan evidente que el juez Martin Spiegel Heg¨® a la conclusi¨®n de que las pruebas aportadas por la acusaci¨®n no permit¨ªan confirmar las dos primeras causales, pero aun as¨ª consider¨® que la acusada era excluible o deportable por el tercer motivo. Para ello, el juez redacta un escrito de 30 p¨¢ginas donde, entre otras pruebas, cita que en su libro La mujer cubana ahora MR asegura que la mujer cubana vive mejor bajo Fidel Castro que bajo Batista. La importancia del dictamen radica, empero, en que el juez circunscribe lo punible a un delito de opini¨®n, con lo cual, aunque resulte parad¨®jico, viene a beneficiar la causa de MR.
Como muestra de cu¨¢l es el estilo inquisidor que emplea el INS, vale la pena mencionar algunas de las preguntas que le fueron formuladas a MR por las dos oficialas del INS Guadalupe R. Gonz¨¢lez y Penny Smith:
Pregunta. En los a?os cincuenta usted trabaj¨® en varios empleos en Nueva York; por ejemplo, en un bar al que concurr¨ªan homosexuales, ?no es as¨ª?
Respuesta. Es as¨ª.
P. Okey. Entre otros trabajos que desempe?¨® por ese tiempo, ?es cierto que pos¨® desnuda como modelo?
R. ?Usted quiere saber de los trabajos que tuve o est¨¢ eligiendo alguno en especial?
P. Estoy haciendo preguntas y quiero que responda a ¨¦sta: ?trabaj¨® como modelo desnuda?.
R. Trabaj¨¦ como modelo de artistas.
P. ?Desnuda?
R. Desnuda y no desnuda.
P. ?Es cierto que en esa ¨¦poca tambi¨¦n trabaj¨® para la ayuda a refugiados espa?oles?
R. Es cierto.
P. Se trataba de gente implicada en la rebeli¨®n contra Franco (sic), ?no es verdad? Miss Randall, ?est¨¢ de acuerdo conmigo en que los empleos provisionales durante su matrimonio con Sergio Mondrag¨®n no eran distintos de sus modos de trabajo en Nueva York?
R. No estoy de acuerdo. Trabaj¨¦ Para la ayuda a los refugiados espa?oles durante dos o tres a?os. Era un trabajo estable.
P. ?Su trabajo como camarera en un bar frecuentado por homosexuales era tan estable como su trabajo de modelo desnuda o comentarista de arte?
R. No veo qu¨¦ relevancia puede tener eso.
Como MR dice en otro pasaje del interrogatorio que en El Corno Emplumado ten¨ªan expresi¨®n muchos de los sentimientos sustentados en esos a?os por gente de su generaci¨®n, pregunta: "?Sentimientos de izquierda?".
R. Sentimientos.
P. ?Sentimientos comunistas?
R. Toda clase de sentimientos.
P. Quiero decir, ?tiene usted alg¨²n art¨ªculo en el que destaque las virtudes del sistema de libre empresa?
R. Publicamos, por ejemplo, poemas, relatos e ilustraciones de un monje trapense en Kentucky, el padre Thomas Merton. Publicamos trabajos de humanistas, comunistas; todo tipo de trabajos, de todo tipo de ideolog¨ªas.
En otro pasaje se le reprocha haber publicado en El Corno Emplumado "un aviso sobre un libro de Marx".
P. Miss Randall, ?tomar¨ªa usted las armas a favor de Estados Unidos contra Cuba? (El abogado defensor objet¨® la pregunta y el juez la desestim¨®.) Miss Randall, ?es usted tan atea como marxista? (Tambi¨¦n desestimada.)
Pero las oficialas de la INS no se dan por vencidas. Su temario va desde Vietnam a Nicaragua, desde Cuba a M¨¦xico, desde el marxismo a los m¨¦todos anticonceptivos. Como MR fue invitada al Encuentro con Rub¨¦n Dar¨ªo, reuni¨®n de intelectuales efectuada en Varadero (Cuba) con motivo de celebrarse el centenario del poeta de Metapa, en el expediente consta que en 1967 "fue a Cuba a encontrarse con Rub¨¦n Dar¨ªo". Como MR se?alara el error de traducci¨®n, el fiscal se permiti¨® comentar: "Bah, qui¨¦n sabe... Yo he le¨ªdo acerca de personas que se atribuyen encuentros con esp¨ªritus de seres que hab¨ªan muerto 2.000 a?os atr¨¢s". Se le reproch¨®, entre otras cosas, que se hubiera casado tres veces, que en Nuevo M¨¦xico se vinculara a poetas negros y, por fin (?corpus delkiffi, haber participade c-.. la prepararci¨®n de una paella para Fidel Castro cuando ¨¦ste visit¨® las Naciones Unidas en 1960.
El Acta McCarran Walter que el INS trata de aplicar a MR ha servido en numerosas ocasiones para negar el visado a intelectuales y artistas extranjeros.
Aunque en algunos casos la medida mereci¨® una revisi¨®n posterior, en distintas ¨¦pocas fue aplicada a Pablo Neruda, Graham Greene, Garc¨ªa M¨¢rquez (s¨®lo fue rehabilitado despu¨¦s de obte
ner el Nobel), Fuentes,Daniel Viglietti, Dario Fo, Alberto Moravia, Ernesto S¨¢bato,
Hortensia Buzzi de Allende, Jorge Amado, Ernesto Cardenal, Kobo Abe, ?ngel Rama, Jan Myrdal, Hugo Alfaro y tambi¨¦n a quien esto escribe.
Firmes convicciones
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