?L¨¢stima de premio!
La vida de un obispo durante estas fiestas es especialmente agitada: numerosas visitas, entrevistas con habituales ausentes, reuniones celebrativas o de felicitaci¨®n, llamadas telef¨®nicas ininterrumpidas, atenci¨®n a instituciones de caridad y a personas con problemas...Pero este a?o, para m¨ª, ha sido... ?la guerra! Algunos medios de comunicaci¨®n dijeron que me hab¨ªa tocado la loter¨ªa. A gusto: unos que 80 millones; otros, 40; los m¨¢s, 20; algunos me rebajaron hasta cuatro. Y despu¨¦s, ya, el delirio: periodistas, amigos, curiosos, instituciones ben¨¦ficas, gente necesitada, ?y hasta alg¨²n inversionistal
A estas alturas, el inter¨¦s por el asunto a¨²n no ha decrecido. En cierto modo es de agradecer: certifica que hay mucha gente que se alegra conmigo o que piensa que es natural que los obispos compartamos lo que tenernos. ?Me alegra!
Ha sido una l¨¢stima que no me tocara el gordo. Hubiera disfrutado la mar repartiendo millones. Dios m¨ªo, la cantidad de gente a la que hubiera podido hacer feliz con 20 millones. Y no digo si hubieran sido 80... Pero en realidad, del n¨²mero de mi comparsa de Maz¨¢rabes de Ontinyent, el agraciado con el cuarto premio, no llevaba lo que se dice ni un duro. Por pura casualidad, es cierto, porque a ninguno de mis familiares o de mis decenas de amigos moz¨¢rabes -que han pellizcado algo, y que trat¨¢ndose de gente modesta les vendr¨¢ pero que muy bien- se les ocurri¨® ofrecerme ni una sola peseta, ni a m¨ª se me ocurri¨® pedirla. De todos modos, es curioso pensar que para que me salieran 20 millones hubiera tenido que adquirir 20.000 pesetas del n¨²mero premiado. ?Me mareo!
Me he quedado con las ganas de ejercer la Divina Providencia. ?Con la cantidad de agujeros -y tambi¨¦n alguno dom¨¦stico- que hubiera sido feliz de tapar!.
Uno, sin embargo, no deja de impresionarse por la facilidad con que se monta una historia irreal y se proclama a los cuatro vientos, en esta ¨¦poca de la supercomunicaci¨®n. Basta un t¨¦lex de agencia equivocado. Despu¨¦s ya vienen los adornos a?adidos: que si desfilo vestido de moro en las fiestas de mi pueblo (pueden certificar en contra mis 30.000 compaisanos), que si pago religiosamente las cuotas de mi comparsa (cuando los moz¨¢rabes nunca me lo permitieron); que si fue un hermano m¨ªo quien hab¨ªa informado de mi suerte... Un fen¨®meno contempor¨¢neo para alarmar, vamos.
En resumen: soy tan pobre como antes y tambi¨¦n tan feliz, gracias a Dios. Pero, con sinceridad, lo lamento. ?S¨ª, ha sido una l¨¢stima que no fuera cierto esto de la loter¨ªa...! Pero que Dios nos d¨¦ a todos en estas fechas otros bienes mucho m¨¢s, sustanciosos y definitivos.
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