Vientos de crisis
El crash de los mercados de valores ha sorprendido en los medios pol¨ªticos y econ¨®micos. Cuando parec¨ªa que la econom¨ªa mundial comenzaba a remontar la crisis, el derrumbe burs¨¢til ha puesto en primer plano la cuesti¨®n de si se avecina una nueva recesi¨®n. Sin embargo, si se examina profundamente la evoluci¨®n de la econom¨ªa mundial, puede afirmarse que las condiciones para ese derrumbe y un nuevo agravamiento de la crisis estaban dadas. La conmoci¨®n de las bolsas significa la irrupci¨®n en la superficie de una situaci¨®n de fondo muy socavada.Desde su nacimiento, el capitalismo se ha desarrollado a trav¨¦s de ondas de larga duraci¨®n. Lo que se ha venido en llamar desde 1973 crisis econ¨®mica no es m¨¢s que el cambio a la fase depresiva de la onda de larga duraci¨®n que se inici¨® a ra¨ªz del final de la II Guerra Mundial. La causa fundamental de este cambio de tendencia fue el descenso de la tasa de beneficio del capital, la otra cara de la moneda de la sobrecapacidad productiva en que se hab¨ªan colocado las econom¨ªas occidentales.
Dentro de las ondas largas se producen ciclos a corto plazo que, en las fases depresivas, se caracterizan por recuperaciones breves y vacilantes y recesiones prolongadas y agudas. Desde 1973 se han vivido ya dos recesiones generalizadas -la del per¨ªodo 1973-1976 y la de 19791983-, ninguna de las cuales ha resuelto el problema de restaurar suficientemente la rentabilidad del capital, a pesar de la intensidad de la pol¨ªtica de ajuste que se ha practicado en la mayor¨ªa de los pa¨ªses industriales. Ahora puede afirmarse, con la imprecisi¨®n inevitable al fechar un ciclo, pero con toda seguridad, que la tercera recesi¨®n de la onda larga depresiva ha comenzado ya.
Final de la expansi¨®n
Todos los indicadores fundamentales de la econom¨ªa mundial muestran que la fase expansiva de los a?os 1984-1986 se ha invertido. De nuevo se est¨¢ acentuando el problema de la insuficiencia de los mercados para absorber la capacidad de producci¨®n existente y van surgiendo obst¨¢culos para que prosiga la recuperaci¨®n de la tasa de beneficio, cuya mejora en los ¨²ltimos a?os ha sido muy limitada, a pesar de la expansi¨®n econ¨®mica y de la apreciable redistribuci¨®n de la renta en favor de los beneficios que se ha impuesto a los trabajadores. La recuperaci¨®n de la inversi¨®n ha sido comparativamente d¨¦bil, como corresponde a un per¨ªodo de expectativas desfavorables, sin que los niveles de utilizaci¨®n de la capacidad hayan aumentado significativamente: en los principales pa¨ªses, el nivel de 1984-1985 fue inferior al observado en 1972-1973, aun contando, con el desmantelamiento y reconversi¨®n industriales entre esos a?os.
La baja rentabilidad de las inversiones productivas y los ins¨®litos tipos de inter¨¦s reales de los ¨²ltimos a?os (lo que significa una redistribuci¨®n del excedente a favor del capital financiero) han hecho que los capitales se dirigieran a los mercados de valores e inmobiliario, desencadenando unas alzas de precios y una ola especulativa que m¨¢s que corresponderse con la buena marcha de las econom¨ªas indicaban la debilidad intr¨ªnseca de la situaci¨®n.
Por eso, la estampida burs¨¢til no puede interpretarse como la causa de una posible crisis en el sector real, sino como un reflejo de los graves problemas que arrastra el sistema econ¨®mico, A lo sumo, el hundimiento de las bolsas puede interpretarse como el detonador de la crisis, pero no su carga explosiva, sin perjuicio de que a partir de ahora tendr¨¢ efectos considerables sobre el consumo, la inversi¨®n y los niveles de producci¨®n y empleo.
Desde que se inici¨® la fase recesiva de larga duraci¨®n se han agudizado algunos problemas econ¨®micos, lo que hace potencialmente m¨¢s grave la recesi¨®n que se avecina.
En primer lugar, los desequilibrios econ¨®micos entre los pa¨ªses subdesarrollados y desarrollados y los desequilibrios entre ¨¦stos no tienen parang¨®n con ninguna etapa del pasado. En particular, la econom¨ªa norteamericana se halla en un estado insostenible, atenazada por enormes d¨¦ficit p¨²blico y exterior. Cualquier soluci¨®n que se adopte tendr¨¢ repercusiones considerables sobre el resto de los pa¨ªses al reducirse el mercado estadounidense, ya sea por la recesi¨®n interior ocasionada por la reducci¨®n del d¨¦ficit fiscal o por la ca¨ªda del d¨®lar para' corregir el d¨¦ficit comercial. A este respecto conviene recordar que la fase expansiva de la econom¨ªa mundial de a?os anteriores se ha sustentado b¨¢sicamente en el tir¨®n de la econom¨ªa norteamericana, con las secuelas que ahora aparecen.
En segundo lugar, el endeudamiento general -el de las familias, empresas, Gobiernos, pa¨ªses- alcanza unos niveles in¨¦ditos. Con perspectiva hist¨®rica, puede afirmarse que el grado de endeudamiento responde a un crecimiento desmesurado del cr¨¦dito, que ha permitido mantener una expansi¨®n de la econom¨ªa mundial un tanto artificial, o cuando menos forzada, y que se manifiesta ahora en la posici¨®n financiera muy precaria que mantienen muchas empresas y pa¨ªses, con los riesgos evidentes de ruptura de los eslabones m¨¢s d¨¦biles de la cadena crediticia.
Desquicie financiero
En tercer lugar, se ha producido una hipertrofia desquiciada del sistema financiero internacional, sustentada en los desequilibrios mundiales, en la expansi¨®n y consiguiente degradaci¨®n del cr¨¦dito y en una actitud inconcebible de las autoridades econ¨®micas, propiciando la libertad sin restricciones de los movimientos de capitales. El crecimiento de los flujos financieros no guarda relaci¨®n con la evoluci¨®n real de la econom¨ªa y los intercambios comerciales, amparando primordialmente ingentes operaciones especulativas tan desestabilizadoras como in¨²tiles socialmente.
El sistema financiero internacional se ha convertido en un tinglado (nunca mejor utilizada esta palabra) susceptible, por su extrema fragilidad, de provocar grandes convulsiones econ¨®micas y sociales. El crash de las bolsas ha sido un primer aviso.
Precisamente, el hundimiento del mercado por antonomasia anuncia la derrota ideol¨®gica de los que propon¨ªan el liberalismo a ultranza como la v¨ªa correcta para remontar la larga fase recesiva. Los que antes eran defensores ac¨¦rrimos del rigor y la aplicaci¨®n inexorable de las leyes del mercado ahora llaman a formas de intervenci¨®n del Estado. El objetivo de recuperar la tasa de beneficio sigue vigente, pero es necesario una huida hacia adelante por la envergadura que puede adquirir la nueva recesi¨®n.
En este sentido, parece claro que Keynes est¨¢ llamando de nuevo a la puerta. Sin embargo, sobre las soluciones keynesianas que empiezan a propagarse es preciso tener en cuenta sus l¨ªmites y contradicciones.
Hay que partir de que durante los ¨²ltimos a?os la pol¨ªtica keynesiana se ha estado aplicando, aunque haya sido de un modo pasivo e involuntario. Los d¨¦ficit p¨²blicos de todos los pa¨ªses reflejan una actuaci¨®n antic¨ªclica de la pol¨ªtica fiscal, y en el caso norteamericano, Reagan, sin quererlo, se ha comportado como el m¨¢s keynesiano de todos los presidentes. La- activaci¨®n de la demanda para amortiguar la crisis no representar¨¢, pues, un cambio cualitativo de pol¨ªtica y contar¨¢ con las limitaciones derivadas de los altos d¨¦ficit p¨²blicos de todos los pa¨ªses y el intenso endeudamiento de los Gobiernos.
El keynesianismo, por lo dem¨¢s, ha de tener la excepci¨®n destacada de Estados Unidos, dada la imperiosa necesidad de que se corrijan los d¨¦ficit de su econom¨ªa para amortiguar la inestabilidad econ¨®mica mundial. Por otra parte, para que una pol¨ªtica keynesiana sea eficaz a medio plazo ha de contar con que el sector privado recoja el testigo del impulso inicial de la demanda. Esto no est¨¢ garantizado en el caso de la inversi¨®n por las razones antedichas, y en el caso del consumo, exigir¨ªa una pol¨ªtica de rentas favorable a los salarios, que es precisamente lo contrario de lo que requiere la recuperaci¨®n de la tasa de beneficio.
Por tanto, aunque la pol¨ªtica econ¨®mica,- ineludible y conveniente, ha de adoptar un car¨¢cter expansivo, no cabe hacerse muchas ilusiones sobre los efectos estimulantes que ejercer¨¢, considerando que mantendr¨¢ intactos los problemas de fondo, a saber: que no se obtiene excedente para retribuir suficientemente al capital y que no hay mercados suficientes para absorber la capacidad de producci¨®n del capital productivo.
Siendo ¨¦stos los rasgos fundamentales de la situaci¨®n econ¨®mica mundial, la cuesti¨®n que ha plantado el agitado oto?o no es la de la posibididad de una recesi¨®n, sino la de la amenaza de que se . desencadene una crisis de dimensi¨®n hist¨®rica. Ante esta perspectiva, y cuando se arrastran las secuelas sociales de 15 a?os de depresi¨®n, ha llegado la hora de que los ap¨®stoles de la econom¨ªa de mercado, ideol¨®gicamente vapuleados e intelectualmente inermes, rindan cuenta.
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