El negocio de la aventura
EL RALLY automovil¨ªstico Par¨ªs-Dakar ha conseguido en 10 a?os captar el inter¨¦s de millones de aficionados de todo el mundo. El atractivo del desierto como escenario virgen para el deporte y la imagen de aventureros de los participantes sirvieron para que esta prueba alcanzase una dimensi¨®n insospechada en sus inicios.Este a?o, sin embargo, la competici¨®n ha dejado atr¨¢s definitivamente su identidad aventurera para convertirse en una locura colectiva en medio de la cual el comercio parece ser la ¨²nica raz¨®n. Los organizadores, sucesores de Thierry Sabine -creador del rally y fallecido hace dos a?os en un accidente de helic¨®ptero, en plena competici¨®n, arrollado, pues, por su propia criatura-, han extralimitado su af¨¢n de beneficios econ¨®micos y han acelerado el desprestigio deportivo de la prueba. Aceptaron m¨¢s participantes que nunca -602 se han inscrito este a?o, previo pago de un mill¨®n de pesetas- y han perdido por completo el control del rally, expuesto a ser m¨¢s una feria de vanidades del riesgo que una lucha deportiva. Los aventureros genuinos apenas pueden dormir porque han de solucionar los problemas de sus veh¨ªculos, mientras que los pilotos de las escuder¨ªas importantes disponen de mec¨¢nicos que les facilitan toda la asistencia t¨¦cnica que precisan. El ambiente de riesgo se ha ido exacerbando hasta extremos que resultan cercanos a lo grotesco, y da la impresi¨®n de que el ¨²nico objetivo de la prueba limita con el accidente y con la cat¨¢strofe. Automovilistas espa?oles que se han visto obligados a abandonar han dicho, y as¨ª ha sido corroborado, que, una vez descalificados, aquellos que se han quedado en la cuneta no reciben la m¨¢s m¨ªnima ayuda de los organizadores. En esta situaci¨®n se han producido dos muertes que han desatado la pol¨¦mica y han puesto de manifiesto la verdadera dimensi¨®n comercial de este acontecimiento, absolutamente desprovisto de los objetivos deportivos para los que fue creado. El esfuerzo de quienes se inscriben en el Par¨ªs-Dakar pensando que alimentan su vocaci¨®n de aventura resulta as¨ª doblemente in¨²til.
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