Bienvenido
Hoy, lunes, el poeta Juan Gelman vuelve a Argentina.Un juez, que hab¨ªa sido nombracio, por la dictadura militar, quiso obligarle a pagar para volver. Entre otras condiciones, el juez pretendi¨® imponerle una cauci¨®n equivalente a 20.000 d¨®lares (2.200.000 pesetas). Juan se neg¨® a humillarse y finalmente la C¨¢mara Federal tuvo el buen gusto de acabar con una situaci¨®n que era casi tan infame como rid¨ªcula.
Ya era hora. Hac¨ªa un rato largo que hab¨ªa Gobierno civil en Argentina, y Juan segu¨ªa desterrado de su ftiente de furia y de belleza.
Ahora, la ciudad de Buenos Aires recupera, entero, a su poeta. No falta ni un solo pedazo de ¨¦l. En estos tiempos de infamia, mientras tantos oportunistas se dedican a borrar sus propias huellas, este cabeza dura sigue diciendo lo que piensa y no lo que le conviene. ?l nunca fue poeta de corte: no se puede leer sus poemas impunemente, porque hablan un lenguaje siempre nuevo, siempre nacido de la necesidad de decir, y toman partido, como el autor, y a brazo partido pelean.
La dictadura militar, cuyas atrocidades hubieran provocado en Hitler un incurable complejo de inferioridad, le hab¨ªa pegado donde m¨¢s duele: en 1976, los verdugos le secuestraron a sus hijos. Se los llevaron en lugar de a ¨¦l. A la hija, Nora, la torturaron y la soltaron. Al hijo, Marcelo, y a su compa?era, Mar¨ªa Claudia, los asesinaron y los desaparecieron. Se sabe que ella hab¨ªa dado a luz en un campo clandestino de concentraci¨®n. En lugar de a ¨¦l. se llevaron a los hijos porque ¨¦l no estaba. ?C¨®mo se hace para sobrevivir a una tragedia as¨ª?
Digo: para sobrevivir sin que se te apague el alma. Muchas veces me lo he preguntado en estos a?os. Muchas veces me he imaginado esa horrible sensaci¨®n de vida usurpada, esa pesadilla del padre que siente que roba al hijo el aire que respira. Y me he preguntado:,si Dios existe, ?por qu¨¦ pasa de largo? ?No ser¨¢ ateo Dios?
Herida
S¨¦ que Juan s¨¦ derrumb¨®. M¨¢s de una vez. Muchas veces se derrumb¨®. Tambi¨¦n s¨¦ que fue siempre capaz de alzarse sobre sus propias ruinas, sobre su polvo y su basura. ?l es el autor de algunos espl¨¦ndidos poemas de la lengua castellana; pero, sobre todo, es el autor de esta haza?a: la proeza de una muy herida fuerza de hermosura que se salva de la aniq¨²ilaci¨®n y es capaz de ofrecerse, crecida, a los dem¨¢s. Los a?os y los dolores, en lugar de mutilarlo, lo han multiplicado. Y en su camino de porfiada creaci¨®n no ha renunciado, nunca, a ninguna de sus ideas. No se arrepiente de haber cre¨ªdo, no pide perd¨®n por seguir creyendo. Juan sigue neg¨¢ndose a aceptar que la libertad personal sirva de coartada a la injusticia social y sigue identificando a la democracia con la justicia, y a la justicia con la belleza. En 1979 rompi¨® con los montoneros, pero no reneg¨® de sus esperanzas: rompi¨® desde ellas y por ellas, contra los dirigentes que despreciaban al pueblo que dec¨ªan representar y que hab¨ªan hecho suya la moral militar que excluye la duda, desconf¨ªa de la imaginaci¨®n y condena la divergencia.
Juan no tiene el regreso silencioso que ¨¦l hubiera querido. Me consta que nunca fue picado por la mosca azul de la fama; jam¨¢s esa fiebre le ha encendido la cabeza. Las vacilaciones y las claudicacioens de la democracia ante la prepotencia militar hicieron que su caso se convirtiera en un esc¨¢ndalo internacional. Pero que nadie se confunda: Juan es el tipo menos espectacular que conozco y el m¨¢s ajeno a la autopromoci¨®n, en esta ¨¦poca en que los escritores suelen convertirse en jefes de publicidad de s¨ª mismos. ?l es hombre de pocas palabras, como sus poemas. No vive ni escribe por af¨¢n- de recompensa, ni por miedo al castigo, ni por promesa de cielo, ni por amenaza de infierno. ?l vive y escribe por pasi¨®n de mundo: una secreta pasi¨®n de mundo, silbada bajito, como un tango ¨ªntimo.
Es seguro que habr¨¢n m¨¢s penas y olvido. Bastante mandan, todav¨ªa, con democracia y todo, los que tanto mandaron. 'Pero quiz¨¢ este reencuentro de la ciudad y su poeta sirva de augurio al a?o que nace. Quiz¨¢ anuncie buenas cosas para la dignidad humana y la afirmaci¨®n democr¨¢tica; quiz¨¢ anuncie que, m¨¢s temprano que tarde, los asesinos caer¨¢n como un resto de barro pegado a la suela de los zapatos.
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