Reagan insiste
EL PRESIDENTE norteamericano, Ronald Reagan, ha adoptado una decisi¨®n de suma gravedad para el futuro de Centroam¨¦rica: ha certificado ante el Congreso de EE UU que la reuni¨®n de los presidentes centroamericanos en San Jos¨¦ de Costa Rica no ha logrado un alto el fuego en Nicaragua "por culpa de los sandinistas". En consecuencia, ha dado orden a la CIA de reanudar los env¨ªos de armas a la contra, que estaban suspendidos por decisi¨®n del Congreso, en funci¨®n de la propia cumbre de San Jos¨¦. Al mismo tiempo, Reagan ha decidido pedir al Congreso nuevas ayudas para la contra y desplegar una gran campa?a para obtener un voto favorable en las C¨¢maras a comienzos de febrero.Con estas decisiones, el presidente de Estados Unidos tiende a anular el ¨¦xito de la cumbre de San Jos¨¦, fruto sobre todo de los esfuerzos de ?scar Arias y en la cual el plan de Esquipulas 2 recibi¨® un nuevo impulso. Resulta notorio que Reagan empe?ase toda su influencia para que en dicha reuni¨®n los presidentes de Guatemala, Costa Rica, El Salvador y Honduras culpasen a Nicaragua del presunto fracaso de Esquipulas 2, creando as¨ª condiciones favorables para que el Congreso norteamericano aprobase la ayuda a la contra.
Pero las cosas fueron por otro camino. Incluso los presidentes m¨¢s identificados con EE UU, como Duarte y Azcona, aceptaron dar un nuevo plazo para el cumplimiento de los compromisos contra¨ªdos en agosto pasado. Ello afectaba en primer t¨¦rmino a Nicaragua, pero tambi¨¦n a otros pa¨ªses, como Honduras, que tampoco han cumplido todos los puntos.Despu¨¦s de esa decisi¨®n, Daniel Ortega ha adoptado una serie de medidas que han sorprendido a la opini¨®n mundial: ha anulado el estado de emergencia y restablecido las libertades y garant¨ªas democr¨¢ticas suprimidas en 1982 (entre otras, la libertad de prensa, de manifestaci¨®n y de huelga). Ha suprimido los tribunales populares que juzgan los delitos pol¨ªticos. No son s¨®lo palabras: la realidad es que las fuerzas de oposici¨®n, incluidas las que no esconden su apoyo a la contra, tienen hoy m¨¢s amplias posibilidades de actuaci¨®n. A la vez, Ortega ha aceptado negociar directamente con la contra: el primer encuentro tendr¨¢ lugar en San Jos¨¦ los pr¨®ximos d¨ªas 27 y 28. De hecho, Ortega ha tomado las decisiones que le fueron exigidas por los otros presidentes centroamericanos, lo que le ha supuesto renunciar a posiciones solemnemente proclamadas.
Ahora el plan de paz y democracia en la zona ha entrado en una fase de aplicaci¨®n m¨¢s efectiva. Para garantizar este camino, el comunicado de los presidentes reunidos en San Jos¨¦ pide que "ning¨²n factor extrarregional" intervenga para entorpecer la paz. De manera mucho m¨¢s directa, el presidente de Costa Rica, ?scar Arias, se ha dirigido a EE UU pidiendo el cese de la ayuda a la contra, precisamente como una contribuci¨®n esencial para que puedan prosperar las perspectivas de paz.
En ese contexto, Reagan ha adoptado las graves decisiones resumidas m¨¢s arriba. No cabe interpretarlas sino como dirigidas a hacer fracasar las posibilidades que existen de pacificaci¨®n de la regi¨®n y de una evoluci¨®n democr¨¢tica en Nicaragua. En vez de considerar esta nueva situaci¨®n, y de permitir al menos que se desarrolle, Reagan da prioridad de nuevo a la ayuda a la contra, a la intervenci¨®n militar. Para ¨¦l es primordial que, como sea, el cambio en Nicaragua se produzca como efecto de la acci¨®n militar de la contra, porque espera con ello obtener una justificaci¨®n retrospectiva de su desastrosa pol¨ªtica centroamericana. Tal pol¨ªtica tiene hoy, si cabe, implicaciones a¨²n m¨¢s negativas, porque empuja a prolongar la guerra, con su secuela de muertes y sufrimientos. Y supone rechazar la hip¨®tesis -hoy nada ilusoria- de una evoluci¨®n hacia la democracia en Nicaragua que obligar¨ªa al sandinismo a medirse electoralmente con las otras fuerzas pol¨ªticas.
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