M¨¢s poder para Ramos
A Los tres d¨ªas de las elecciones provinciales y locales, Coraz¨®n Aquino ha nombrado al general Fidel Ramos nuevo ministro de Defensa, aceptando la dimisi¨®n de Rafael Ileto. Es un paso m¨¢s en un proceso que, desde la ca¨ªda del dictador Marcos, ha ido dando m¨¢s y m¨¢s poderes al general Ramos, convertido hoy en el hombrefuerte de Filipinas. El nombramiento como jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas del general Renato de Villa, que hasta ahora era el adjunto de Ramos en ese cargo, confirma que ¨¦ste dispone de la plenitud del poder militar, y a la vez de un peso determinante en el Gobierno y en toda la pol¨ªtica del pa¨ªs.El alcance de este cambio es indiscutible. El dimisionario Ileto fue escogido en noviembre de 1986, como militar moderado y fiel, para sustituir a Ponce Enrile, mezclado en maniobras golpistas, y que sali¨® del Gobiemo para encabezar la oposici¨®n de derecha contra Coraz¨®n Aquino. Ahora la carta de dimisi¨®n de lleto denuncia con acentos dram¨¢ticos la gravedad de la crisis que aqueja al estamento militar: su fracaso ante el auge de la guerrilla comunista y la permanencia de divisiones en su seno que corroen su unidad. El general Ramos, cuya fidelidad a la presidenta ha sido decisiva para derrotar varios golpes militares, representa a los altos jefes tradicionales, pero es discutido por muchos oficiales medios, que anhelan una reforma militar. Con el cambio de ministro de Defensa se ha colocado en primer plano la faceta militar de la crisis filipina. Pero ¨¦sta tiene otros aspectos, y no bastar¨¢ para resolverla el nombramiento de Ramos.
De las recientes elecciones provinciales y municipales se deduce, a pesar de que no se han publicado los resultados totales, que Coraz¨®n Aquino conserva un enorme prestigio. Los partidos de la coalici¨®n que la apoya han triunfado ampliamente. Ni la derecha de Ponce Enrile, ni los grupos que se han separado de ella, como el de Salvador Laurel, han logrado afirmar una presencia pol¨ªtica capaz, al menos por ahora, de acercarse a la popularidad de Cory. Pero en el bloque pol¨ªtico que ella encabeza se ha producido en los dos a?os de democracia un proceso de derechizaci¨®n. Los sectores progresistas que pretend¨ªan acompa?ar la democracia pol¨ªtica con medidas sociales avanzadas, como la reforma agraria, han sido marginados. Paralelamente, el poder de la presidenta Aquino depende cada vez m¨¢s del apoyo que recibe del general Ramos, y ello crea un condicionamiento preocupante.
En la actualidad, la permanencia de la guerrilla comunista, cuya acci¨®n se despliega en zonas rurales e incluso en las ciudades, es uno de los problemas m¨¢s graves para la democracia. Ante ¨¦l, Ramos siempre ha preconizado la aplicaci¨®n de m¨¦todos exclusivamente militares. En 1986 se opuso a las negociaciones con la guerrilla, que fracasaron despu¨¦s de una tregua de dos meses. Ahora Ramos preconiza que 1988 sea el a?o de una gran ofensiva militar, respaldada por los pol¨ªticos, para acabar con la guerrilla comunista. Sin embargo, una experiencia de 20 a?os demuestra que despreciar los aspectos sociales, como la reforma agraria, y confiar ¨²nicamente en los m¨¦todos militares s¨®lo conduce al enquistamiento del problema.
La interpretaci¨®n de la actual fase de la evoluci¨®n filipina es compleja: por un lado, las ¨²ltimas elecciones han significado una consolidaci¨®n de la democracia, arraigando ¨¦sta en los niveles locales, tan decisivos para que el pueblo se sienta asociado al poder democr¨¢tico. Pero, al mismo tiempo, un peso excesivo de los militares empuja al r¨¦gimen filipino por los viejos ra¨ªles del caciquismo, de las dinast¨ªas que se reparten parcelas de poder, del menosprecio de los acuciantes problemas sociales.
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