Condenar absolviendo
EL Auto de prisi¨®n incondicional dictado contra la abogada Cristina Almeida por el juez de instrucci¨®n n¨²mero 1 de Pamplona, Guillermo Ruiz Polanco, ten¨ªa todos los ingredientes del esperpento y del abuso de poder y resultaba un ejemplo clamoroso de la indefensi¨®n del ciudadano ante personas investidas de autoridad, pero no de criterio. La sentencia dictada ahora contra la popular letrada, en la que se la condena moralmente y se la absuelve jur¨ªdicamente, es a¨²n peor si cabe.Almeida es absuelta en t¨¦rminos de justicia, pero es condenada duramente en su proceder y en su conducta. Arrog¨¢ndose un papel que sobrepasa el de administrador de justicia, el individuo que firma la sentencia se muestra generoso no llevando a la c¨¢rcel a quien ya quiso llevar precipitada e imprudentemente en otra ocasi¨®n.
Pero se permite al mismo tiempo crucificar delante de todos a una ciudadana con expresiones rayanas en el insulto. "No ofende quien quiere, sino quien puede" ha sido, en definitiva, el argumento utilizado por el juez en cuesti¨®n para fundamentar su sentencia absolutoria. Esperemos que Cristina Almeida tendr¨¢ en cuenta esta luminosa frase a la hora de valorar las injurias que contra ella se vierten en la sentencia.
El susodicho juzgador, que, al margen lo que sepa del derecho, maneja a la perfecci¨®n el t¨®pico literario, dictamina que en este caso "mucho ha sido el ruido y pocas van a ser las nueces". Claro que el ruido lo organiz¨® principalmente ¨¦l, que quiso privar de libertad a una ciudadana por un hecho que ni siquiera ha tenido la consideraci¨®n de delito. Y lo vuelve a organizar ¨¦l -sean cuales sean las nueces que pueda ense?ar - con su extra?a resoluci¨®n absolutoria. En ella el juez supuestamente ofendido ve identificado su honor "con el de su pueblo y el honor de su Rey", y la ofensora, sobre la que ya se ha decretado que no puede serlo, es hundida en la sima de la "chabacaner¨ªa, la inelegancia, el mal gusto, la persecuci¨®n personal, la frivolidad, la ligereza de lengua y la estulticia partidista". Olvida, no obstante, el se?or magistrado que hay tambi¨¦n otro tipo de estulticias de las que no libra la autoridad ni el cargo.
Hay, finalmente, un aspecto en la resoluci¨®n que merece comentario: la negativa judicial a aportar al proceso el expediente sobre las dolencias ps¨ªquicas del juez supuestamente ofendido, del qu¨¦ se dec¨ªa precisamente que hab¨ªa estado sometido a tratamiento.
El titular del citado Juzgado n¨²mero 1 de Pamplona arremete contra el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por haber remitido dicho expediente a los autos del proceso a instancias de Cristina Almeida, que ten¨ªa derecho a ello para su defensa. Lo que hizo, en efecto, Almeida fue poner en cuesti¨®n, con su referencia a este expediente, su eventual incidencia en la actuaci¨®n del juez que se crey¨® injuriado. Ahora la negativa a aportar m¨¢s luz sobre este caso no hace sino aumentar las sospechas sobre la capacidad del juzgador, sospechas que deben ser esclarecidas cuanto antes. No es esto una cuesti¨®n de honor; es sencillamente precauci¨®n ante posibles desmanes. Porque ya est¨¢ archidemostrado que hay jueces tenidos como cuerdos que no se comportan a veces como tales. Para qu¨¦ decir entonces de los que sufran sospecha de
insania.
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