Los teatros de bolsillo
Pod¨ªamos haber elegido el camino m¨¢s f¨¢cil: una muestra did¨¢ctica, pero hemos preferido seguir una peque?a idea po¨¦tica, un recorrido emocional, un viaje a trav¨¦s de los sencillos y sin embargo intrincad¨ªsimos hechizos de la infancia. M¨¢s bien de otras infancias. Porque los dioramas que presentamos en La camera dei sortilegi -a menudo denominados impropiamente teatrillos de papel- eran juguetes especiales destinados a los hijos de los arist¨®cratas del siglo XVIII (aunque es de suponer que sus progenitores los utilizaron tambi¨¦n como objetos decorativos).A trav¨¦s de los siglos, la historia del espect¨¢culo ha visto desarrollarse una historia paralela y menor de otras formas de entretenimiento que se serv¨ªan a menudo de reducciones port¨¢tiles o de c¨¢mara del teatro de verdad propiamente dicho. Pero desde luego fue el siglo de las luces el que cultiv¨® con m¨¢s intensa pasi¨®n y originalidad estos espect¨¢culos -o ficciones de espect¨¢culos- en miniatura. Y no hay que sorprenderse de que el diorama -aunque est¨¦ encerrado dentro de una caja ¨®ptica y sea observado a trav¨¦s de un foro- reproduzca en escala liliputiense las estructuras escenogr¨¢ficas del teatro barroco: divisiones por planos paralelos con parejas de bastidores gemelos, un juego de la perspectiva y tel¨®n de foro.
Un hecho curioso es que todos los dioramas del siglo XVIII fueron realizado en Augsburgo (Baviera), donde el grabador Martin Engelbrecht obtiene en 1719 el privilegio imperial: una especie de patente que le garantizaba la creaci¨®n exclusiva de su extraordinario arte menor.
M¨¢s tarde, sus maquetas -con centenares de argumentos diferentes (desde las grandes fiestas cortesanas hasta escenas de la vida cotidiana, pasando por la serie de las cat¨¢strofes a los temas religiosos)- se convirtieron en objeto de deseo de coleccionistas p¨²blicos y privados.
Fragilidad
Sin embargo, muchos se perdieron, o bien porque el papel se consumi¨® o bien porque se quemaron con las velas que les iluminaban desde dentro, o, sobre todo, tal vez porque su fascinaci¨®n est¨¢ en su sorprendente fragilidad, lo cual equivale a un destino de autodestrucci¨®n casi narcisista. Pero volvamos a nuestra inicial "peque?a idea po¨¦tica". He pensado junto con Gianpiero Tintori (director del Museo Teatral de la Scala) que el p¨²blico del siglo XX pod¨ªa acercarse a los teatrillos de modo diferente al de hace dos siglos: cajas m¨¢gicas en vez de cajas ¨®pticas. Los visitantes descubrir¨¢n los dioramas como delicados escenarios on¨ªricos, engarzados -casi como si fueran joyas arcanas- dentro de paredes completamente revestidas de Alc¨¢ntara negra. El efecto es el de quien entra en una oscura aunque sosegadora caverna, en una gruta de inocentes maravillas en la que surgen fabulosas perspectivas henchidas de color, iluminadas desde dentro por luces oscilantes que simulan la iluminaci¨®n de las velas.
Pero un hilo de Ariadna sutil aunque resistente enlaza la muestra con el Don Giovanni que se representa (bajo mi direcci¨®n) en el escenario de la Scala, a pocos metros de distancia: no s¨®lo constituye este hilo el siglo com¨²n a ambos acontecimientos o su sociedad iluminista, culta y libertina que tambi¨¦n gener¨® la obra maestra mozartiana, o cierta atm¨®sfera afin de misterio y sortilegio, sino tambi¨¦n la m¨²sica que he querido utilizar como fondo ambiental (naturalmente, de Mozart, elegida, sin embargo, entre sus composiciones menos conocidas, m¨¢s delicadas y singulares). ?Constituye esta muestra una excepci¨®n dentro de mi actividad? ?Hay un extra?o cruce de destinos entre el gran Disoluto castigado y los min¨²sculos espect¨¢culos de papel? No ¨²nicamente. El v¨ªnculo es m¨¢s profundo y estratificado en el tiempo: desde ni?o, mis juegos y mis sue?os se nutrieron de la pasi¨®n por los teatrillos -a pesar de que en realidad mi primer amor fueron las linternas m¨¢gicas: el cine de mi infancia-; todav¨ªa hoy mi casa est¨¢ llena de estos objetos on¨ªricos de todas las ¨¦pocas; tengo incluso un aut¨¦ntico diorama de Engelbrecht, regalo de Max Reinhardt.
Creo que hay un continuo juego de espejos y referencias entre las peque?as ilusiones de los escenarios fingidos y las grandes ilusiones que se representan en los escenarios verdaderos. Y en ¨²ltimo t¨¦rmino la magia es la misma.Traducci¨®n: Daniel Sarasola.
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