El precio de la sangre
El pacto contra la violencia de los partidos vascos y el reciente comunicado de ETA han creado en muchas personas de bien una sensaci¨®n de optimismo que es grato compartir y oportuno matizar. Ciertamente, ya se vislumbra el fin del conflicto armado, -aunque el tramo que queda por recorrer no es tan corto corto creen algunos ni estar¨¢ probablemente exento de tr¨¢gicos sobresaltos. Es cosa muy ?le celebrar, pero aunque el terrorismo acabase ma?ana las secuelas miserables de su reinado le sobrevivir¨¢n largo tiempo. No hablo ya de lo m¨¢s importante, las p¨¦rdidas humanas y los lisiados f¨ªsicos y morales que deja atr¨¢s la est¨¦ril barbarie me refiero al h¨¢bito de violencia y de complicidad selectiva con ella adquirido por la sociedad vasca; al envilecimiento de los funcionarios policiales mezclados en la tortura y el GAL (o su encubrimiento); a la semivolatilizaci¨®n de la izquierda no siniestra; al enfrentamiento civil de una comunidad sometida a la presi¨®n militar, etc¨¦tera. Acabada la guerra, el desfile: rencoroso de mu?ones y ex combatientes no facilitar¨¢ sin duda la necesaria concordia. Pero hay que pasar por ello y por ello pasaremos: cuanto antes, mejor.Sin embargo, hay razones menos remotas en el futuro para barnizar de oscuro el optimismo: no estamos para quitarnos del todo el luto, sino para aliviarnos tan s¨®lo un poco de ¨¦l. Que ETA est¨¢ descabalada y maltrecha es cosa clara, pero hay que preguntarse qu¨¦ la ha puesto en tal condici¨®n. No ha sido precisamente el pacto contra la violencia de los partidos lo que ha debilitado a ETA, como parece haber entendido Gerardo Iglesias. A los que siempre quisimos que fuese una reacci¨®n civil y pol¨ªtica la que se impusiera al militarismo nos hubiera gustado mucho tal cosa, pero la realidad es m¨¢s cruel. No hay debilidad de ETA porque se haya firmado el pacto, sino) que hubo pacto porque a ETA se la vio debilitada. Han sido Barrionuevo y el Gobierno franc¨¦s los que han dejado medio groggy a la organizaci¨®n terrorista, no los representantes electos de la mayor¨ªa de los vascos. Cuando ETA estaba en todo su esplendor, los partidos nacionalistas no hac¨ªan pactos de Estado contra ella, qu¨¦ va. Primero, porque no se atrev¨ªan; segundo, porque ETA ten¨ªa mucho de aprovechable incluso para quienes m¨¢s distantes parec¨ªan de sus m¨¦todos y planteamientos.
La verdad es que con ETA se habr¨¢ negociado a lo largo de estos a?os m¨¢s o menos, pero es indudable que ETA ha sido utilizada como moneda de cambio en todas las negociaciones sobre Euskadi. Ha servido de coartada a unos y a otros: borregos astutos descubrieron hace tiempo que tambi¨¦n el lobo feroz puede servir para guardar el reba?o... Mientras ETA ha podido ser utilizado como amenaza impl¨ªcita de los aparentemente mansos, de excusa para leyes anticonstitucionales que permitieran la arbitrariedad autoritaria, incluso como emblema de negro orgullo para quienes no son capaces de merecer otro (?siempre estamos en primera p¨¢gina, se habla de nosotros, no hay quien pueda con los chicos de esta tierra!), ni se pact¨® contra ella ni siquiera se pens¨¦ seriamente en prescindir de sus servicios. Ahora que su prestigio criminal palidece y ya no compensa con haza?as b¨¦licas los quebraderos de cabeza que da, se atreven por fin sus antiguos par¨¢sitos a ense?arle los dientes. A los bravucones guerreros populares les espera a la larga un reciclaje humillante: a los h¨¦roes que no mueren a tiempo la vida no les resulta f¨¢cil. ?Pobres diablos! A¨²n les queda por experimentar en carne propia lo que el antrop¨®logo Pierre Clastres llamaba le malheur du guerrier sauvage...
Pero en fin, reservemos la compasi¨®n para los aut¨¦nticos merecedores de ella, los inocentes. Durante mucho tiempo hemos vivido en Euskal Herria haciendo bueno el tremendo aforismo de Canetti: "Ninguna masacre protege de la pr¨®xima". Y habr¨ªa que a?adir que la ¨²ltima siempre hace olvidar las anteriores. Los muertos no entierran a los muertos, sino que se superponen sobre ellos y los tapan. Lo m¨¢s probable es que a¨²n nos quede por delante m¨¢s espanto y brutalidad de lo que quisi¨¦ramos ad1n¨²tir. Entre tanto, afrontamos la as¨ª Ramada negociaci¨®n. ?Qu¨¦ es lo que ha de ser negociado? Que el pueblo vasco padece especial opresi¨®n y tiene sus m¨ªnimos derechos pisoteados es algo que a estas alturas del curso ya s¨®lo se cree Christianne Fando; si alguna independencia le urge es independizarse de ETA, lo cual, por cierto, no parece f¨¢cil Los objetivos pol¨ªticos previsibles, cumplimiento y a¨²n profundizaci¨®n del Estatuto, relaciones con Navarra o con quien sea, etc¨¦tera, son cuestiones a debatir entre quienes est¨¢n elegidos para ello y no con arrogantes iluminados que chantajean con el crimen a quienes no les obedecen por las buenas. ?Que todav¨ªa hay mucha gente que sale a la calle para apoyarles? Es cosa que puede ser deplorada pero tampoco ha de impresionar demasiado: Pinochet logra, una semana s¨ª y otra no, movilizaciones de apoyo m¨¢s numerosas que las de las gestoras pro aminist¨ªa y eso no le hace m¨¢s leg¨ªtimo a los ojos de nadie decente. Lo ¨²nico que puede y debe ser negociado es, sencillamente, el precio de la sangre.
Se trata de un regateo l¨²gubre, en parte repugnante. ETA quiere hacer valer la sangre que ha vertido, ajena y propia: supone que su causa se ha ido haciendo respetable a fuerza de embadurnarla con sangre, en lugar de darse cuenta de que es eso y s¨®lo eso lo que la hace indigna. El Gobierno se encuentra en la desairada posici¨®n que bien conocen algunas democracias latinoamericanas, obligadas a condonar en parte las atrocidades llevadas a cabo por gorilas militares para evitar la repetici¨®n de las mismas. Esta concesi¨®n ofende l¨®gicamente a las v¨ªctimas y quiz¨¢ envalentone a los poco arrepentidos verdugos, siempre dispuestos a confundir la generosidad con la debilidad..., sobre todo porque en pol¨ªtica, ay, suelen darse unidas. La advertencia tremendista de P¨¦rez Esquivel no puede ser echada del todo en saco roto: "Quien negocia con asesinos, acaba asesinado". Pero, en el caso que nos ocupa, esa v¨ªa tiene que ser intentada. Y por mucho que duela, a m¨¢s corto o m¨¢s largo plazo, la oferta de reinserci¨®n tendr¨¢ que hacerse general. Si de delitos de sangre se trata, cuantos han estado o est¨¢n en ETA pueden ser acusados de ellos. ETA no es una organizaci¨®n con fines recreativos y no parece posible pertenecer a ella por razones pac¨ªficas. Exculpar a quien dirige o ayuda al que aprieta el gatillo y condenar a ¨¦ste no es demasiado l¨®gico. Si se hace la oferta de amnist¨ªa, los motivos ser¨¢n de prudencia pol¨ªtica, no de justicia; y para que esa prudencia sea eficaz, la oferta habr¨¢ de ser definitivamente amplia. Es un tema vidrioso y triste, como casi todo en el laberinto pol¨ªtico de Euskadi. M¨¢s adelante habr¨¢ ocasi¨®n de tratarlo m¨¢s de cerca.
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