Siete a?os de guerra contra Ronald Reagan
La ¨²ltima batalla diplom¨¢tica y pol¨ªtica de los sandinistas para librarse del cerco de Washington
Convencidos de que libran la ¨²ltima batalla de una guerra de siete a?os frente al presidente Ronald Reagan, los sandinistas han combatido diplom¨¢ticamente contra la ayuda a los rebeldes financiados por Estados Unidos con tanto ardor como en sus m¨¢s sonadas acciones militares durante la dictadura somocista. Desde la firma, el 7 de agosto, de los acuerdos de Esquipulas 2, Nicaragua se ha mantenido a la ofensiva con una bater¨ªa de medidas democratizadoras que podr¨ªan cambiar el rostro de la revoluci¨®n sandinista.
En siete meses, Nicaragua ha restituido gran parte de las libertades conculcadas durante la guerra, ha abierto un espacio para la democracia y ha aceptado someter el futuro pol¨ªtico del pa¨ªs a la certificaci¨®n internacional.El vicecanciller nicarag¨¹ense, V¨ªctor Hugo Tinoco, fue el protagonista del momento m¨¢s significativo de este proceso de apertura cuando, el pasado d¨ªa 28 de enero, se sent¨® en San Jos¨¦ en la misma mesa con representantes de la contra. Se le reconoce a Tinoco una capacidad inigualable para cumplir ¨®rdenes fiel y acertadamente, pero ese d¨ªa debi¨® sentir en su est¨®mago el pataleo de los miles de nicarag¨¹enses que hace s¨®lo unos meses habr¨ªan pedido la excomuni¨®n de quien propusiese una idea semejante.
Cuando se lleg¨® a esa reuni¨®n, los nicarag¨¹enses hab¨ªan sido ya, sin embargo, testigos de otros cambios. Inmediatamente despu¨¦s de la firma de Esquipulas 2, el Gobierno de Managua permiti¨® la reapertura del diario opositor La Prensa y de Radio Cat¨®lica, y cre¨® una comisi¨®n nacional de reconciliaci¨®n bajo la presidencia del cardenal Miguel Obando y Bravo, hasta ese momento el m¨¢s temido opositor.
Tres meses despu¨¦s, los sandinistas, satisfechos del papel que el cardenal estaba desarrollando en ese puesto, decidieron aumentar su responsabilidad y satisfacer, al mismo tiempo, las exigencias de quienes les ped¨ªan dialogar con la contra. El mismo d¨ªa que se cumpl¨ªa el plazo de entrada en vigor de Esquipulas 2, Daniel Ortega anunciaba el inicio de conversaciones indirectas con los rebeldes, con Obando como mediador. Simult¨¢neamente, el Gobierno puso indult¨® a un millar de presos pol¨ªticos.
Con esto, la comisi¨®n internacional de verificaci¨®n y seguimiento de los acuerdos centroamericanos consider¨® que Nicaragua estaba cumpliendo con lo pactado y "dando pasos hacia una verdadera democracia". Pero los presidentes de El Salvador, Honduras, Costa Rica y Guatemala quer¨ªan m¨¢s. Y Nicaragua se los dio. Napole¨®n Duarte (El Salvador) y Jos¨¦ Azcona (Honduras) llegaron el 15 de enero a la cumbre de San Jos¨¦ decididos a "descubrir el enga?o de los sandinistas". El presidente costarricense, ?scar Arias, tampoco ocultaba su pesimismo en la v¨ªspera de esa reuni¨®n. Tras 24 horas de discusiones, Ortega puso sobre la mesa el anuncio del di¨¢logo directo con la contra y el levantamiento inmediato del estado de emergencia, lo que supone la entrada en vigor de una docena de leyes y derechos -entre otros, los de huelga y manifestaci¨®n- y la abolici¨®n de los Tribunales Populares Antisomocistas (TPA).
Operaci¨®n imagen
Estas medidas sorprendieron a los aliados centroamericanos de Estados Unidos, que tuvieron que reconocer ante Nicaragua que Esquipulas 2 todav¨ªa estaba vivo, y a la propia Administraci¨®n norteamericana, desorientada por las armas que Managua estaba utilizando. Al mejor estilo Gorbachov, los sandinistas se estaban limitando a cumplir las cosas que Washington ped¨ªa, y la Administraci¨®n no estaba preparada para eso.
Los dem¨®cratas norteamericanos respiraron de alivio por la noticia anunciada por Ortega en San Jos¨¦ y encontraron en ella nuevos argumentos para defender su oposici¨®n a la concesi¨®n de fondos para la contra. "Llevaba siete a?os esperando esto", manifest¨® el senador dem¨®crata Christopher Dodd.
Algo parecido debieron sentir los amigos europeos de Nicaragua, particularmente el presi dente Felipe Gonz¨¢lez, quien unos d¨ªas despu¨¦s, recib¨ªa en Madrid a Daniel Ortega y acep taba, con algunas condiciones una invitaci¨®n de Nicaragua para formar parte de los mecanismos de verificaci¨®n del proceso de democratizaci¨®n y de cese el fuego.
Ortega reforz¨® su operaci¨®n de imagen en Europa con las visitas a Espa?a, Italia, Suecia y Noruega, y, sobre todo, consi gui¨® el golpe de efecto de su audiencia con el Papa, quien no hab¨ªa recibido a dirigentes nica ragnenses desde que en su viaje de 1983 a Managua los sandinistas le convirtieron una misa en un acto pol¨ªtico.
En su primera reuni¨®n en San Jos¨¦ con los representantes de la contra, la delegaci¨®n nicarag¨²ense hizo dos nuevas ofertas que comprometen su futuro pol¨ªtico: al mismo tiempo que anunci¨® la formaci¨®n de una comisi¨®n internacional de verificaci¨®n, de la que tambi¨¦n formar¨ªan parte los dos grandes partidos norteamericanos, y el Gobierno de Managua admiti¨® la posibilidad de que Estados Unidos siga apoyando humanitariamente a los rebeldes despu¨¦s de conseguido el cese el fuego.
En esos mismos d¨ªas, los sandinistas satisficieron otra de las demandas hechas anteriormente por Reagan, la reapertura de 13 programas informativos de radio clausurados mientras estuvo en vigor el estado de emergencia.
Conforme a los acuerdos de Guatemala, a Nicaragua le queda todav¨ªa por conceder una amnist¨ªa total, que est¨¢ condicionada por los sandinistas a la marcha de las conversaciones de paz. Los pasos dados hasta ahora son suficientes, no obstante, para que en Nicaragua haya resurgido el rumor sobre divisiones entre los nueve comandantes sandinistas acerca de la pol¨ªtica de apertura.
Lo cierto es, sin embargo, que desde la firma de Esquipulas 2 apenas se han dado signos visibles de divisi¨®n. S¨®lo la detenci¨®n temporal por orden de Tom¨¢s Borge de una docena de dirigentes de la oposici¨®n interna y la convocatoria a "tomar las calles" hecha por Bayardo Arce el pasado d¨ªa 22 parecen fuera de la sinton¨ªa general.
La oposici¨®n nicarag¨¹ense ha advertido que las medidas tomadas por los sandinistas como otras anteriores, son puramente cosm¨¦ticas y destinadas a evitar la aprobaci¨®n de m¨¢s ayuda para la contra. El compromiso adquirido ahora por el Gobierno de Nicaragua es, sin embargo, mucho mayor que nunca, y, como consecuencia, las d¨ªficultades para Reagan en el Congreso son tambi¨¦n mayores. Uno y otro parecen atrapados por una din¨¢mica que no son capaces de controlar.
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