?La ¨²ltima oportunidad?
El resultado de la pugna entre los defensores del cambio y los partidarios del pasado es incierto
El novelista VIadimir Makanin, del que recientemente se public¨® en Espa?a su obra El profeta, y el cr¨ªtico Anninski, largos a?os mantenido en el ostracismo, me preguntaron c¨®mo se hab¨ªa hecho la transici¨®n democr¨¢tica en Espa?a. And¨¢bamos en la noche, rodeados de nieve por todas partes, buscando la tumba de Pasternak,. en el cementerio de la aldea de Peredolkino, a unos 25 kil¨®metros de Mosc¨², contemplando la plateada cinta del riachuelo Setun: "Fig¨²rate, Gorki eligi¨® este lugar para residencia de escritores, pensando que los barcos podr¨ªan llevar y traer a ¨¦stos en viajes rom¨¢nticos". La pregunta que me hab¨ªan hecho no era banal. Simbolizaba su propia obsesi¨®n: la transici¨®n democr¨¢tica del estalinismo al socialismo democr¨¢tico en la URS S. Siempre hay flores sobre la tumba de Pasternak."Cuando hace 15 a?os tradujeron en Occidente mi primer libro, mi madre se limit¨® a decir 'C¨®mo has podido caer tan bajo, hijo m¨ªo".
Al publicar su sexta novela Makanin, ya miembro de la poderosa y conservadora Uni¨®n de Escritores, sufri¨® un dur¨ªsimo ataque de Pravda: le acusaban de entregarse al arte por el arte, de escribir como si pintara un jarr¨®n de porcelana chino. Las editoriales le cerraron sus puertas. La Uni¨®n de Escritores le a¨ªsla. Fueron sus tiempos dif¨ªciles. Ahora tiene 13 libros publicados. A¨²n en 1984 le aconsejaron rehusar un encuentro con H. B?ll y Gunther Grass.
"Sin comprender lo ocurrido tras la muerte de Lenin, resulta dif¨ªcil acercarse al presente".
Centro de intelectuales
Me hablaba Mija¨ªl Chatrov en su piso de la casa del Malec¨®n, edificio cuya tragedia sirvi¨® de base a una c¨¦lebre novela de Trifonov. La casa, construida en la d¨¦cada de los a?os veinte , alberg¨® a intelectuales, pol¨ªticos, era el centro de la inteligencia moscovita, casa de las noches l¨²gubres a partir de 1937, cuando los cuervos negros se posaban ante ella para sacar a muchos de sus moradores en un viaje sin retorno. Hoy se colocan l¨¢pidas conmemorativas en sus muros.
-Tras la revoluci¨®n, son quienes no la hicieron, un c¨ªrculo reducido, quien se aprovecha de ella. Stalin es la contrarrevoluci¨®n. Todos los imperialistas del mundo unidos no hicieron tanto da?o al socialismo como ¨¦l y su sistema.
Hab¨ªa llegado a Mosc¨² en el mismo vuelo que Kasparov. Sencillo, amable, no es un hombre popular. ?l tambi¨¦n ha apostado por el cambio. Y Chatrov empleaba t¨¦rminos ajedrec¨ªsticos al abordar el presente:
-Para cambiar el sistema hay que establecer una estrategia casi militar: no basta la emoci¨®n, se precisa una guerra bien planificada. Recuerda lo ocurrido con Jruschov: ¨¦l impuls¨® el primer intento para desestanalizar la URSS; fue ingenuo, emocional, nada riguroso. La met¨¢stasis de este c¨¢ncer ha penetrado muy profundamente. Las defensas negras son muy poderosas, penetran en todo el tejido social. La apertura blanca es dificil, pero tenaz. No olvidamos que los aut¨¦nticos revolucionarios de octubre fueron suplantados por los funcionarios del terror. No existen garant¨ªas legales, leyes que impidan volver al pasado. Primero se intent¨® lavar la atm¨®sfera: es la transparencia informativa. Pero ahora comienza el momento m¨¢s duro: la transformaci¨®n econ¨®mica. Y el pa¨ªs no est¨¢ capacitado para la autogesti¨®n, el autofinanciamiento. ?C¨®mo reaccionar¨¢ la clase obrera? Si ¨¦sta muestra su descontento, si contin¨²a el desabastecimiento, los partidarios del pasado intentar¨¢n aprovechar la ocasi¨®n para terminar con el cambio y establecer, una vez m¨¢s, su dictadura.
Mija¨ªl Chatrov comenz¨® su obra en 1955. Una nueva lectura de la historia representada a lo largo de 30 a?os en textos siempre prohibidos, que apenas si por influencia de determinados altos cargos pudieron tener alguna representaci¨®n. Encuentro en Brest data de 1961: pudo publicarse en 1987. La dictadura de la conciencia se estren¨® en 1985 gracias a la mediaci¨®n del propio Ligachov, obra en la que el pueblo juzga a los dirigentes del partido. Ahora est¨¢ montando su ¨²ltimo drama: Adelante, adelante, adelante.
"Alrededor de una mesa se re¨²ne toda la gente que en octubre de 1917 estaban en el escenario de la historia: Lenin, Trotski, Bujarin, Stalin, incluso los que no eran bolcheviques: Plejanov, Kerenski, Kornilov. Lenin ha abandonado su refugio clandestino de la calle de Serdobolskaia, 1, para acudir al Smolny:- empieza la revoluci¨®n. De haber conocido su curso posterior, ?habr¨ªa acudido al Smolny? Los personajes hablan seg¨²n sus posiciones pol¨ªticas. Cada uno de ellos sabe su destino, y al tiempo analizan qu¨¦ habr¨ªan hecho de estar vivos, sobre todo en el a?o 1937, el del terror". (Di¨¢logos de los muertos, de Luciano, tiene una estructura similar: Chatrov no la conoc¨ªa al escribir la suya.) Se parte del presente para reencontrar esta historia pat¨¦tica. Kerenski no es el personaje de opereta siempre pintado: aparece serio, igualmente revolucionario. Trotski, con sus,contradicciones, no es un bolchevique, pero s¨ª un revolucionario convencido. S¨®lo Stalin piensa en algo ajeno al proceso que se vive: en su propio poder. Y ya cuenta c¨®mo organizar¨¢ la represi¨®n.
Odio a Gorbachov
-En el Comit¨¦ Central, m¨¢s de 100 personas, casi ancianas, odian a Gorbachov. En la escuela superior siguen educando sobre las ideas antiguas: nada cambia. Los viejos contin¨²an ocupando los cargos responsables. En Las tiendas se extiende el vac¨ªo. Pero nosotros, y los j¨®venes, alentamos la esperanza. Hubo euforia en el a?o 1985, alegr¨ªa por las cosas publicadas: desaparec¨ªan peri¨®dicos y revistas en los quioscos, decrec¨ªa Pravda. Pero nuestra revoluci¨®n presupone cosas m¨¢s profundas que publicaciones.
Nicolai Schmeliof es economista. Su trabajo en Novy Mir, Avances y dudas, ha sido comentado en toda la URS S. Intento resumir las horas de conversaci¨®n con ¨¦l mantenidas: la cultura, la pol¨ªtica, pasa por el cambio. econ¨®mico.
?Nuestros males? Lentitud. No incardinaci¨®n de la perestroika en amplias capas de la sociedad. Resistencia de los bur¨®cratas al cambio. Tradici¨®n administrativa de planes densos que entran en contradicci¨®n con los nuevos decretos. Sigue siendo el Estado quien planifica burocr¨¢ticamente la empresa -de un 80% a un ciento por ciento, seg¨²n los planes quinquenales-. Miedo. Tradici¨®n de que el empleo asegurado no necesita cualificaci¨®n.
Romper la burocracia. He aqu¨ª el primer paso. El Comit¨¦ Central tom¨® la resoluci¨®n de liquidar el 50% del aparato. La medida se aplaude. Pero el temor surge de inmediato: ?d¨®nde colocar a los bur¨®cratas? ?C¨®mo van a reaccionar ¨¦stos? ?Qu¨¦ dir¨¢n en sus casas? Como me dir¨ªa Chatrov, no se trata de una operaci¨®n de maquillaje: son los ladrillos, los fundamentos, los que hay que cambiar.
El XXVII Congreso no pudo romper la m¨¢quina burocr¨¢tica. Llevar a cabo la revoluci¨®n con las manos de quienes la odian parece una quimera. Y, sin embargo, no hay otra soluci¨®n.
El aparato burocr¨¢tico del pa¨ªs est¨¢ compuesto por 20 millones de personas. Con su familia, 60 millones de personas. Es lo viejo, lo que hay que cambiar. Por eso, sin el partido, nada es posible. Lo nuevo ha de nacer del fondo de lo viejo. Gorbachov es la fuerza motriz. Jacolev, la ideol¨®gica. Pero son los j¨®venes, los intelectuales, los cient¨ªficos y los comunistas que entraron al partido en los tiempos de Jruschov quienes impulsan, han de impulsar el cambio.
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