Tarar¨ª
Como sobre los peque?os detalles de la pol¨ªtica concreta -el paro, la carrera de armamentos, los nacionalismos, la tortura, los jueces, etc¨¦tera- poco queda ya por decir, pasamos a las grandes cuestiones de principio, que ofrecen mayor lucimiento, ya que no m¨¢s resultados. Hace pocos d¨ªas, en estas mismas p¨¢ginas, se preguntaba Javier S¨¢daba si hoy es posible la democracia: nada m¨¢s ni nada menos. La respuesta era marcadamente pesimista. Si en otras ¨¦pocas ya fue precaria, la democracia en las presentes circunstancias, salvo cambio radical, es adem¨¢s imposible. La culpa la tiene el auge del poder informativo, cuyo control tecnol¨®gico est¨¢ en manos de los Estados y no de los ciudadanos. La comunicaci¨®n es fraudulenta, pues el aislado receptor oye tanto que ensordece -la saturaci¨®n informativa le convierte en un mero alfiler bajo la maza comunicacional-, mientras que el emisor s¨®lo se oye a s¨ª mismo y formula preguntas ret¨®ricas que ya incluyen su propia respuesta manipulada. De tal modo, por ejemplo, que m¨¢s de un mill¨®n de personas sometidas al debido bombardeo informativo pueden cambiar el sentido de su voto, como se vio en el pasado refer¨¦ndum sobre la OTAN. Conclusi¨®n: la gente no vota, a la gente la votan. Las condiciones objetivas externas hacen hoy imposible la democracia.Admito que lo ¨²nico que empa?a mi admiraci¨®n por el denuedo de la conclusi¨®n es la oscuridad de las premisas. No me atrevo a buscar la definici¨®n de democracia en el Mar¨ªa Moliner: primero, porque quiz¨¢ la encuentre y tenga que cargar con ella, y segundo, porque no faltar¨¢n puntillosos desocupados que la busquen por m¨ª. Pero no cabe duda que alg¨²n conato de definici¨®n convendr¨¢ dar a eso cuya posibilidad o imposibilidad discutimos. Supongamos que democracia es hoy la forma pol¨ªtica que permite el mayor debate p¨²blico de los problemas, cierta opci¨®n -v¨ªa partidos, por lo general- entre varios intentos de soluci¨®n y garantiza constitucionalmente los derechos humanos fundamentales. Lo ¨²nico que as¨ª se propone es un buen procedimiento, pero no se asegura un buen resultado. No implica necesariamente la abolici¨®n del privilegio, la injusticia, la corrupci¨®n, la brutalidad o la estupidez humanas: cuenta nada m¨¢s con mitigar sus efectos mejor que otros sistemas. Quiz¨¢ un d¨¦spota ben¨¦volo -o una esclarecida vanguardia desp¨®tica- lograra con peores procedimientos un resultado mejor, pero hay que estar muy desesperado o ser audazmente optimista para apostar en ese tapete.
Tomemos el caso de la informaci¨®n. Dice S¨¢daba que est¨¢ controlada por los Estados, pero creo que la cosa es a¨²n m¨¢s compleja: est¨¢ en manos de magnates, grupos de presi¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica, periodistas ambiciosos, vulgarizadores sin escr¨²pulos, etc¨¦tera. Todo lo cual desemboca en lo que unos llaman "opulencia comunicacional" y otros "analfabetismo informativo". Al cliente le zarandean los mensajes y no sabe a qu¨¦ carta quedarse. (Dec¨ªa el guas¨®n de Bergam¨ªn: "?Para qu¨¦ quieres saber a qu¨¦ carta quedarte, si de todas formas no te vas a quedar?")
Unos cuantos, nunca demasiados, contrastan los datos que se les brindan, escuchan diversas opiniones, se empe?an en documentarse y hasta se atreven a reflexionar por s¨ª mismos: desconf¨ªan, buscan, piensan. Los dem¨¢s se dejan llevar hoy por los mass media como ayer por el cura p¨¢rroco, por la opini¨®n tradicional, por los ¨ªdolos de la tribu o del ¨¢gora. En cierta ocasi¨®n, los ciudadanos de la democr¨¢tica Atenas escucharon por un lado a Melito, Anito y Lic¨®n; por otro, a S¨®crates, y ya se sabe lo que pas¨®. La democracia no sirve para evitar que S¨®crates sea condenado, sino para dejarle hablar lo suficiente como para merecer su condena. Para condenarle mejor, que dir¨ªa el lobo a Caperucita.
Porque, vamos a ver, ?cu¨¢nta informaci¨®n tiene que recibir una persona para no ser machacada por ella? ?Estamos S¨¢daba y yo machacados por la ¨ªnformaci¨®n que tenemos, logramos arregl¨¢rnoslas a pesar de los pesares o nos pasa lo que a todos? ?Hay alg¨²n plan viabl¨¦ para que cada cual s¨®lo reciba la informaci¨®n justa, equitativa y necesaria, la de verdad, la que le lleve a votar por s¨ª mismo, es decir, como S¨¢daba y yo creemos que hay que votar? Si, v¨ªctima de la informaci¨®n desinformadora, la gente que antes pens¨® no a la OTAN luego vot¨® s¨ª, cabe pensar que primero la desinformaron en un sentido y despu¨¦s en otro, luego su voto positivo o negativo hubiera brotado siempre de la misma obnubilaci¨®n: ?o es que antes la informaci¨®n era justa pero luego se desajust¨®? Si es as¨ª, a¨²n cabe la esperanza... Por este camino, convencidos de que la gente -menos S¨¢daba, yo y pocos m¨¢s- ni se entera ni puede resentirse a las ¨®rdenes de los enterados, ?no acabaremos deseando que alguien benevolente y superior decida lo que de veras le conviene, por su bien? A ver si resulta que la mayor¨ªa no es que no sepa lo que le conviene, sino que quiere lo que no le conviene, a pesar de los esfuerzos que hacemos nosotros por desenga?arles...
Que la democracia actual est¨¢ truf¨¢da de miseria y de injusticia es cosa evidente. Que el paso del modelo posesivo al modelo participativo, auspiciado por Macpherson, se va haciendo esperar m¨¢s de la cuenta tambi¨¦n es cosa clara. La situaci¨®n presente no va a arreglarse con la invocaci¨®n de f¨®rmulas pret¨¦ritas, sean conservadoras o revolucionarias, por prestigiosas que fuesen en su d¨ªa. Como bien dijo el viejo Bacon, "aquel que no quiera aplicar remedios nuevos debe esperar males nuevos, porque el tiempo es el mayor innovador". Ahora bien, nada de esto abona la opini¨®n de que la democracia es imposible. Es renqueante y traicionera, pero existe: hay que decirlo bien claro, no para excusarla, sino para obligarnos a transformarla en algo mejor. Decir que la democracia es hoy imposible es tan inconsistente como decir que ser hombre es imposible porque la mayor¨ªa de los humanos no damos la talla del ideal de humanidad. El mismo S¨¢daba, con delicioso candor, acaba su requisitoria diciendo: "Precisamente una raz¨®n a favor de lo que venimos diciendo es que casi todo el mundo estar¨ªa de acuerdo con lo que hemos escrito". O sea, que queda decretada la imposibilidad de la democracia por decisi¨®n mayoritaria... Ante esto ya no cabe m¨¢s respuesta que un jubiloso ?tarar¨ª, que te vi!
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