El ex diplom¨¢tico Francisco Javier Palaz¨®n trabaja en Uruguay como asesor legal sobre asuntos espa?oles
"Deseo volver a Espa?a lo antes posible, una vez se modifique la legislaci¨®n sobre delitos monetarios, pero no regresar¨¦ si ello significa Ingresar de nuevo en prisi¨®n", asegur¨® a este diario el ex diplom¨¢tico, Francisco Javier Palaz¨®n, que se encuentra huido desde mayo de 1985 en Uruguay. Palaz¨®n es uno de los principales implicados en una supuesta red de evasores de divisas desarticulada en Espa?a hace tres a?os. El ex diplom¨¢tico ha abierto un despacho jur¨ªdico en la capital uruguaya y trabaja en el asesoramiento sobre temas relacionados con Espa?a a un gabinete de Montevideo. "La Prensa y el Gobierno se han ensa?ado conmigo", lamenta el ex diplom¨¢tico.
La conversaci¨®n con Francisco Javier Palaz¨®n no fue una entrevista en el sentido estricto, sino un largo di¨¢logo que se inici¨® a las 12 del mediod¨ªa en el umbral de la puerta de su chal¨¦, en una localidad costera uruguaya. Prosigui¨® durante la comida, en la terraza de la casa, y finaliz¨® tres horas m¨¢s tarde al pie de una carretera interbalnearia que enlaza la ciudad con Montevideo."El pasado d¨ªa 3 de febrero se cumplieron tres a?os desde que empez¨® todo. Lo peor fue la c¨¢rcel. Estuve 40 d¨ªas en Carabanchel, donde conoc¨ª situaciones incre¨ªbles. Despu¨¦s, me fijaron una fianza de 60 millones de pesetas y tuve serias dificultades para reunirlos. Los bancos me negaron el pr¨¦stamo. Algunos amigos me ayudaron y La Caixa, de Vilarasau, acab¨® aval¨¢ndome. A¨²n estoy pagando la deuda".
Palaz¨®n se ha dejado crecer una barba canosa que le da un aspecto tranquilo. Se cubre con una gorra de marinero irland¨¦s y esconde permanentemente los ojos tras unas gafas de sol. Conserva esa correcci¨®n, a menudo distante y fr¨ªa, que caracteriza a los diplom¨¢ticos en los momentos dif¨ªciles. Controla perfectamente los m¨ªnimos gestos de su cara. Ser¨ªa un perfecto jugador de p¨®quer. Ha recibido al periodista en la puerta de su casa, cogido de improviso, pero inmediatamente ha reaccionado como si la visita estuviera anunciada. Ha abierto el camino a trav¨¦s del sal¨®n-comedor hasta la terraza. Dos metros m¨¢s all¨¢ empieza el jard¨ªn y a lo lejos se vislumbra la playa.
Desde la cocina llega el rumor de un turmix y olor a gazpacho. Pilat, la esposa, entra y sale de la casa al jard¨ªn continuamente y pregunta una y otra vez qu¨¦ pasoslJe han recorrido para localizar s en este rinc¨®n del mundo. Ha dejado frente a los interlocutoreo un plato con tacos de chorizo de Cantimpalo -"un regalo de estas Navidades"- y una botella de cerveza. Se ha sentado junto a su marido y los dos juntos han reemprendido el di¨¢logo.
Despacho en Montevideo
"Conocimos esta ciudad, en la que ahora vivimos, durante la ¨¦poca en que fui c¨®nsul en Buenos Aires. Era en la d¨¦cada de los a?os sesenta. Tengo muy buenos amigos y me han ayudado. Al principio nos instalamos en un apartamento de Montevideo con mi hijo Pablo, de 19 a?os. Ahora ¨¦l est¨¢ en Espa?a. Mis hijas, las dos que viven en Ginebra y la que es m¨¦dico en Madrid, nos visitan de vez en cuando. Ahora estamos solos".
Palaz¨®n ha abierto un despacho jur¨ªdico en Montevideo y asesora sobre temas legales relacionados con Espa?a a un gabinete profesional de la ciudad. Pero antes, a su llegada, trabaj¨® como contable en una empresa comercial y se dedic¨® a escribir los primeros cap¨ªtulos de una biograf¨ªa que nunca acabar¨¢.
"?Para qu¨¦ seguir redact¨¢n dola si no puedo decir toda la verdad? El editor Lara me ofreci¨® dinero por la entrega de los primeros cap¨ªtulos. En estos mo mentos estoy en una fase de introspecci¨®n. No me interesa la pesca, y el ¨²nico deporte que practico es el tenis. De vez en cuando juego con mi hijo".
Le preocupa el nuevo tratado de extradici¨®n firmado por Espa?a y Brasil, ya que, podr¨ªa impedirle los frecuentes viajes que realiza a Porto Alegre (Brasil) para visitar a su hermano, de c¨®nsul general de Espa?a en esa ciudad. Pero lo que m¨¢s le in quieta es la posible renovaci¨®n de un tratado de extradici¨®n con Uruguay que pudiera poner en peligro su situaci¨®n.
"No quiero quedarme aqu¨ª" dice, "deseo volver a Espa?a, pero sin pasar por la c¨¢rcel. La legislaci¨®n espa?ola sobre del¨ªtos monetarios deber¨¢ adecuarse a la europea pr¨®ximamente, y en 1992 entrar¨¢ en vigor inevitablemente el Acta ¨²nica y se establecer¨¢ el libre comercio de capitales. Los hechos que ahora me imputan dejar¨¢n de ser delito. Pero entonces ser¨¢ muy tarde para volver a empezar. Tengo 58 a?os".
Se considera a¨²n diplom¨¢tico en excedencia. Asegura que su nombre est¨¢ todav¨ªa en el escalaf¨®n, junto al de Julio Cer¨®n. Recuerda su primer destino en Londres, donde estuvo seis a?os como agregado cultural; su segundo despacho en Buenos Aires, como c¨®nsul general; su regreso a Madrid y su ¨²ltimo encargo como c¨®nsul en Ginebra. Por un instante, ironiza sobre su situaci¨®n y afirma que su nuevo cargo es el de embajador en este rinc¨®n, y se?ala con un gesto las paredes de su chal¨¦ y el jard¨ªn de la casa.
Inevitablemente, habla de Uruguay, de sus amigos y, sobre todo, de Jimmy Carrau. Se conocieron durante el tiempo que estuvo destinado en el consulado de Buenos Aires. La familia Carrau, de origen catal¨¢n, en aqueHa ¨¦poca era consignataria de la compa?¨ªa naviera Ybarra en los puertos de Uruguay y Argentina y colobor¨® activamente con el consulado en la repatriaci¨®n de numerosos espa?oles. Trabajaron tambi¨¦n juntos en aquella operaci¨®n Espa?a que organiz¨® en octubre de 1967 el Instituto Espa?ol de Inmigraci¨®n, que permiti¨® que centenares de inmigrantes espa?oles pudieran visitar durante 15 d¨ªas el pa¨ªs.
La conversaci¨®n salta de un tema a otro. Pero por encima de todo, Palaz¨®n plantea el temor a la extradici¨®n, la angustia por el procedimiento judicial que se s¨ªgue contra ¨¦l, y el v¨¦rtigo ante la posibilidad de tener que empezar de nuevo
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