Premios en venta
En teor¨ªa, un oscar ni se compra ni se vende. Pero lo que recibirlo significa para una pel¨ªcula es una enorme cantidad de dinero en taquilla. Para un actor, director o guionista, tener un oscar se traduce en una cuantiosa subida de sueldo, am¨¦n de una enorme ganancia en poder.
Para conseguir que algunos de los 4.400 miembros de la Academia se fijen en un trabajo hay que invertir tiempo, astucia y capital. Desde Richard Attenborough organizando el estreno de su pel¨ªcula antirracista en Sur¨¢frica la misma semana en que se van a votar las candidaturas, asegur¨¢ndose as¨ª la atenci¨®n al menos de las secciones internacionales de los peri¨®dicos, hasta Glenn Close, que anuncia su embarazo a tiempo de conseguir un espacio gratis en la prensa del coraz¨®n.
En general, se calcula que un estudio invertir¨¢ en publicidad directa o indirecta s¨®lo dedicada a influir en la Academia entre 20 y 60 millones de pesetas seg¨²n las posibilidades de la pel¨ªcula y los medios del estudio Ello incluye p¨¢ginas en Prensa especializada, creaci¨®n de falsas noticias, anuncios en televisi¨®n, aparici¨®n de las estrella en programas de televisi¨®n...
La clave: la nominaci¨®n
Una nominaci¨®n puede llegar a tener casi tanta importancia econ¨®mica como un oscar. En el caso de El ¨²ltimo emperador se calcula que las nueve nominaciones conseguidas van a duplicar, por lo menos, sus ganancias en taquilla en Estados Unidos. Si luego consigue o no igual n¨²mero de oscars ser¨¢ llover sobre mojado, pues la pel¨ªcula ya habr¨¢ asegurado su rentabilidad econ¨®mica.
Para un actor no demasiado conocido, una nominaci¨®n puede significar una abismal diferencia econ¨®mica. De hecho, para algunos puede ser el m¨¢ximo a que aspiren. Este a?o, por ejemplo, hay dos actores que aparentemente carec¨ªan de posibilidades de lograr ser citados entre los cinco candidatos al oscar y que, en cambio, figuran entre ellos: Robin Williams, en la categor¨ªa de mejor actor, y Norma Alejandro, como mejor actriz secundaria.
Robin Williams ha asegurado su candidatura tras una intens¨ªsima semana de apariciones en radio, televisi¨®n y, sobre todo, en revistas como Rolling Stone. Pero al quemar todas sus naves en la nominaci¨®n, ha hecho pr¨¢cticamente inviable su elecci¨®n. Cuando se aproximen las fechas para la entrega final de los oscars ser¨¢n otros quienes paguen por ser portada de las mismas revistas que ¨¦l ha usado para conseguir la nominaci¨®n.
El caso de Norma Aleandro es muy distinto. Los distribuidores de la pel¨ªcula Gaby, a true story, conscientes de su poca fuerza, decidieron apostar por su int¨¦rprete. Para ello, enviaron una copia en videocasete de la pel¨ªcula a cada uno de los 4.400 miembros de la Academia. Tal inversi¨®n se ha visto recompensada por una nominaci¨®n.
Pero estos sistemas no siempre resultan eficaces. Barbra Streisand dise?¨® la pel¨ªcula Nuts exclusivamente para los oscars. Escogi¨® director y guionista de renombre, hiperdramatiz¨® su personaje, se maquill¨® de fea y sufri¨® intensamente en el rodaje, todos ellos elementos considerados muy oscarizables. Adem¨¢s se ha gastado una fortuna en su autopromoci¨®n. No le ha servido de nada. Tampoco a Richard Attenborough su estreno en Johanesburgo.
Y es que a los miembros de la Academia, que nombran y eligen, les gusta ser el centro de atenci¨®n, pero no que les pongan en evidencia.
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