Los cristales rotos
Los cristales de la puerta saltaron hechos a?icos cuando se aproximaban las cinco de la tarde. Julio Anguita hab¨ªa descendido de su veh¨ªculo pocos minutos antes, al regresar de comer, para incorporarse de nuevo a las reuniones del c¨®nclave comunista. Los informadores se abalanzaron sobre ¨¦l, micr¨®fonos, c¨¢maras y cuadernos en ristre, en busca de alguna declaraci¨®n, por breve que fuese, del hombre que ha catalizado todas las tensiones emocionales y pol¨ªticas del 12? congreso del PCE. La primera mel¨¦e se produjo en la puerta, y Anguita no quiso declarar nada. La persecuci¨®n se aceler¨® descendiendo la rampa de entrada del edificio, y el l¨ªder andaluz segu¨ªa sin querer decir nada. En los metros finales, antes de la estrecha escalera de subida a las ;alas de reuniones, la velocidad le todos se aceler¨® y creci¨® el n¨²mero de participantes en la carrera. En el ¨²ltimo momento la estrechez del pasillo se sum¨® al ¨ªmpetu de los informadores y la c¨¢mara le televisi¨®n no pudo evitar, por simples razones f¨ªsicas, irse a estrellar contra el cristal de la puerta.Julio Anguita ha sido el deseado, la persona m¨¢s citada en todas las reuniones de pasillo, la m¨¢s observada por los asistentes en busca de un gesto que delatase qu¨¦ estaba pensando, la m¨¢s fotografiada desde todos los ¨¢ngulos posibles y algunos de los imposibles. Su personalidad, sus cambios de opini¨®n y la incertidumbre sobre el futuro que han dominado el congreso han creado momentos cargados de tensi¨®n y de cansancio.
La reuni¨®n que los delegados andaluces mantuvieron al final de la ma?ana de ayer, para convencer a su l¨ªder de que aceptase finalmente tomar las riendas del partido, conoci¨® momentos de verdadero psicodrama con sonrisas, l¨¢grimas, aclamaciones, aplausos masivos y pactos de silencio sobre lo debatido, que uno de los compromisarios declar¨® empezando a entonar una sevillana.
Tensi¨®n que tambi¨¦n encontraron los informadores en sus relaciones con algunos miembros del servicio de orden -llamado servicio t¨¦cnico-, algunos de los cuales estimaban muy escasas las capacidades vaticinadoras de los periodistas, mientras que otros recog¨ªan los desparramados cristales de la puerta afirmando: "Esto es lo que hace la prensa".
Y mientras en los pasillos volv¨ªan las especulaciones -aunque en este congreso, dada la estructura del edificio en que ha tenido lugar, no se han hecho pasillos, sino escaleras y rampas- a su puerta una camioneta desgranaba sistem¨¢ticamente una cinta con c¨¢nticos de homenaje a Augusto C¨¦sar Sandino. En una peque?a mesa anexa se vend¨ªan camisetas con el lema: "viva Nicaragua" y carteles con proclamas similares. Metros m¨¢s abajo, las obras completas de VIadimir Ilich Ulianov, conocido en el siglo como Len¨ªn, rebosaban en otra mesa sin que nadie pareciese prestarles una atenci¨®n excesiva. En el interior se ofrec¨ªan chapas y llaveros con la bandera republicana, peque?as efigies de Carlos Marx y del Ch¨¦ y paquetes de Camel y de Winston. ?ste ha sido un c¨®nclave con muchas deliberaciones, pero poco tenderete.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.