La pol¨ªtica econ¨®mica
LOS EXCELENTES resultados econ¨®micos del pasado a?o han creado un clima de euforia que a medio plazo podr¨ªa ser peligroso si no se atajan a tiempo los desequilibrios que ha provocado el r¨¢pido aumento de la producci¨®n. Y tienen el peligro de desviar la atenci¨®n -o de ser utilizados aviesamente con esos fines- de cotidianas realidades dram¨¢ticas que como la del paro coexisten vergonzosamente con guarismos sin duda positivos. Los tres millones largos de parados, es decir, el 21,25% de la poblaci¨®n espa?ola activa, constituyen un dedo acusador permanente a una pol¨ªtica econ¨®mica que, al menos aparentemente, se ha olvidado de ellos en sus previsiones.La tasa de crecimiento del PIB ha sido la m¨¢s alta de los pa¨ªses industrializados, la inflaci¨®n ha descendido incluso m¨¢s de lo previsto inicialmente por el Gobierno y las cuentas exteriores se han cerrado con un ligero excedente. Para este a?o las previsiones oficiales apuestan por un menor crecimiento, una nueva reducci¨®n de las tensiones inflacionistas y un d¨¦ficit importante de la balanza por cuenta corriente que, sin embargo, no ser¨¢ dif¨ªcil de financiar, habida cuenta del alto nivel de las reservas de divisas y del vigor de las entradas de capital.
Dos recientes informes de organismos internacionales sobre la econom¨ªa espa?ola reconocen estos logros, aunque se?alan tambi¨¦n los peligros que se ciernen sobre nuestra econom¨ªa y los dilemas a los que tendr¨¢ que hacer frente la pol¨ªtica econ¨®mica. En cualquier caso, lo que importa es determinar hasta qu¨¦ punto los resultados obtenidos se deben a la pol¨ªtica econ¨®mica y no a circunstancias ajenas a ¨¦sta. Se trata de una cuesti¨®n dif¨ªcil, aunque no del todo imposible. La pol¨ªtica econ¨®mica, aplicada con perseverancia desde hace algunos a?os, ha estado dirigida a sanear la econom¨ªa, a reducir las expectativas inflacionistas y a crear las condiciones de un crecimiento econ¨®mico estable. Desde esta perspectiva, el aumento de la inversi¨®n que ha tenido lugar en los meses pasados se explica, en parte, por el saneamiento de las empresas, que han reducido fuertemente sus costes financieros, y por la necesidad de renovar el equipo productivo ante el aumento de la competencia que ha significado la entrada en la Comunidad Econ¨®mica Europea. El que haya sido posible soportar con relativa facilidad el desequilibrio en los intercambios de mercanc¨ªas con los pa¨ªses de la CE se debe, esencialmente, a dos fen¨®menos: por una parte, al aumento de las entradas de divisas procedentes del turismo, que han crecido fuertemente a lo largo de los dos ¨²ltimos a?os, y, por otro, a la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo, que ha procurado un gran alivio a las cuentas con el exterior.
Estos rasgos favorables no deben, sin embargo, ocultar algunos problemas de fondo en los que no se ha progresado lo suficiente, como, por ejemplo, la nunca acabada reconversi¨®n industrial. El fin de ¨¦sta se ha convertido en una especie de rito, en una proclama anual lanzada desde la Administraci¨®n, a la que responde regularmente el grito desesperado de miles de trabajadores que ven agotarse el tiempo de su permanencia en los llamados fondos de reconversi¨®n sin que se haya hecho pr¨¢cticamente nada para recolocarlos.
Tampoco se ha progresado en el control de los gastos p¨²blicos. El Presupuesto de la naci¨®n es un documento cuya discusi¨®n carece, cada vez m¨¢s, de significado. Los resultados finales de cada a?o no guardan relaci¨®n alguna con las cifras presupuestadas al inicio del mismo, lo cual constituye una burla al Parlamento y, a menudo, un atentado al bolsillo de los contribuyentes, que han visto aumentar fuertemente la presi¨®n fiscal sin que por ello reciban mejores servicios.
Por ¨²ltimo, es posible interrogarse sobre el precio pagado por el proceso de ajuste en el terreno sindical. La ruptura de los sindicatos con el Gobierno parece total. Aunque es cierto que en este asunto la responsabilidad no pertenece s¨®lo al Gobierno, la pregunta que cabe plantearse es la de si esta ruptura era inevitable, y, aunque la respuesta es fundamentalmente pol¨ªtica, cabe al menos albergar una duda razonable sobre la forma en que se ha conducido todo el proceso.
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