Cela escribe una novela con un solo punto
"La vida no tiene trama", dice el autor de 'Cristo versus Arizona'
Cristo versus Arizona, la ¨²ltima novela de Camilo Jos¨¦ Cela, tiene miles de comas, docenas de personajes y un solo punto, el que termina un mon¨®logo de 238 p¨¢ginas pronunciado por Wendell Liverpool Espana o Espan o Aspen. Se desarrolla en el desierto de Sonora, en Arizona, hacia comienzos de este siglo, y los personajes tienen alguna relaci¨®n, lejana, con el duelo que enfrent¨® a los Earp con los Clanton y los Frank, en octubre de 1881, en el O. K. Corral. Sobre el tono de salmodia que produce la ausencia de otra puntuaci¨®n que no sea la coma, el libro no tiene una historia que lo atraviese, sino muchas, sugeridas, siempre narradas. "La vida no tiene trama", dice Cela: "El viejo moribundo sigue haciendo proyectos".
Como en la vida, las historias del libro no se presentan en orden sino poco a poco, aparecen y desaparecen, a gran velocidad, para volver una y otra vez, de forma que se van contando poco a poco para completar el enorme friso de una sociedad dura, dibujada por la violencia, el sexo y el humor. "As¨ª es la vida", repite Cela. "Y no es esa sociedad. Son todas. La nuestra tambi¨¦n".Adem¨¢s, dice en otro momento, "no se puede hacer una novela con el yerno ideal, que aprueba unas oposiciones y lleva una vida de orden"; por el contrario, explica, las novelas se hacen con las ovejas negras. Si se le cita alg¨²n caso contrario -El idiota, de Dostoievski-, Cela se impacienta como ante una treta: "No me cite usted casos; ya sabe lo que quiero decir".
Como en sus dem¨¢s libros, no es facil encontrar en Cristo versus Arizona (Seix Barral) nada que se parezca a una teor¨ªa, una abstracci¨®n. "La narraci¨®n no puede tener lucubraciones", dice Cela; "los pintores no teorizan".
Pleito al fin del mundo
Hay una tradici¨®n de mon¨®logos en la extensa obra narrativa de Cela; entre otras, Mrs. CaldweIl habla con su hijo (1953), San Camilo 1936 (1969), Oficio de tinieblas, 5 (1973). En el de Wendell Liverpool Espana o Espan o Aspen, un hombre que se deduce mestizo como su nombre y que como los dem¨¢s vive una existencia amoral hasta el incesto, aparecen de cuando en cuando reflexiones b¨ªblicas, entonaciones m¨¢s bien, que ser¨ªan las que dan sentido al t¨ªtulo: "...Jesusito Huev¨®n Mochila era un malvado que sent¨ªa gusto por la desgracia, la letan¨ªa de Nuestra Se?ora es la coraza que nos preserva del pecado, yo digo virgo veneranda virgo praedicanda y t¨² dices ora pro nobis dos veces, a lo mejor es al rev¨¦s y es Cristo quien quiere meter pleito a Arizona y al fin del mundo, Cristo tiene que estar muy harto de los pecadores porque le hicieron siempre muchas maldades, Cristo es Dios y a Dios no se le puede poner pleito porque es infinito y todopoderoso, es capaz de dar y quitar la vida y hasta de cambiar el camino del sol, Dios tiene una fuerza que no usa porque le sujeta su bondad que no conoce ni principio ni fin, Mustang Tonalea piensa que el padre de todos los hombres duerme en el aire del cielo, se traslada de pa¨ªs a pa¨ªs en la tormenta, navega los mares en la galerna..." (p¨¢gina 137).Cela hab¨ªa estado dos veces en el desierto de Arizona, cuando viaj¨® por Estados Unidos para dictar conferencias, pero no fue entonces cuando se le ocurri¨® elegir ese escenario de viento y serpientes para situar una novela, sino despu¨¦s, con el recuerdo. Cuando llevaba escritas unas cuarenta p¨¢ginas decidi¨® regresar, para precisar su memoria, y en efecto, tuvo que cambiar varias cosas.
No hay nada exagerado en lo que cuenta, dice: las serpientes cascabel y otras m¨¢s peligrosas reptan a su antojo por los bordes de las carreteras y en algunos restaurantes las tienen en acuarios, aliment¨¢ndose de ratones y pajaritos vivos, pero ya son tan habituales que los parroquianos ni las miran. En cierta ocasi¨®n le advirtieron que no se bajara del coche para estirar las piernas, como era su intenci¨®n, pues le pod¨ªa picar una serpiente. "Pero yo soy de aldea, de Padr¨®n, y a los de Padr¨®n no nos pica ni el pimiento", dice ¨¦l que dijo, y sali¨® a caminar. Sentado en el c¨®modo sof¨¢ de su habitaci¨®n de hotel, en Madrid, Cela intenta excusar la machada -"fue una imprudencia, desde luego"- pero se le nota tan contento como el chaval que acaba de cargarse una ventana.
Arizona es un lugar con tal fuerza que, como en otras ocasiones de la literatura, Cela ha tenido que disfrazarlo para volverlo veros¨ªmil. As¨ª, alguna de las indias perturbadoras de su novela son una versi¨®n dulcificada de aquella que conoci¨® y que llevaba al cinto un revolver y un cuchillo, y un l¨¢tigo en la mano.
"Yo no iba en busca de nada porque no soy un historiador", cuenta Cela de ese tercer viaje por Arizona. Simplemente, encontraba; y encontraba en los lugares m¨¢s insospechados. Cuando regres¨® a Espa?a, tra¨ªa consigo mapas, alguno en relieve, y una lista de tel¨¦fonos.
Y aqu¨ª cuenta lo que es m¨¢s dif¨ªcil de creer: seg¨²n dice, la mayor parte de los nombres extraordinarios que aparecen y desaparecen en su novela son aut¨¦nticos: Nepomuceno Senorita, Chuck Saltamontes Davis, Tel¨¦sforo Babybuttock Polvadera, P¨¢ntaleo Clinton o Teodulfo Zapata, castrado y asesinado por una mujer sobre tres posibles; Bonifatius Branson, B¨¦lgica Reyes o el marido de Chuchita Continental, que "sab¨ªa beber whiskey por la nariz y al rev¨¦s o sea por la boca para sacarlo por la nariz en vez de mearlo o vomitarlo como todo el mundo, entonces lo echaba directamente en el vaso, era como si se sonara whiskey, se lo beb¨ªa de nuevo y se quedaba mirando fijo para alguien..." (p¨¢gina 83).
Sin estructura
No todos los personajes pertenecen a la misma realidad, y caben muchos matices entre el incestuoso Wendell Liverpool Espana o Espan o Aspen y el apodado Oso Hormiguero, que lleva un solo test¨ªculo abrigado entre una funda de lana de doble punto, o el caim¨¢n domado capaz de hablar ingl¨¦s y espa?ol y amar como un humano, y cuyo nombre s¨®lo aparece hacia la mitad: Jefferson. Un animal y un nombre que, como otras varias cosas, recuerdan a William Faulkner. "Todos venimos de todos", dice Cela sobre sus influencias, y no parece desagradarle ¨¦sta.Cela no estructur¨® esta novela, como no estructur¨® las otras que ha escrito. Durante trece meses, en su casa mallorquina que mira al Mediterr¨¢neo y en una habitaci¨®n de hotel vecino a su casa en Finisterre, sobre el Atl¨¢ntico, se sent¨® todas las ma?anas y todas las tardes, tras "el yoga hisp¨¢nico" de la siesta, y en cada sesi¨®n comenz¨® con una vaga idea, sin saber ad¨®nde ir¨ªa a parar. A veces, como aconsej¨® Hemingway, apunt¨® al final de una jornada una idea para enlazar el d¨ªa siguiente, pero muchas de esas veces fue incapaz de comprender por la ma?ana su anotaci¨®n jerogl¨ªfica. Apunt¨® en fichas los personajes, por su nombre y por su apodo, pero ese recurso de escritor se le volvi¨® a veces en contra pues lleg¨® a tardar un d¨ªa en encontrar un personaje que se le hab¨ªa escondido. En general se fi¨® de su memoria.
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