Islas y periferias
Nadie discute que el boom de la novela latinoamericana es un .tema que produce hast¨ªo y que pas¨®. Es ciertamente as¨ª en Espa?a. Hay un flamante orgullo peninsular por lo que Espa?a est¨¢ produciendo, una especie de arrogancia reci¨¦n acu?ada que exalta su propia modernidad (su posmodernidad), su intelectualidad, su desprejuicio. Quiz¨¢ todo esto sea parte de la carta de presentaci¨®n para el ingreso espa?ol en el Mercado Com¨²n europeo, una sensaci¨®n de lo contempor¨¢neo y cosmopolita como virtud, recogido en la nueva ola de la novela espa?ola, con su secuela de cosa gratuita, de frivolizaci¨®n seria, de adorno, cita, elegancia, reci¨¦n descubiertos como parte de un juego trascendente. Los latinoamericanos, en cambio, seguimos produciendo -bajo la mirada ahora un poquito perdonavidas de los espa?oles, demasiado recientemente ingresados en la Comunidad Europea- broncos novelones pol¨¦micos, de compromiso social y lucha pol¨ªtica, de mitos y civilizaciones que sudan en busca de su historia, todo esto mechado con sexo y violencia como parte de distintivos del compromiso y un perpetuo replanteamiento de nuestra historia, con im¨¢genes de locura y plutocracias en florida disoluci¨®n. Se siente que los espa?oles se han instalado en el mundo del desarrollo (asumiendo todos sus inconvenientes) con un suspiro de alivio. Mientras tanto, los latinoamericanos, todav¨ªa adolescentes, seguimos obsesivamente condenados a buscar nuestra propia imagen en el espejo para saber qu¨¦ y qui¨¦nes somos.Sin embargo, acaba de aparecer un art¨ªculo en The New York Times que habla del renacimiento de la popularidad de la novela latinoamericana en EE UU y de los cientos de t¨ªtulos que el a?o pr¨®ximo publicar¨¢n las editoriales yanquies, que al fin y al cabo son las que cortan el bacalao en el tema de la difusi¨®n por medio de sucesivas traducciones.
Rememorando la d¨¦cada de los sesenta, la breve ¨¦poca gloriosa del boom (?podemos hablar ya del boom como nostalgia?), pocas novelas quedan s¨®lidamente en pie, por lo menos comparativamente, si pensamos en aquellos gigantes que entonces nos parecieron una selva. Supongo que desbrozar es lo que tiene que hacer el tiempo, que as¨ª ha sido siempre en las escuelas o tendencias o grupos o promociones literarias, dejando s¨®lo unos cuantos. La verdad es que la unidad de la novela latinoamericana de entonces, tan pregonadamente engendrada, entre otras cosas, por la adhesi¨®n casi un¨¢nime de los intelectuales a la pol¨ªtica de Fidel Castro, no se explica ni con eso ni con los sesudos an¨¢lisis que tantos han intentado. ?Qui¨¦n ha dicho en qu¨¦ momento y por qu¨¦ las perezosas editoriales espa?olas de entonces se percataron de que pod¨ªan agrandarse hasta lo impensado, y enriquecer, y producir trabajo y fortunas, si se ganaba el mercado de un continente de cientos de millones de habitantes como posibles lectores? A partir de La ciudad y los perros (1962) las cosas cambiaron: en un plazo de tres o cuatro a?os, con media docena de novelas brillantes que el buen ojo de ciertas editoriales, sobre todo catalanas, lanz¨® a Latinoam¨¦rica y a todo el mundo, el paisaje cambi¨®, hasta transformarla en la novela vedette. Los que quieren denigrarla se?alan justamente esta sabia maniobra econ¨®mica para desvalorizar lo que entonces se escribi¨®. Pero hoy estamos a mucha distancia de todo eso, y es hasta cierto punto f¨¢cil distinguir la verdad de la mentira.
Pero no es de esto de lo que quiero hablar. Recuerdo que, reunido un d¨ªa con Carlos Fuentes, le cont¨¦ una serie de divertidas an¨¦cdotas que circulaban en la familia de Luis, Bu?uel. Algunas semanas despu¨¦s, en The New York Times le¨ª esas mismas an¨¦cdotas firmadas por Fuentes. Le escrib¨ª unas palabras, un poco molesto. Me contest¨® diciendo: .?Qu¨¦ importa? ?No te das cuenta de que todos nosotros estamos escribiendo partes distintas de la misma novela?". Creo que las palabras de Fuentes son verdad. Tal vez el decaimiento del gusto por la novela latinoamericana en Espa?a (no sucede lo mismo en otros pa¨ªses, porque en algunos nuestra novela jam¨¢s interes¨® a nadie, mientras que en otros sigue de vedette) se debe a que ya no estamos todos escribiendo "distintas partes de la misma novela": esto puede ser un fen¨®meno hist¨®rico- sociol¨®gico, o puramente literario, o de la imperfecta distribuci¨®n de las editoriales. Pero fue esa sensaci¨®n de unidad, en aquellos tiempos, lo que hizo que la novela latinoamericana se internacionalizara y dej¨¢ramos de ser todos pa¨ªses islas, culturalmente incomunicados, y las editoriales distribuyeran en todos los pa¨ªses los libros de todos los escritores porque les conven¨ªa, y los lectores las devoraron por igual en todos los pa¨ªses. Esta avidez, que deshac¨ªa las fronteras culturales, ha desaparecido. Se siguen produciendo novelas fundacionales -nos tenemos que refundar despu¨¦s de cada una de nuestras cat¨¢strofes-, pero sus voces ya no se oyen como las de Aureliano Buend¨ªa, Pichula Cu¨¦llar o la Maga m¨¢s all¨¢ de la frontera de cada pa¨ªs. La novela de este continente, en cierto plano, est¨¢ viviendo una reinsularizaci¨®n. No es que la selva y las luchas pol¨ªticas y las decr¨¦pitas mansiones de la oligarqu¨ªa hayan dejado de interesar, e interesen de pronto s¨®lo los aeropuertos y la degradaci¨®n urbana. Sucede tal vez que, debido a insondables manejos econ¨®micos -cosas como la deuda extema, o la escasez de divisas, o los aranceles, o el IVA- -y a una miop¨ªa de ciertas editoriales, ahora los boom son menores, apenas miniboom, m¨¢s modestos y provincianos, confinados dentro de las fronteras -de cada pa¨ªs. Las famas rara vez trascienden y se hacen leyenda. El boom mexicano de hoy, que existe, nada sabe del correspondiente boom argentino, y los libros de uno son imposibles de conseguir en otro pa¨ªs. Las revistas literarias, important¨ªsimas y en tantos casos estupendas, no tienen fuerza para crear mitos. ?Qui¨¦n en Chile o en M¨¦xico o en Per¨² ley¨® a Abel Posse despu¨¦s del Premio R¨®mulo Gallegos, cuando antes un Premio R¨®mulo Gallegos pon¨ªa en jaque las relaciones entre los pa¨ªses? ?Qui¨¦n en Chile, Argentina o Uruguay ley¨® El desfile del amor, de Sergio Pitol, como antes se le¨ªa a cada mexicano que iba apareciendo? ?Qu¨¦ hacer para que las editoriales sientan de nuevo que hay un p¨²blico unitario que conquistar para que los lectores clamen por esa voz trascendente y no se hable, como en la prehistoria, de la novela colombiana o peruana, sino otra vez de la novela latinoamericana?
Los pa¨ªses tradicionalmente productores de la gran novela -Francia, Reino Unido, EE UU-, que poseen las grandes editoriales y la mayor potencia de difusi¨®n, tienen los ojos abiertos para vigilar qu¨¦ producen los pa¨ªses que justamente hasta ahora no han sido los grandes productores tradicionales de novela: el estar demasiado absortos en la contemplaci¨®n del ombligo de la propia tradici¨®n novel¨ªstica, y repiti¨¦ndolas, y as¨ª agot¨¢ndose, ha definido que en muchos casos sea hoy, para los editores de los pa¨ªses centrales, la novela escrita en la periferia lo que m¨¢s atrae: los novelistas checos (perd¨®n, amigo Kafka), polacos, yugoslavos, paquistan¨ªes, surafricanos, turcos, portugueses (perd¨®n, mi querid¨ªsimo Ega de Queiroz), todos van acaparando la atenci¨®n de los centros de producci¨®n y difusi¨®n de la novela. Entre estos perif¨¦ricos se encuentran los latinoamericanos: al fin y al cabo, pertenecemos desde siempre a la periferia, y si en tant¨ªsimos sentidos esto es una lesi¨®n para nosotros, debemos intentar que este nuevo inter¨¦s nos incluya otra vez. Los espa?oles, claro, no son periferia, menos que nunca ahora con el tan cacareado Parlamento Europeo y el Mercado Com¨²n; pero, cuidado, aeropuertos los tienen mejores los alemanes, y para degradaci¨®n urbana, hay que verla para creerla en EE,UU. Sin embargo, ?qu¨¦ envidia m¨¢s negra me producen los espa?oles escribiendo cosas no comprometidas con la contingencia, ajenas al sesudo an¨¢lisis de nuestras miserias, cosas referentes a individuos y no a grupos, particulares, no generales, que sean m¨¢s, aunque quiz¨¢ signifiquen un poco menos! ?Ser¨¢ esto lo que la nov¨ªsima voz de la novela latinoamericana quiere llegar a ser, con un abandono de la pol¨ªtica, y un inter¨¦s por el cine alem¨¢n, por el v¨ªdeo y el rock, y con un distanciamiento, a veces nost¨¢lgico, otras veces sarc¨¢stico y brutal, de nuestros anticuados compromisos, y nuestra necesidad de explorar qui¨¦nes somos?
Para terminar, una observaci¨®n curiosa despu¨¦s de mi reciente viaje a Europa. En el Reino Unido existe un interesante grupo de escritores j¨®venes que son brit¨¢nicos de segunda generaci¨®n o educados en el Reino Unido, que escriben en ingl¨¦s, aunque son de origen ex¨®tico. ?stos llevan en su o¨ªdo todas las tradiciones de sus pa¨ªses, los idiomas de la ni?ez, las luchas de la juventud pertenecientes a los pa¨ªses de los cuales ya est¨¢n desligados y cuyos idiomas ya no usan. Utilizan, en cambio, el ingl¨¦s, correct¨ªsimo y en algunos casos de gran nivel, pero en cuyo fondo y en cuyos temas, y en cuyos asedios a personajes y situaciones, queda algo no ingl¨¦s: Timothy Mo, por ejemplo, de Hong Kong, y Moris Farhi, de Turqu¨ªa, y, por cierto, el brillante Salman Rushdie, de origen paquistan¨ª, que ha sido el de mayor ¨¦xito y que no deja de recordar el temperamento de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez.
Cuando, despu¨¦s de Londres, pas¨¦ a Par¨ªs, me sorprendi¨® encontrar, en cierto sentido, el mismo fen¨®meno: el Premio Goncourt fue este a?o para el marroqu¨ª Tahar Bengelloun, del que todo el mundo hablaba, y se hablaba de grandes novelistas martiniqueses publicando en las editoriales m¨¢s importantes de Par¨ªs. Y una princesa real turca, Keniz¨¦ Mourad, ha escrito una novela rom¨¢ntica, comparable a Lo que el viento se llev¨®, sobre la ca¨ªda del imperio otomano y la vida del exilio en L¨ªbano y en un principado de Pakist¨¢n, del que todo el mundo habla. ?Cosmopolitismo? ?Internacionalizaci¨®n? ?D¨®nde est¨¢n las fronteras, ahora, si es que realmente las hay? ?Tiene valor encontrar lo nuestro, que fue el punto de partida para tantas de las novelas de mi generaci¨®n, o basta con pertenecer a la periferia?
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