68 franc¨¦s
Escribo, de antemano, para felicitar a Llu¨ªs Bassets por su reportaje sobre el 68 franc¨¦s, que sabe llevar al lector, no sin humor y con sabia mano narrativa, por las actualidades de ese pasado ya tan presente, tanto por sus resonancias -y la resonancia es germen de mitos- como por la actualidad en la vida pol¨ªtica francesa de muchos de sus protagonistas. Y de la mano de estas felicitaciones me gustar¨ªa comentar algunas analog¨ªas que, detr¨¢s y a partir del art¨ªculo, veo. Entre los varios movimientos del 68 (37, dice Bassets), uno, no de los menos conocidos ni tampoco de los menos sangrientos (hasta Franco hizo eco), tuvo lugar en M¨¦xico. La proximidad de las olimpiadas, la presencia de periodistas internacionales y la oportun¨ªsima renuncia de Octavio Paz a su puesto de embajador en la India fueron contribuyentes, o constituyentes, de que tales hechos pasaran a formar parte de una no por eso menos ef¨ªmera historia universal.Pero las similitudes y las consecuentes diferencias no terminan ah¨ª. Tambi¨¦n en M¨¦xico esa generaci¨®n vivi¨® una historia apasionante (es posible decir que, culturalmente, existe una generaci¨®n del 68 y que all¨ª naci¨® y entonces muri¨®); tambi¨¦n los que ellos fueron est¨¢n en este momento muy cerca del poder, tom¨¢ndolo o tomados por ¨¦l (como un bot¨®n, el candidato del PRI y presidente a partir de finales del a?o pr¨®ximo ten¨ªa entonces 19 a?os); y ellos controlan, tambi¨¦n, buena parte de los medios de comunicaci¨®n (al menos ciertos de prestigio, como la revista Nexos y el diario La Jornada), no sin el benepl¨¢cito del ala progresista del partido. Sin embargo, es posible decir que, en M¨¦xico, la gente que est¨¢ marcada -como ellos dicen- por el 68 est¨¢ marcada tambi¨¦n por una, a veces m¨¢s a veces menos, ligera frustraci¨®n, y que la producci¨®n intelectual de esa generaci¨®n qued¨® all¨¢ truncada por el trauma -como otros dicen- posterior a los hechos terribles. Tales marcas y traumas se notan en la pobre producci¨®n intelectual de los a?os setenta, de la que empiezan a salir, por fin, gente como David Huerta y H¨¦ctor Manjarrez o de la que se salvaron Fernando del Paso y Hugo Hiriart. Me imagino que estos nombres, hecha excepci¨®n de Del Paso, poco pueden decir a los lectores de EL PA?S: tales son las penas o los pecados de este mundo tan comunicado y tan distante. Pero si regresamos a las analog¨ªas que motivan esta carta, ?podr¨ªa pensarse que esta nueva generaci¨®n en el poder ha aprendido, a semejanza de sus contempor¨¢neos franceses, la lecci¨®n del 68? ?Ser¨¢n capaces de ver con iron¨ªa sus ideas, sus principios, su poder y los del Estado-partido en el que van a gobernar? ?Har¨¢n as¨ª partido del Estado para que la sociedad civil, en M¨¦xico, sienta tambi¨¦n que se gobierna, que se re-presenta? Supongo, finalmente, que usted se preguntar¨¢ qu¨¦ puede interesar de estas reflexiones al lector espa?ol. Supongo que yo tambi¨¦n me lo pregunto. Valga entonces, quiz¨¢, una arbitraria relaci¨®n. La generaci¨®n que va al poder en M¨¦xico es, unos m¨¢s, unos menos, la misma que gobierna ahora en Espa?a (y en EL PA?S, si mi impresi¨®n no es equivocada). ?Qu¨¦ fue, entonces, el 68 para la actual clase pol¨ªtica, para los j¨®venes de aquel PSOE? ?Pasar¨¢ algo an¨¢logo hoy, en 37 o en seis pa¨ªses?-
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