Olof Palme, una presencia obstinada
Dos a?os despu¨¦s del asesinato del primer ministro, los suecos no terminan de asumir las circunstancias de su muerte
Como una nube espesa que el viento no consigue disipar, el asesinato de Olof Palme proyecta su sombra sobre la vida de Suecia dos a?os despu¨¦s, mientras la presencia que se quiso borrar se obstina en permanecer Ser¨ªa exagerado decir que el pueblo sueco, especialmente recatado en la exteriorizaci¨®n de sus sentimientos, lo sigue llorando. Pero no lo es decir que lo recuerda y no termina de asumir las circunstancias de una muerte que marc¨® una l¨ªnea divisoria en la historia del pa¨ªs, modific¨® su imagen y destruy¨® creencias que parec¨ªan indestructibles.Muchos se preguntan cu¨¢les son las razones de esta perdurabilidad de la presencia de Palme al que no pocos observadores pol¨ªticos consideraban, en el momento de su muerte, en una etapa de declinaci¨®n de su carrera, al menos en el plano interno. Ni por sus caracter¨ªsticas personales ni por el estilo del quehacer pol¨ªtico de Suecia era Palme un prototipo de l¨ªder populista capaz de concitar adhesiones fervorosas e incondicionales. Cre¨ªa en la posibilidad de alcanzar una sociedad relativamente justa sin grandes traumas. Cuando accedi¨® a responsabilidades de gobernante, esa meta se hab¨ªa logrado. Le toc¨® continuarla y profundizarla, adelant¨¢ndose a veces a lo que los presuntos beneficiarios de su pol¨ªtica deseaban. El t¨ªmido proyecto democratizador de la econom¨ªa, que fueron los fondos salariales, no logr¨® una movilizaci¨®n popular como la que organizaron las fuerzas conservadoras que se les opon¨ªan.
Si es posible que en el plano interno la figura de Palme hubiera comenzado la etapa del declive, no ocurr¨ªa lo mismo en su gesti¨®n internacional. M¨¢s all¨¢ de que no siempre ¨¦sta fue rubricada con victorias, hab¨ªa contribuido como pocos suecos a. afirmar la presencia de su peque?o pa¨ªs aline¨¢ndolo con las causas que consideraba justas. El desarme y la paz, la eliminaci¨®n de las desigualdades que contribuyen, a desestabilizar un mundo ya de por s¨ª inestable.
Contra la violencia
Se comprometi¨® a fondo contra la violencia de las armas y contra la violencia de la injusticia. que extermina sin apretar el gatillo. Tal vez por todo esto, sin ser una figura carism¨¢tica, manos an¨®nimas se encargan cada d¨ªa de que las rosas que permanentemente cubren el lugar donde cay¨® asesinado y su tumba en el cementerio contiguo a la iglesia de Adolf Fredrik, en el centro de Estocolmo, est¨¦n siempre frescas. Y que ambos lugares sean escala obligada de transe¨²ntes y visitantes, ya sean ¨¦stos suecos que vienen desde el interior, jefes de Estado extranjeros o simples turistas.A dos a?os del crimen esto sigue igual. Mal que les pese a quienes quisieron borrarlo de la faz de la Tierra, Palme sigue presente, para bien o para mal, seg¨²n sea quien le recuerde, no s¨®lo en la memoria de muchos pueblos, sino en el debate pol¨ªtico de su pa¨ªs, que, expl¨ªcita o impl¨ªcitamente, lo tiene como punto de referencia inevitable.
Tambi¨¦n sigue como estaba la investigaci¨®n destinada a desvelar el porqu¨¦ y el qui¨¦n o qui¨¦nes de su asesinato. Esta posibilidad de la impunidad es un riesgo impl¨ªcito en todo crimen, y no es raz¨®n suficiente para descalificar a un equipo de investigadores o para deteriorar la imagen de un pa¨ªs. Pero si esa impunidad est¨¢ alimentada por tantas inexplicables omisiones antes y despu¨¦s del crimen, por rencillas entre los diversos estamentos policiales y entre ¨¦stos y la justicia, por la proliferaci¨®n de pistas e informaciones diversionistas, el escepticismo y la desconfianza que dentro y fuera de las fronteras ha suscitado la investigaci¨®n parecen ser fundados.
Una encuesta del Instituto de la Opini¨®n P¨²blica del mes de mayo del a?o pasado revelaba que el 67% de los suecos no cre¨ªa que el crimen se fuera a aclarar nunca, y ese porcentaje superaba el 80% a medida que bajaba la edad de los encuestados.
Por lo menos tres libros han aparecido en el transcurso de estos dos a?os, y otros est¨¢n en v¨ªas de aparecer. En dos casos, periodistas reconocidos, con una trayectoria profesional respetable, bas¨¢ndose fundamentalmente en hechos, han acusado con nombre y apellido a dos polic¨ªas suecos de estar implicados en la conspiraci¨®n que culmin¨® en el asesinato del ex primer ministro.
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