La Exposici¨®n Universal, en crisis
La Exposici¨®n que hoy se prepara es mezquina, defensiva, poco imaginativa, sin dimensi¨®n popular, sin capacidad para desatar no ya vientos de progreso, sino ni siquiera una ligera brisa de ilusi¨®n en este descompensado sur de Europa.La mezquindad de unos pol¨ªticos que anteponen sus intereses de partido a los del Estado, que prefieren que la Exposici¨®n no se celebre antes de permitir que otro partido rival sea el que corte la cinta inaugural, est¨¢ castrando un proyecto antes grandioso, hoy convertido en una feria de muestras m¨¢s o menos grande.
No cabe duda de que quienes causan este da?o a Andaluc¨ªa lo pagar¨¢n en el futuro. El pueblo es m¨¢s sabio de lo que muchos creen, y sabr¨¢ castigar en las urnas a los que han te?ido de vulgaridad y barnizado con ri?as callejeras de Expo 92 el proyecto m¨¢s ambicioso e ilusionante de la moderna historia de Andaluc¨ªa.
Los pol¨ªticos que controlan la Expo 92 y desde las distintas administraciones p¨²blicas implicadas dedican hoy m¨¢s energ¨ªa a dominar ¨¢reas y a protegerse de las pu?aladas del vecino que a desatar la creatividad. Los que la gestionan desde dentro est¨¢n m¨¢s dedicados a cerrar grietas y a neutralizar los torpedos que otros pol¨ªticos del mismo partido lanzan sobre la l¨ªnea de flotaci¨®n de la Expo 92 que a levantar con esfuerzo el edificio del progreso.
Dicen que el teatro de la ¨®pera no es rentable. Afirman que el tren monoviga entre Sevilla y M¨¢laga es demasiado avanzado. Ni siquiera han pensado que Sevilla hace tan s¨®lo tres siglos, ten¨ªa una veintena de teatros y serv¨ªa de inspiraci¨®n a autores de todo el mundo. No son v¨ªctimas de la decadencia. Ellos mismos son ya la decadencia.
Mientras que los pol¨ªticos sevillanos en el poder pelean por controlar la exposici¨®n y los negocios que ¨¦sta genera, la ciudad destinada a ser capital del mundo en 1992 est¨¢ llena de baches y de delincuencia callejera, los ciudadanos ignoran casi todo y nadie les ha ense?ado a amar el programa del 92, del que van a ser protagonistas. Ante el estupor internacional, los pa¨ªses y empresas que aspiran a paticipar en la muestra se desesperan porque nadie les explica en Sevilla c¨®mo ser¨¢ la Exposici¨®n.
?Se han detenido a pensar esos pol¨ªticos de la miseria que el principal legado que podr¨ªa dejar la Expo 92 no son los edificios, las carreteras, los puertos y aeropuertos? El mejor legado podr¨ªa haber sido la modernizaci¨®n de las mentes, la transformaci¨®n positiva de la sociedad andaluza, agraciada con el privilegio de asistir en directo al nacimiento del futuro. Frente a esa posibilidad fascinante, la mezquindad de los pol¨ªticos va a conseguir que la Expo 92 pase por Andaluc¨ªa sin dejar huella.
Los pol¨ªticos hablan de emprender s¨®lo proyectos rentables. Tienen miedo de que la Sevilla de 1993 arroje p¨¦rdidas.
Han encontrado en el 93 la justificaci¨®n de sus propios miedos y limitaciones. El 93, como ellos lo conciben, est¨¢ estrangulando al 92. Un directivo de la Expo 92 denunci¨® recientemente que 2.000 sevillanos con poder est¨¢n bloqueando la Sevilla del 2000. Tienen miedo hasta de hacer un metro. Ni siquiera han pensado que nunca antes en la historia se hizo una exposici¨®n bajo la ¨®ptica predominante de la rentabilidad, que las grandes exposiciones han sido hijas de la creatividad, del empuje y de una cierta locura controlada que nadie ha visto todav¨ªa en Sevilla. ?A qu¨¦ creen que van a venir los millones de visitantes de la Expo 92, a ver inversiones rentables o a contemplar maravillas? Es triste asistir al espect¨¢culo de la demolici¨®n del progreso. Le han quitado toda poes¨ªa al 92. ?Que la historia nos perdone!
Si Espa?a sigue confiando el ambicioso proyecto de,1992 a mentes minusv¨¢lidas, corre el riesgo, una vez m¨¢s, de poner la cama y no cobrar. Incluso es probable que la gran cosecha de prestigio e imagen que traen consigo las grandes exposiciones la recojan Estados Unidos, Jap¨®n y otros pa¨ªses de Europa o grandes empresas.
Aunque resulte triste decirlo, si todo sigue como hasta hoy, ¨²nicamente los pa¨ªses y las empresas extranjeras que acudan a Sevilla con ambici¨®n podr¨¢n salvar la Expo 92.
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