Significativos silencios
En las memorias de Val¨¦ery Giscard d'Estaing, que significan una voluntad indudable de presencia en la vida pol¨ªtica francesa en el momento de la elecci¨®n presidencial, apenas hay nada sustancial respecto a los principales protagonistas de la actualidad. Hay algo sobre el actual presidente de la Rep¨²blica, Fran?ois Mitterrand, y apenas nada sobre Raymond Barre y Jacques Chirac, sus dos primeros ministros y hoy candidatos a la presidencia, y las relaciones no siempre f¨¢ciles que estableci¨® con ellos.Giscard menciona muy poco sobre los dos ¨²ltimos a?os del septenato (1979-1981), en los que su imagen se deterior¨® profundamente, al hilo de los esc¨¢ndalos pol¨ªticos, principalmente el asunto de los diamantes de Bokassa.
El ex presidente y ahora memorialista lo justifica en el ep¨ªlogo, asegurando que no desea interferir con su libro en la elecci¨®n presidencial que se aproxima y promete seguir contando las confidencias y las reflexiones sobre su paso por el poder. Lo m¨¢s atractivo de las memorias de un ex presidente queda, pues, para una pr¨®xima ocasi¨®n.
Entre las confidencias que el ex presidente franc¨¦s describe en su libro con mayor emoci¨®n se cuenta la que le hizo un d¨ªa el que fuera canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania, Helmut Schmidt, con quien mantiene v¨ªnculos de amistad personal, sobre la historia hasta ahora desconocida de su padre jud¨ªo.
Giscard cuenta que el asesinado rais egipcio Anuar el Sadat le puso al corriente de sus planes, luego fracasados, para acabar con la vida del l¨ªder libio, Muanimar el Gadafi.
Escribe tambi¨¦n que Schinidt y el entonces primer ministro laborista brit¨¢nico James Callaghan le felicitaron con motivo de su triunfo electoral y le aseguraron que era la mejor elecci¨®n para el pueblo franc¨¦s.
Confiesa que llor¨® al conocer el ¨¦xito de una dificil operaci¨®n militar francesa en Zaire. O que se mantuvo en vela la madrugada de la primera ejecuci¨®n capital de su mandato -hubo tres-, a la que no opuso la gracia presidencial: "La ejecuci¨®n ha debido ya efecfumarse. Hago el signo de la cruz. ?Por qu¨¦ no decirlo? A fin de cuentas, escribo lo que he vivido".
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