Tener que vivir con Eichmann y Mozart
Cuando los jud¨ªos creyentes rezan en la sinagoga el D¨ªa de la Reconciliaci¨®n vestidos con sus sayos blancos y sus zapatillas de deporte -no se deben llevar zapatos de cuero-, pueden rogar a Dios que les perdone los pecados que ellos mismos han cometido. Para los conflictos con otras personas no hay perd¨®n de Dios. Esto debe resolverlo el jud¨ªo.No es asunto f¨¢cil para un jud¨ªo en Viena. Hace meses que leo en los peri¨®dicos extranjeros c¨®mo vuelve a resurgir en Viena el odio a los jud¨ªos: art¨ªculos sobre el miedo de los jud¨ªos en Viena, sobre sus ansias de poder marcharse de este pa¨ªs, sobre la maldad de las gentes de aqu¨ª, sobre su indiferencia, sobre sus prejuicios, sobre los art¨ªculos difamatorios de ciertos peri¨®dicos y las condenas de algunos pol¨ªticos y eclesi¨¢sticos.
?Tengo que reconciliarme yo con toda esta gente? ?Tenderles la mano? No tengo manos para tanto. Adem¨¢s, a¨²n me tiembla la mano, porque yo soy un jud¨ªo miedoso que siempre tiene ante sus ojos la horrible visi¨®n de las v¨ªctimas, que ve a los criminales, los oye, los siente acercarse. Al fin y al cabo, no paran de explicarme, sobre todo los no jud¨ªos, que mis enemigos acechan aqu¨ª en Viena. Y de repente me sobreviene la perversa visi¨®n de si no les gustar¨¢ verme temblar.
La noche del Yom Kipur los jud¨ªos creyentes rezan la Kol nidre. Esta oraci¨®n permite a los jud¨ªos renovar un voto impuesto. Sobre todo en las ¨¦pocas en que se oblig¨® a los jud¨ªos a renunciar a su fe y convertirse al cristianismo, esta oraci¨®n era una posibilidad de demostrar que no hab¨ªan renunciado a su fe. Durante siglos los enemigos de los jud¨ªos se empecinaron en interpretarlo como prueba de que nunca hay que fiarse de ellos. Al fin y al cabo, los jud¨ªos pueden revocar cualquier acuerdo, cualquier juramento, s¨®lo rezando.
El olor de la Viena jud¨ªa
A lo largo de este ¨²ltimo a?o jud¨ªo yo he dicho varias veces que no me da ning¨²n miedo vivir aqu¨ª en Viena. No se trata de una afirmaci¨®n forzada; tampoco voy a retirarla. Desde hace un a?o estoy de nuevo en la ciudad donde nac¨ª y donde mi familia vive desde hace siglos. Hace siglo y medio, uno de mis antepasados construy¨® el primer ferrocarril de Austria con la familia Rothschild. El emperador lo premi¨® con el t¨ªtulo de caballero, y todav¨ªa hay un busto suyo en el Museo T¨¦cnico.
Cien a?os despu¨¦s la familia fue expulsada y, salvo algunos miembros, asesinada. Ambas cosas forman parte de la historia de Viena y ambas cosas forman parte de mi historia en esta ciudad. Al cabo de siete a?os en el extranjero regres¨¦ a la ciudad, cargado de dudas, sobre todo ahora.
Naturalmente, ya no est¨¢n aqu¨ª todas las personas que a fin de siglo hicieron de Viena aquello de lo que ahora est¨¢ orgullosa. Quiz¨¢ Stefan Zweig se qued¨® corto cuando dijo entonces que nueve d¨¦cimas partes de la cultura vienesa procede de los jud¨ªos.
Pero quien conoce bien esta ciudad, quien pasea despacio por las calles antiguas y las peque?as callejuelas, o sorbe su caf¨¦ en los pocos caf¨¦s que a¨²n se conservan, nota, huele todav¨ªa esta Viena jud¨ªa. De repente se tropieza con un personaje de una novela de Joseph Roth. Con esta pintoresca mezcla de alem¨¢n y eslavo. Emigrados a Viena desde el Este, despu¨¦s de haber le¨ªdo a Schiller y a la espera de la gran libertad, se quedaron en Viena.
Naturalmente, me estoy inventando algo. Todo esto no es cierto; son ilusiones. La realidad es distinta. Pero tampoco esto, es nuevo. La realidad, aqu¨ª en Viena, siempre fue distinta. Pero Viena tiene desde hace siglos una poblaci¨®n a la que ense?aron que es mejor disfrutar que pensar. Tambi¨¦n la est¨¦tica es aqu¨ª una cuesti¨®n de goce, de alegr¨ªa y de la belleza por la belleza misma. Y un jud¨ªo de Viena resulta ser tambi¨¦n un vien¨¦s.
?Nos estamos enga?ando a
nosotros mismos? ?Nosotros, los jud¨ªos de Viena? ?Se est¨¢n enga?ando los jud¨ªos rusos que se quedaron aqu¨ª y no se marchan a Israel? Han abierto docenas de peque?os talleres de zapater¨ªa y por las noches tocan sus antiguas canciones. Esos jud¨ªos de creencias estrictas que rezan por la ma?ana y por la noche en casi 20 peque?os cuartos de oraci¨®n, muchas veces ocultos en cual quier vivienda de una casa de alquiler, dispersos por la ciudad. Cualtro jardines de infancia jud¨ªos, de severamente ortodoxos a liberales. Una escuela primaria para los creyentes. Un instituto de bachillerato... ?D¨®nde hay algo as¨ª en Alemania?
En el distrito 2, separado s¨®lo por el canal del Danubio del centro, y donde viv¨ªa la mayor¨ªa de los jud¨ªos tambi¨¦n antes de la guerra, aparecen escuelas de Talmud, grupos has¨ªdicos como los Chabad-Lubawitsch, una asociaci¨®n para difundir la doctrina del Tora. En la plaza de M¨¦xico hay tiendecillas de chucher¨ªas en las que lo mejor que puede hacer el cliente es hablar yidish. Hace unos meses hubo una boda has¨ªdica en el aparcamiento de una f¨¢brica. Los m¨¢s de 100 hombres y mujeres asistentes, vestidos con sus t¨²nicas tradicionales, desentonar¨ªan menos en Jerusal¨¦n, que en Viena.
Aqu¨ª tienen sus restaurantes kosher, el carnicero, el panadero e incluso un supermercado propio. Sigue habi¨¦ndolos (?o vuelve a haberlos?): el disc¨ªpulo del Talmud, el jud¨ªo del caf¨¦, el circuncisor (mohel) y el banquero jud¨ªo. Con todos ellos viv¨ª este ¨²ltimo a?o en Viena.
?Y los dem¨¢s? ?D¨®nde est¨¢n los dem¨¢s en esta ciudad? Siete mil jud¨ªos frente a 1,5 millones de no jud¨ªos. Es dif¨ªcil con una proporci¨®n as¨ª hablar de minor¨ªa o de gueto. Y ahora hace un a?o que me explican que son estos otros los que amenazan mi vida, que viven en el pasado y que, incapaces de reconocer su propia complicidad, quitan importancia al crimen de entonces o por lo menos no quieren hablar de ¨¦l.
Antisemitismo moderno
Pero tambi¨¦n aqu¨ª mi vivencia de esta ciudad es m¨¢s discernida y variada, si bien tambi¨¦n cargada de contradicciones. Como si el enemigo y el amigo se presentaran juntos. ?De com¨²n acuerdo, quiz¨¢? Hay un canciller federal que en plena campa?a electoral del a?o pasado acude a la sinagoga el d¨ªa de Yom Kipur. El jefe del Partido Popular Austriaco en Viena habla de una visi¨®n, de una Austria que sabe lo que hizo, lo que destruy¨® de s¨ª misma y en qu¨¦ culpa incurri¨®.
A m¨ª me gusta una Administraci¨®n que acoge en el pa¨ªs a ni?os jud¨ªos indocumentados huidos de Ir¨¢n, que los apoya y les ofrece maestros hasta que puedan seguir solos; me gusta un ministro del Interior que en conversaciones personales no deja de afirmar que es para ¨¦l un imperativo que los jud¨ªos vuelvan a sentirse a gusto viviendo aqu¨ª; me gusta un programa de radio en el que trabaja un equipo de redactores que, en una emisora estatal, logra poner en evidencia a la jerarqu¨ªa de este pa¨ªs cada vez que se mete con nosotros los jud¨ªos, y me gusta una ciudad en la que hay un cardenal retirado que habla abiertamente de la complicidad de la Iglesia en la aniquilaci¨®n de los jud¨ªos en el III Reich.
A m¨ª y a muchos otros jud¨ªos de aqu¨ª no nos sirve la observaci¨®n distanciada de las vivencias positivas. Aqu¨ª vivimos en una ciudad donde, hay estas dos caras. A menudo dentro del mismo partido o de la misma Iglesia. M¨¢s bien se plantea la pregunta de por qu¨¦ es m¨¢s interesante hablar del miedo de otro que de los intentos de acabar con ¨¦l.
El miedo de los jud¨ªos en Viena se represent¨® en una controversia pol¨ªtica o pol¨¦mica. No se trataba de simpat¨ªa; el motivo para hablar de ello no era la conmoci¨®n propia. Mediante la escenificaci¨®n del papel de v¨ªctima se pod¨ªa descubrir al criminal en el sentido period¨ªstico. Para dar a esta acusaci¨®n una forma que impresionara se nos utiliz¨® a nosotros los jud¨ªos. Una investigaci¨®n precisa hubiera permitido contraponer a los jud¨ªos que quieren cerrar sus negocios en Viena por el ambiente de la ciudad el doble de jud¨ªos que de buena gana abrir¨ªan una tienda si tuvieran dinero suficiente. Por cada jud¨ªo que quiere marcharse yo encuentro a 10 no jud¨ªos que quieren marcharse.
Es propio de la falta de imaginaci¨®n, sobre todo de los alemanes, el que, siempre que se trata de los jud¨ªos, se queden atascados en la pol¨¦mica del criminal y la v¨ªctima. Los jud¨ªos son o criminales en Israel o v¨ªctimas del antisemitismo. Raras veces se tiene como afectado la sensaci¨®n de que quien escribe pueda hacerse una idea real de lo que nos da vueltas en la cabeza. Todo art¨ªculo se ilustra con una foto en la que el redactor seguro que no imagina a uno de sus allegados.
El antisemitismo forma parte de la historia de Viena como la rueda gigante o la catedral de San Esteban. Pero en la resistencia contra la estupidez, y tambi¨¦n con el apoyo de las fuerzas liberales de Viena, se produjo un despegue cultural de los jud¨ªos como nunca lo hab¨ªa habido antes. Quiz¨¢ fue s¨®lo el rechazo de Herzl por medio de la asociaci¨®n estudiantil Albia lo que sirvi¨® de acicate a este sionismo.
Un soldado y un portero
Pero de la misma manera que la historia austriaca tiene que vivir con Eichmann y con Mozart, ¨¦sta es tambi¨¦n mi historia. Es el soldado que furtivamente ayud¨® a mi padre a cruzar la frontera y es el portero que descubri¨® d¨®nde estaba oculta mi abuela. Yo me tomo el derecho de decidir por m¨ª mismo d¨®nde empieza la excepci¨®n y d¨®nde la regla se hace sistema.
Hoy d¨ªa la postura de alguien sobre la aniquilaci¨®n de los jud¨ªos y sobre la judeidad es cada vez m¨¢s un factor decisivo para juzgar a una persona. Cada vez que alguien pronuncia hoy un discurso en Viena, no importa sobre qu¨¦ tema, se est¨¢ al acecho cuando suenan las palabras jud¨ªos, nazis o nacionalsocialismo. Qu¨¦ bonito ser¨ªa que no hablaran m¨¢s de nosotros. Por una vez, una declaraci¨®n sobre el estado de la naci¨®n en la que no se insista en lo importante que es la cuesti¨®n jud¨ªa. Una relaci¨®n normal no puede haberla cuando han pasado tan pocos a?os despu¨¦s de la aniquilaci¨®n.
La diferencia reci¨¦n descubierta entre Alemania y Austria por lo que concierne al antisemitismo no es aceptable para m¨ª. Todav¨ªa no se ha asesinado en Austria a un editor jud¨ªo, no se ha incendiado la casa de ning¨²n m¨¦dico jud¨ªo. Que a los jud¨ªos les va peor en Austria que en Alemania es una pol¨¦mica est¨²pida; que les vaya mejor en Austria que en Alemania puede que sea una mentira vital, pero funciona.
?No debemos celebrar con ellos! Ni siquiera quejamos con ellos. Para los jud¨ªos de Austria este aniversario debiera ser el momento de pensar en la destrucci¨®n de nuestra Viena. Que los otros preparen actos conmemorativos. Nuestro lugar est¨¢ en las sinagogas. Ese d¨ªa debemos ofrecer un sitio a los que s¨®lo quieren quejarse.
Es cierto: en Viena vuelve a haber peri¨®dicos antisemitas, pol¨ªticos que azuzan contra los jud¨ªos. Los jud¨ªos reciben cartas con amenazas y llamadas an¨®nimas. No obstante, yo afirmo que a buena parte de los jud¨ªos le gusta vivir aqu¨ª. Constatamos con satisfacci¨®n y alegr¨ªa que hay muchas, a menudo valerosas, declaraciones de simpat¨ªa. No nos tranquilizan, pero disminuyen la intranquilidad. Pero, independientemente de este juego de pimp¨®n a favor y en contra de los jud¨ªos, est¨¢ la ciudad de Viena que vuelve a darnos una sensaci¨®n de patria que no puede mermar ninguna consigna est¨²pida ni ning¨²n art¨ªculo virulento.
Un vien¨¦s de verdad disfruta de las alegr¨ªas de la vida hasta cuando el mundo se viene abajo. Canta, se r¨ªe, bebe, come, discute, y vive, y no ve el cartel de la pared. ?Por qu¨¦ un vien¨¦s jud¨ªo ha de ser de otra manera?
Peter Sichrovsky, escritor jud¨ªo residente en Viena, de 40 a?os, es autor de Hijos de familias nazis, nacidos culpables.
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