Ulster, imagen y realidad
Si uno llega de noche al aeropuerto de Belfast, llueve o incluso hace fr¨ªo, y le toca en suerte -harto posible- pasar por alg¨²n control policial a la salida misma del aeropuerto, creer¨¢ que va a vivir algo que ya conoce, que ha le¨ªdo o ha visto en la televisi¨®n innumerables veces, muy a pesar de que se trate de su primera visita a Irlanda del Norte. Si para colmo se hospeda en el Forum, con un control muy estricto a pocos metros de la puerta, y le dicen que el hotel ha sufrido m¨¢s de 100 bombas a lo largo de su historia, no pensar¨¢ sino en meterse lo antes posible en la cama, terminar con la gesti¨®n que le ha tra¨ªdo hasta aquel desgraciado pa¨ªs, y en cuanto le resulte posible, desaparecer. Pero, con ser cierto todo ello, en Irlanda del Norte hay, sin duda, algo m¨¢s.Ya por la ma?ana observar¨¢ algo que no ha visto en Londres, de donde posiblemente proceda: polic¨ªas armados, zonas con mecanismos para desalojo inmediato de la poblaci¨®n, jeeps policiales que m¨¢s parecen tanquetas, protegidas como est¨¢n por defensas met¨¢licas. Y tal vez alguno le dir¨¢ en la reuni¨®n a la que ha sido convocado que el edificio, al igual que la mayor¨ªa de los edificios nuevos de Belfast, est¨¢ construido para soportar estallidos de artefactos.
Es f¨¢cil de comprender la desaz¨®n del visitante, pero es obligado decir que la segunda noche puede ser muy diferente. Si decide cenar en alg¨²n restaurante de las afueras, a tan s¨®lo unos pocos kil¨®metros de la ciudad, se encontrar¨¢ no s¨®lo con un ambiente confortable, sino con gente que le dir¨¢ que no ha visto jam¨¢s un muerto, que no sabe nada de atentados, que jam¨¢s ha ocurrido nada en aquel lugar, y que le va a mirar a uno sorprendido por las preguntas que se le dirigen, como si se le hablara de una guerra de la que nunca jam¨¢s antes oy¨® hablar. Las gentes del lugar, por lo dem¨¢s, le sorprender¨¢n por su amabilidad y delicadeza, y no ser¨¢ extra?o encontrar minor¨ªas j¨®venes ilusionadas con el futuro.
?Qu¨¦ es exactamente, entonces, lo que ocurre en Irlanda del Norte? Ya es un t¨®pico: que no hay salida, porque una minor¨ªa, aunque dividida en dos bandos, ha decidido que no exista. Y es suficiente; ¨¦sta es la gran tragedia. En sociolog¨ªa y en pol¨ªtica, los efectos no siempre son proporcionales a las causas que en apariencia los provocan. Ni el hecho de que las causas se debiliten conlleva inevitablemente que los efectos desaparezcan. Aqu¨ª radica el porqu¨¦ del gran ¨¦xito actual del terrorismo. Porque basta un centenar de personas en una y otra parte para, caso de decidirse a matar polic¨ªas o indefensos transe¨²ntes, saltar a los primeros titulares de los medios de comunicaci¨®n y convertirse en punto de referencia mundial. Y es in¨²til rasgarse las vestiduras como hacen muchos a prop¨®sito de la desproporci¨®n o de la imagen negativa que ello conlleva. Se trata de un dato, y como tal hay que tomarlo. Lo ¨²nico que cabe, caso de persistir, es rebelarse hasta extirparlo, o aguantarse. Lo contrario es, sencillamente, negar la realidad.
?Qu¨¦ es m¨¢s verdad, la que aparece en los medios de comunicaci¨®n o la propia realidad que uno mismo puede analizar y contrastar directamente? Y qu¨¦ m¨¢s da, dir¨ªa yo. Tan s¨®lo unos pocos van a tener la posibilidad de conocer con exactitud lo que ocurre, por ejemplo, en Irlanda del Norte, y esto no tiene relevancia alguna, porque al d¨ªa siguiente va a ser engullido en la vor¨¢gine del impacto de una nueva bomba, alg¨²n crimen o el inevitable atentado. En Irlanda del Norte, el observador independiente podr¨¢ observar los esfuerzos de muchos protestantes por incluir cat¨®licos en las filas del RUC, la polic¨ªa local, al objeto de dar mayor credibilidad y acabar con las atrocidades de a?os anteriores. Constatar¨¢ el hartazgo de cat¨®licos y protestantes, la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n, e incluso los esfuerzos de los Gobiernos irland¨¦s y brit¨¢nico para, por ejemplo, con el acuerdo de 1985, intentar lograr un clima de cooperaci¨®n y convivencia. Millones y millones de libras se gastan hoy en programas que favorecen fundamentalmente a los cat¨®licos. Pero es igual.
Plantar cara
Seguir¨¢ sin comprender por qu¨¦ no se planta cara de una vez ante tanto loco y asesino de una parte y otra. No entender¨¢ por qu¨¦, dado el constatable hundimiento de un pa¨ªs otrora honesto, de alta moral, culto y desarrollado como era Irlanda del Norte, no se es capaz de imponer -digo imponer sin ambages- el sentido com¨²n y el esp¨ªritu de tolerancia. Pero al tratar de responder, se advierte que la mayor¨ªa se ha rendido, que se han perdido definitivamente una serie de valores, que est¨¢n derrotados. S¨ª, derrotados los irlandeses del Sur, que por mucho que traten de comprender est¨¢n abrumados con las barbaridades de sus hermanos del Norte.
Derrotados los brit¨¢nicos, que ma?ana mismo abandonar¨ªan gustosos aquella regi¨®n a su suerte, y que por no creer no consideran ni brit¨¢nico al "superbrit¨¢nico" Ian Paisley. Recuerdo una entrevista con un alto dirigente laborista con gran responsabilidad en su momento en Irlanda del Norte: jam¨¢s escuch¨¦ algo m¨¢s desolador, fr¨ªo y triste a prop¨®sito del futuro de aquella regi¨®n. Est¨¢n derrotados los cat¨®licos, para los que pasan los a?os y siguen viendo c¨®mo sus barrios alcanzan tasas de paro del 40%. Y se sienten derrotados los propios protestantes: el responsable m¨¢ximo de la Sociedad de Promoci¨®n Industrial de aquella regi¨®n me contaba desolado c¨®mo pasaba el tiempo demostrando in¨²tilmente que en Nueva York, Londres o Hong Kong las cifras de delincuencia e inseguridad son sustancialmente mayores que en Belfast. Y es verdad, pero al resto le da igual. El terrorismo moderno espanta, provoca un rechazo generalizado en el exterior y destroza lo que toca, aunque afirme defenderlo.
Los medios de comunicaci¨®n no tienen la culpa de lo que ocurra en el Ulster, por muy diferente que sea la versi¨®n real de la que recibimos. Y esto vale tambi¨¦n para otros lares m¨¢s cercanos. Porque detr¨¢s de cada bomba que coloca un grup¨²sculo cualquiera, por muy pocos que sean y por muy locos que est¨¦n, se encuentra generalmente la incapacidad de un pueblo para salir adelante, para plantar cara a quien hay que plantarla.
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