Papi

La gente tiene tendencia a considerar semejante asunto con excesivo dramatismo. La voz de la sangre y todo eso. La verdad es que hay sangres que mejor estar¨ªan mudas. La de la mam¨¢ de Marco, por ejemplo: es obvio que, de haberse callado, nos habr¨ªa ahorrado mucho monigote japon¨¦s triscando por los cerros y cruzando los oc¨¦anos.Ni la paternidad ni la maternidad resultan en estos tiempos un gran invento. Eso estaba bien cuando no exist¨ªan los grandes almacenes ni la tarjeta de cr¨¦dito, ni la venta a plazos, ni ninguno de esos placeres que te permiten adquirir y poseer en el acto todo lo que se te antoja. Incluso destruirlo. S¨®lo los m¨¢s pobres insisten en tener una abundante prole, lo que confirma mi teor¨ªa de que a mayor n¨²mero de electrodom¨¦sticos, menos procreaci¨®n, o viceversa.De todas formas, a pap¨¢ y mam¨¢, o a la idea de pap¨¢ y mam¨¢ como mesa camilla central de nuestra historia, los mediterr¨¢neos tenemos que agradecerle una de las pocas cosas interesantes que hemos podido hacer por estos pagos: fantasear con el incesto. Podr¨ªa decirse que el temor a, el deseo de, la culpa por y el recuerdo del incesto nos han convertido en personas realmente interesantes.

Por ello todos los a?os, por estos d¨ªas, murmuro con ilusi¨®n: "Pap¨¢, no corras. Vengas de donde vengas".