Oscars, Goyas y errores
Supongo que todos los premios son injustos. Al menos, es seguro que cada ganador implica numerosos perdedores de m¨¦ritos iguales o mayores a los suyos. Ocurre as¨ª desde que el mundo es mundo, desde que lo hicieron competitivo y se empe?aron en que no hab¨ªa sitio para todos. Gana alguien, pierden muchos.Hace unos d¨ªas, en los Goyas del cine espa?ol (mejor organizada su entrega que el a?o precedente, aunque eso no sea bastante) hubo ausencias notables de los que no quer¨ªan entrar en el juego del misterio que se desvela en el ¨²ltimo momento, quiz¨¢ creyendo que su consolidaci¨®n profesional no est¨¢ para ni?er¨ªas, y hab¨ªa, otras ausencias, sin duda m¨¢s l¨®gicas, de quienes no hab¨ªan figurado, a¨²n mereci¨¦ndolo claramente, en las listas finales de la llamada Academia de Artes y Ciencias Cinematogr¨¢ficas de Espa?a: Almod¨®var, por ejemplo, cuya espl¨¦ndida pel¨ªcula La ley del deseo, que en 1987 ha acaparado festivales y galardones y que en esta Academia no ha sido minimamente tenida en cuenta.
Pero lo m¨¢s curioso no estaba en las constantes inevitables de este tipo de eventos, sino en el papanatismo de tantos comentarios de entreacto que no se tomaban en serio lo de los Goyas y en cambio, con devoci¨®n absurda, se deshac¨ªan en expectativas ante los Oscars de Hollywood. Comentarios que tienen su precedente en algunos art¨ªculos precipitados que se han podido leer desde que Asignatura aprobada, de Jos¨¦ Luis Garci, fuera elegida, primero por esta Academia local, y luego por su hermana gemela, como finalista para el Oscar al filme extranjero: una hermana m¨¢s veterana, pero no por ello m¨¢s sabia.
Seg¨²n esos articulistas, cuantos cr¨ªticos espa?oles dijeron que Asignatura aprobada no era pel¨ªcula de su gusto, demostraron su ignorancia ante la aplastante evidencia de que los norteamericanos opinaban lo contrario. Si esos cineastas, se escribi¨®, son quienes han hecho el mejor cine del mundo, l¨®gico es que tengan un juicio m¨¢s acertado que el de los espa?oles, que no han llegado a una industria tan poderosa, y m¨¢s a¨²n, los cr¨ªticos espa?oles, que, como todo el mundo sabe, acumulan frustraciones, inquinas e incompetencias sin igual. Todos, se insinu¨®, al pared¨®n.
Ba?o de euforia
A¨²n est¨¢ por conocerse el resultado de Hollywood, y ojal¨¢ sea placentero para. nosotros. En cualquier caso, ello no tendr¨ªa que alterar el valor del juicio de los cr¨ªticos espa?oles sobre Asignatura aprobada, haya sido el que haya sido. Ni el de los cr¨ªticos ni, claro est¨¢, el de ning¨²n espectador. De igual forma que el resultado de los Goyas 88, en los que fueron premiadas pel¨ªculas excelentes, no puede alterar la buena opini¨®n sobre la olvidada pel¨ªcula de Almod¨®var.
En seguida, ya digo, surgieron comentarios ba?ados en la euforia por la nominaci¨®n de la pel¨ªcula de Garc¨ª, pero basados en descalificaciones a terceros. El patriotismo esgrimido en cuestiones de gusto. Un puro disparate, como la historia de cualquier premio. La de los Oscars, sin ir m¨¢s lejos. En su ya larga existencia, ha concedido galardones consensuados y ha tenido aciertos que el tiempo corrobor¨® luego. Pero, a su lado, las ausencias de pel¨ªculas muy importantes o que fueron mal situadas en la lista definitiva de los mejores del a?o, no son moco de pavo.
De cuando en cuando, hay hasta vergonzosas rectificaciones de ¨²ltima hora, evidenciando m¨¢s el error. A Charles Chaplin se le concedi¨® un Oscar por el conjunto de su obra, al final de su carrera, como ¨²nica forma de paliar el extremado disparate de no haber premiado ninguna de sus obras maestras. A Henry Fonda s¨®lo en su lecho de muerte le lleg¨® su primer Oscar, ttas una carrera llena de pruebas de irremplazable talento. Y el mayor mito de la historia del cine, a¨²n vivo, Greta Garbo, no ha recibido jam¨¢s la tan afamada estatuilla.
Nunca lo recibieron tampoco Gary Grant o Fred Astaire. Ni John Garfield, James Mason, Marilyn Monroe, Marlene Dietrich o Montgomery Clift. Bastan estos nombres para entender la significaci¨®n de tan posibles errores, pero hay muchos a¨²n. Por mi parte, no tengo reparo en confesar absolutos entusiasmos por pel¨ªculas a las que la Academia no entreg¨® el Oscar: desde Primera plana, de Billy Wilder, a La noche del cazador, de Charles Laughton, pasando por Junior Donner, de Peckinpah, o El otro de Robert Mulligan.
En los corrillos de las fiestas de los Goyas, incluso en el propio escenario, hab¨ªa, sin embargo, cierto papanatismo respecto a sus hom¨®logos americanos, como si la fuente de sabidur¨ªa viniera inexcusablemente de Los ?ngeles. Hay, claro, aciertos a imitar, pero sin que altere la independencia de juicio. A fin de cuentas, cuando el Oscar es ajeno tampoco nos lo tomamos muy en serio.
Si la conclusi¨®n es que, a la hora de la verdad, los Oscars no marcan historia sino s¨®lo estilo, ?por qu¨¦ no prolongar su ense?anza de forma m¨¢s personal? Y, en todo caso, ?por qu¨¦ no desprenderse del papanatismo? Vista la ceremonia de los Goyas 88 en directo, result¨® pesada (y con alg¨²n error sobre la historia del cine espa?ol no muy explicable); pero sintetizada en TVE ten¨ªa el ambiguo aspecto de cualquier evento similar.
Parece importante que en el cine se concedan premios, porque estimulan a conocer los filmes galardonados, pero m¨¢s a¨²n, a vivir el cine como algo vivo. Es decir, no acaba siendo lo m¨¢s importante qu¨¦ filmes se premian, sino el hecho mismo de los premios. Con independencia de los galardones concretos de los Goyas 88, realmente concedidos a pel¨ªculas de val¨ªa, es de mayor inter¨¦s la velada misma de los Goyas y su proyecci¨®n popular. L¨¢stima, pues, que tenga el tufillo de una imitaci¨®n de la competencia. Dentro de su inevitable y l¨®gico toque glamoroso, un poco m¨¢s de humor, por favor. La cosa no es para tanto.
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