Thyssen
El bar¨®n Thyssen, el de las pinturas, o sea, el Pinturiccio, como se le conoce ya en la haigh / haigh, es un bar¨®n mago de esos que hab¨ªa a principios de siglo recorriendo los pueblos de Europa. (Nabokov saca alguno en sus novelas, si no es que ¨¦l mismo fue uno de ellos.) El truco es f¨¢cil, y tambi¨¦n lo conoce mi entra?able Garc¨ªa Nieto: se mete un stradivarius en un saco, se muestra el stradivarius al personal, a cambio de un jam¨®n (que tiene la misma forma), y se larga uno con el jam¨®n, el stradivarius y el saco.Esto es lo que viene haciendo el bar¨®n Thyssen / Cervera con su legendaria colecci¨®n de pintura por todos los pa¨ªses cultos de la culta Europa. Anda a ver qui¨¦n le da m¨¢s jam¨®n. Y a eso no se le llama mecenazgo. Mecenazgo era lo de Rockefeller (y lo es), o lo de la Fundaci¨®n March, lo mismo cuando la llevaba Andr¨¦s Amor¨®s que ahora con Andr¨¦s Berlanga o quien sea. (Amor¨®s lleg¨® a matarme las hambres levantadas del escritor espa?ol con 750.000 p¨²as de su hucha personal, ya que la Fundaci¨®n no me las daba.) Pero lo del bar¨®n Thyssen / Cervera es juego de manos, visto y no visto, ahora te lo doy y ahora te lo quito, ahora te lo dejo. Pues que don Heinrich ofrece su colecci¨®n en dep¨®sito, s¨®lo en dep¨®sito, y no completa, a Espa?a y al mundo, a cambio de favores y privilegios muy concretos, de tipo comercial, industrial, dinerario. Ha encontrado que su colecci¨®n de arte es una seducci¨®n que echa por delante una delicada seducci¨®n (que es lo que hoy se lleva en Europa), una cierta sonrisa de los grandes maestros del pasado y de este siglo, un toque de distinci¨®n, para luego tratar con los Gobiernos de la pela pura y dura, de asuntos fabriles, y no de artistas febriles.
"La cagaste, Burt Lancaster" (Summers). El director del Museo del Prado ha dicho que la colecci¨®n / Thyssen no cubre ciertas lagunas de la pintura antigua y que, en cuanto a los modernos, estar¨ªan mejor en otro museo. Carmen Cervera, nuestra Tita Cervera de Marbella y toalla, hoy baronesa Thyssen-Bornemisza, parece sencilla y directamente interesada en que los cuadros se queden en Espa?a, porque ella es as¨ª de espa?ola, un fr¨¢gil y adorable mito acu?ado por el Diez Minutos, Agust¨ªn Trialasos y el nunca bien llorado Jorge Fiestas. Pero el bar¨®n Thyssen es el antimecenas del siglo XX, un se?or que no tiene una colecci¨®n para proteger las artes (ni siquiera por liberar impuestos, como otros), sino que llega a la feria de un pueblo, pongamos Espa?a (ahora estamos con la feria democr¨¢tica y cultural, que dura ya 10 a?os), y abre su baraja sobada de Tintorettos y Matisses, le hace juegos de manos al personal y a los ni?os (entre los ni?os suele estar Javier Solana) y luego se va. Espera a que le llamen para pedirle los Tintorettos y los Matisses, y entonces es cuando se abre de capa y vemos grandes f¨¢bricas de humo y grandes concesiones de todo. No sabe uno, a la hora de escribir esta columna (once menos cuarto de la ma?ana), en qu¨¦ ha quedado la cosa / Thyssen, pero, quede bien o mal, hay que decir que este mago alem¨¢n nos ha chuleado / puteado a los espa?oles, salvada sea su santa esposa.
Esto no es un mecenas renacentista, repito. Esto es un mago de feria, que primero nos aoja con el naipe para luego vendernos la pomada. Y las pomadas del bar¨®n son car¨ªsimas, yo que lo s¨¦, se lo prometo a ustedes. El se?or Thyssen est¨¢ degradando a los mecenas, a los pintores, a los Gobiernos y a los fabricantes de cosas, que trabajan m¨¢s limpio que ¨¦l, sin baraja, empezando por los fabricantes espa?oles. El bar¨®n Thyssen tiene una riqu¨ªsima colecci¨®n de arte como quien tiene una baraja de p¨®ker. Le est¨¢ dando a sus cuadros / naipes un juego de rep¨®ker, el muy bar¨®n.
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