Alejandro Ar¨ªs Fern¨¢ndez
El cirujano que ha introducido en Espa?a el coraz¨®n artificial

Manipula y sostiene en sus manos el Jarvik 7 como un pintor sostendr¨ªa la paleta de los colores, sin ning¨²n tipo de reverencia. Hace ya mucho tiempo que Alejandro Ar¨ªs palpa corazones humanos, uno o dos cada d¨ªa, y el coraz¨®n artificial, visto de cerca, es tan prosaico que no despierta ning¨²n tipo de emoci¨®n. Pl¨¢stico de p¨®liuretano. Y, sin embargo, ese artilugio tan poco espectacular ha hecho a?icos un mito mantenido a lo largo de los siglos y ha salvado ya m¨¢s de 60 vidas. Este cirujano de 44 a?os que trabaja en el hospital de Sant Pau de Barcelona es el introductor del coraz¨®n artificial en Espa?a.
Alejandro Ar¨ªs considera que el Jarvik 7 constituye una revoluci¨®n en la cirug¨ªa cardiaca, pero no cree que se llegue a lograr jam¨¢s un coraz¨®n artificial totalmente implantable. "El coraz¨®n humano es la m¨¢quina m¨¢s perfecta, y, como tal, es insustituible. Por eso el coraz¨®n artificial no llegar¨¢, a ser jam¨¢s una alternativa en s¨ª mismo. En cambio, puede ser un perfecto complemento del trasplante", asegura. "Hoy me he enterado de que el nuestro ha sido el n¨²mero 84 de los corazones artificiales implantados hasta ahora". Se lo acababa de decir el representante de Synibion Inc., la empresa que cre¨® el propio Robert Jarvik, padre del coraz¨®n artificial, para comercializar su invento. Jarvik no est¨¢ ya en Synibion. El proyecto se considera, en parte, fracasado porque no ha satisfecho las expectativas de alternativa total. "Los trasplantes de ¨®rganos humanos han mejorado mucho en los ¨²ltimos a?os, de modo que ya no es tan necesario buscar una alternativa mec¨¢nica. Har¨ªan falta m¨¢s de cinco a?os y muchos, muchos millones de d¨®lares para desarrollar algo tan revolucionario como el Jarvik 7. Y, obviamente, esto plantea un problema de rentabilidad. ?Vale la pena, realmente, mejorar el coraz¨®n artificial cuando los avances en el campo de la inmunolog¨ªa plantean la posibilidad de utilizar corazones de animales a un plazo seguramente m¨¢s corto?", se pregunta.Ar¨ªs siempre tuvo claro que quer¨ªa ser cirujano. "Desde muy ni?o recuerdo que cuando me preguntaban qu¨¦ quer¨ªa ser de mayor respond¨ªa que cirujano. Cirujano, no m¨¦dico". No te cost¨® demasiado, "salvo muchas horas de estudio". Se licenci¨® en Medicina en Barcelona, e inmediatamente se subi¨® a la ola de m¨¦dicos que se iba a EE UU a especializarse. March¨® en 1967 al Medical College of Wisconsin, donde curs¨¦ los seis a?os de la especialidad, y m¨¢s tarde trabaj¨® en el Maimonides Medical Center de Nueva York, donde coincidi¨® con Josep Maria Caralps y con ¨¦l sigue compartiendo la trayectoria profesional, hasta el punto de que el hospital de Sant Pau ha tenido que recurrir a un artilugio legal para desdoblar la jefatura de la unidad de cirug¨ªa cardiaca en dos. Estaban en el Maimonides justo cuando el doctor Kantrowitz se lanz¨® a la aventura del trasplante de coraz¨®n.
En 1974, Ar¨ªs y Caralps volvieron a Barcelona. "Fue como tirarse del avi¨®n sin paraca¨ªdas. Nos contrataron en Sant Pau, pero estuvimos un a?o sin poder operar del coraz¨®n, y no porque no hubiera enfermos, sino porque no hab¨ªa infraestructura, as¨ª que decid¨ª volver a Estados Unidos si pasado un a?o no hab¨ªa conseguido operar. Hicimos la primera operaci¨®n a coraz¨®n abierto en octubre de 1975 y me qued¨¦". No se arrepiente. El hospital dio el gran salto, y ahora no s¨®lo opera a coraz¨®n abierto casi cada d¨ªa, sino que se ha colocado en la c¨²spide de su especialidad.
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