Una quiebra abrumadora
LA QUIEBRA de Spantax, inevitable a la vista del balance e instada simult¨¢neamente por la direcci¨®n y la representaci¨®n de los trabajadores, ha sido precedida por algunas peripecias en las que la Administraci¨®n se ha visto involucrada sin representar un papel especialmente lucido. La Direcci¨®n General del Patrimonio del Estado, dependiente del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda, tom¨® para s¨ª en su momento -era el verano de 1986- la responsabilidad de buscar f¨®rmulas para salvar la compa?¨ªa a¨¦rea. Spantax se encontraba ya en situaci¨®n cr¨ªtica, pero segu¨ªa ostentando la condici¨®n de primera empresa espa?ola de vuelos charter, manten¨ªa una interesante cuota en el mercado europeo del charter (que transport¨® a 34 millones de pasajeros en 1987), daba trabajo a m¨¢s de 900 personas y, no hay que olvidarlo, era una de las im¨¢genes exteriores del sector tur¨ªstico espa?ol.El Patrimonio del Estado adquiri¨®, pues, el compromiso de buscar una soluci¨®n para Spantax. La soluci¨®n, dada la situaci¨®n patrimonial de la empresa (la deuda con el Estado e instituciones p¨²blicas ascend¨ªa a 9.000 millones de pesetas), s¨®lo pod¨ªa proceder de un comprador de extremada solvencia y profesionafidad. Improasa, sociedad intermediaria dependiente del Patrimonio, eligi¨® en su momento la oferta procedente de una sociedad luxemburguesa, creada para la ocasi¨®n, que, bajo el nombre de Aviation Finances, no ten¨ªa m¨¢s estructura que dos personas: Wolfgang Krauss, un hombre de quien, por sus antecedentes profesionales, se pod¨ªa suponer un buen conocimiento del sector, y Le¨®n P¨¦rez de Jerez, un brit¨¢nico de origen sefard¨ª que, en ese momento, parec¨ªa contar con la liquidez suficiente para afrontar el reto de reflotar Spantax.
La operaci¨®n ha concluido en quiebra abrumadora. P¨¦rez de Jerez result¨® menos solvente de lo que aparentaba y Krauss no trajo consigo la f¨®rmula magistral que hab¨ªa de enderezar la gesti¨®n empresarial de Spantax. Aviation Finances, que en principio deb¨ªa comprar Spantax -o al menos eso dijeron los dirigentes del Patrimonio del Estado-, no s¨®lo no compr¨® nada, sino que, tras la quiebra, se ha desvanecido en el aire y ha vuelto a su origen: la nada.
Cierto que a una empresa tan endeudada y maltratada como Spantax no se le pod¨ªan buscar novios de lujo, pero tal vez podr¨ªa haberse encontrado un gal¨¢n con menos taras que el germano-brit¨¢nico. Los 946 empleados de Spantax, los miles de pasajeros que vieron arruinadas sus vacaciones por la paralizaci¨®n de actividades, la propia imagen tur¨ªstica de Espa?a, merec¨ªan algo mejor.
Cabe esperar, al menos, que tras esta operaci¨®n desafortunada de la Administraci¨®n no se oculten intereses particulares parapetados tras los poderes p¨²blicos. En una sociedad civilizada no puede darse cr¨¦dito a rumores seg¨²n los cuales destacad¨ªsimas autoridades del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones se integrar¨ªan pr¨®ximamente en la direcci¨®n de las compa?¨ªas a¨¦reas, recientemente creadas, que absorber¨¢n parte del negocio de Spantax. Si algo tan impensable llegara a ocurrir, podr¨ªa darse por legitimada toda sospecha de que Aviaci¨®n Civil, y el ministerio en su conjunto, no han mostrado el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s por ayudar a la empresa ahora quebrada porque a algunas personas les conven¨ªa mucho esa quiebra.
En cualquier caso, no es de recibo el desparpajo con el que el ministro de Transportes, Abel Caballero, ha dado carpetazo al asunto Spantax: achacar absolutamente toda la culpa de la quiebra a la mala gesti¨®n -que en su ¨²ltimo tramo ha sido tutelada por el Patrimonio del Estado, un organismo del mismo Gobierno que paga mensualmente a Caballero- es afirmar, por pasiva, que la pol¨ªtica sectorial del ministerio ha sido eficaz y completamente neutral en lo referente a transporte a¨¦reo. Y eso es muy discutible.
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